La esperanza del castaño, el forastero que se se hizo emblema de la Sierra de Aracena y ahora languidece

El ecoturismo gana fuerza como actividad que contribuye a que no desaparezcan sus bosques, junto con las repoblaciones y la recuperación de costumbres

El castañar, autor del característico cromatismo otoñal serrano, extiende sus raíces en el norte de Huelva desde que en la Edad Media comenzó a ser repoblada la zona por leoneses y gallegos

Hay ejemplares de hasta mil años en Fuenteheridos, pero el número de árboles desciende acusadamente, amenazados por el cambio climático, el bajo precio de la castaña, los robos y la enfermedad de la tinta

El sector de la castaña prevé que la cosecha no supere el 20% de la producción debido a la sequía

Programa de actividades de la Feria de la Castaña en Fuenteheridos

El sector del castañar de Huelva alerta del «estado crítico» del cultivo de cara a la temporada de la recolección

Recogida de castañas en una finca de Fuenteheridos H24
Mario Asensio Figueras

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El otoño es una estación mágica en el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Bien podrían ser las ramas de los árboles las varitas que le conceden sus esplendor o los pinceles de los que brotan las coloridas hojas que tras bailar con el viento tejen las alfombras que abrigan los caminos. Gran parte de sus bellos paisajes -verdosos, rojizos, ocres, dorados- llevan la firma de la paleta cromática de los castaños, árboles norteños, forasteros que anidaron en sombrías laderas hasta ser, a golpe de castaña, emblema de todo el espacio natural, símbolo de una cultura que está languideciendo.

De las 186.000 hectáreas que ocupa este parque del norte de la provincia de Huelva, 5.000 fueron de castañar. Desde la Edad Media ha venido extendiendo sus raíces en las zonas más húmedas. Ahora son mil hectáreas menos y se siguen descontando ejemplares ante la fuerza sus enemigos: el cambio climático, falta de precipitaciones y la subida de temperaturas, el hongo que propaga la enfermedad de la tinta, la descendiente rentabilidad de su fruto y el desobediente hurto masivo de éste. Todo conduce al descuido, el abandono y la desaparición de la huella de una población arbórea demasiado envejecida como para resistir tanta adversidad.

En este panorama hay un amplio proceso de reflexión entre autoridades, castañeros y agentes turísticos, que no se resignan a ser contempladores pasivos de este declive. En esa puesta en común hay quienes creen que quizás el futuro pasa por mutar los monocultivos en ecosistemas con una biodiversidad equilibrada, con actividades y especies que coexisten simbióticamente: agricultura, ganadería, micología, apicultura y turismo. La Mesa de Trabajo del Castañar elabora desde el consenso el decálogo del buen uso de este bosque cultivado. Redefine prácticas desde el aprendizaje de la lista de aciertos y errores coleccionados. En el pasado, en lo que se hacía antes, hay muchas respuestas, como el policultivo y los cuidados sin maquinaria invasiva. En el presente, la nueva conciencia ecológica mira más allá del negocio directo y ofrece vivir la experiencia como un valor sostenible.

La esperanza del ecoturismo

Una de las apuestas para mantener vivo el castañar es el ecoturismo. Busca aprovechar el espacio para educar, concienciar y ser escenario de una vivencia auténtica en primera persona, que permite ponerse en el lugar del agricultor y apreciar todo el trabajo que desemboca en la recogida de la castaña. Parte de la buena idea de hacer sustentable y equilibrado un ecosistema donde diferentes actividades se complementan y se benefician mutuamente.

«Sólo nos acordamos del castaño cuando vamos a por la castaña y en realidad necesita todo el año de cuidados y mimos»

Daniel Calleja

Responsable de Babel Nature

Daniel Calleja, al frente de la agencia de ecoturismo Babel Nature, predica con el ejemplo. Explica a Huelva24.com que lleva a los turistas a una finca de castaños en la localidad de Fuenteheridos, en el valle de la Uralera, perteneciente a Paco y Virginia, con los que tiene el acuerdo de usarla «como un espacio escénico». «Sólo nos acordamos del castaño cuando vamos a por la castaña y en realidad necesita todo el año de cuidados y mimos», recuerda y asegura que «para mí el poder introducir a los visitantes en vez de un sendero en una parcela y explicarle su cultivo, hacer una actividad de astronomía o la recolección de setas, castañas o hierbas aromáticas en pequeña cantidad, es una oportunidad para que el turista viva una experiencia y para que a lo largo del año los castañeros tengan actividades que le aporten algo y que, de esta forma, están haciendo más sostenible su campo».

Cesta con castañas H24

«El futuro del castañar depende de que se haga viable, resistente a ciertas plagas y desde el punto de vista económico, y se diversifique la forma de verlo, como intentamos nosotros. Podemos aportar un beneficio a un espacio y hacer que se conserve. No es la panacea, sino un aporte más», sostiene este licenciado en Ciencias Ambientales, que cree que hay que sacarle a estos bosques «otros aprovechamientos». En un contexto en el que se producen cada fin de semana robos de castañas, que se invaden fincas privadas, se dañan vallas y los árboles que son vareados salvajemente como olivos, apuestan por el conocimiento sobre el terreno. «Queremos educar directamente y hacemos una recolección de castañas con el castañero, evitando que tenga recelo. Se puede reinvertir la fórmula haciendo educación ambiental y a la vez consiguiendo que venda castañas en el mismo momento a los turistas interesados y que ellos mismos apañan».

Más allá del otoño, en verano es un marco ideal para mirar al cielo. «Qué mejor lugar que el claro de un castañar. Están en puntos altos y es más fácil para la observación astronómica. Son lugares más frescos y permite hacer muchas actividades, algo muy interesante desde el punto de vista educativo y turístico». comenta Calleja.

Cuidados todo el año

En las visitas se transmite que «la castaña no llega sola». Se realizan una serie de trabajos a lo largo de todo el año. «Hay toda una serie de podas y desbroces, trabajos para favorecer que brote, que tenga ramas nuevas y cierta vigorosidad, sin enfermedades, y que el fruto se pueda recolectar en buenas condiciones». Por ejemplo, si no desbrozas no encuentras la castaña bajo el árbol. En este punto, indica que tener un pequeño rebaño trashumante de borregas, como se hacia antiguamente, permite un desbroce natural y evita el uso mecánico de la grada, que al alquilarse y pasar de finca en finca ha favorecido que se extienda el hongo de la tinta, que seca los castaños.

El «exceso de arado» no sólo causa una propagación de esta enfermedad. También, «por desconocimiento», incide en la pérdida de humedad de los terrenos, «al contrario de lo que se creía, que al arar los campos se conseguía que llegara más agua a las raíces y el fruto fuera más grande». Esto, unido a un «cambio climático evidente» deja el suelo «desnudo» en verano y el excesivo calor evapora el agua que necesita. Se pierde biodiversidad vegetal» y «riqueza micológica», pues los hongos favorecen la absorción de agua y mejoran la salud de la foresta.

Historia y condiciones

En la provincia de Huelva solamente se pueden encontrar castaños y sus frutos en la Sierra de Aracena, donde hay hasta cinco especies de este árbol. En el resto de Andalucía se halla en el Genal, en Ronda (Málaga), y en algunas zonas de la comarca de la Alpujarra. Sí es más habitual en el norte peninsular, desde donde fue introducido por leoneses y gallegos, que repoblaron la comarca serrana alrededor del siglo XI. Plantaron nogales y castaños, «vitales para la alimentación y para el cerdo que ellos traían».

Los castañares representan un porcentaje pequeño de la masa forestal del parque, mayoritariamente de bosque Mediterráneo. Se asientan en la zona central, entre los municipios de Aracena y Almonaster, concretamente en sus laderas nortes, conocidas como las umbrías. Los más antiguos se encuentran en Fuenteheridos, donde tiene su finca el castañero con el que trabaja Babel Nature, alguien «muy sensibilizado» con el estado de sus árboles, que sabe reconocer de manera individualizada. Algunos de ellos tienen «mil años y otros cientos», resalta Calleja, que afirma que «cada castaño es un fósil vivo». Los de Huelva son distintos a los del resto de España porque desde su introducción fueron siendo alterados y moldeados por las podas y las lluvias. «Es tradicional cortarle la vía central para que salgan varas y eso ha hecho que no haya dos iguales y el agua los vaya dejando huecos», indica.

«Es una historia de forasteros y es curioso que una especie que no pertenecía a nuestro espacio se convirtió en símbolo»

Detalla que este árbol necesita «un alto grado de humedad, suelos profundos y un PH más o menos neutro», algo que se da en la sierra onubense y que se asemeja al norte de España. Pero el viaje viene desde más atrás. Es de origen persa, los griegos lo extendieron por el arco mediterráneo y los romanos lo introdujeron en la Península Ibérica.

«Es una historia de forasteros y es curioso que una especie que no pertenecía a nuestro espacio se convirtió en símbolo. La cultura del castañar ha hecho que al final sea un emblema del parque natural», recalca el ambientalista onubense, para quien se trata del «elemento paisajístico más importante que tenemos, porque se debe a él el cambio de colores que le da el atractivo otoñal al parque» en un entorno con mayoría de arboleda verde, como las encinas y los alcornoques.

Amenazas muy reales

Calleja no duda en señalar que «vemos el paisaje precioso pero tiene que haber un relevo generacional tanto en las dehesas como en el castañar, porque, como se dice, si viene un resfriado en un asilo se los lleva a todos, pero si hay población de diferentes edades se está mejor preparado». Estos árboles envejecidos tienen más difícil resistir a las condiciones climáticas cambiantes y a las plagas.

En este punto de partida encontramos a turistas que «normalmente no tienen una conciencia ecológica» y que invaden propiedades privadas para robar castañas. «Gusta lo gratis, y existe el menudeo de los domingueros, como pasa con las coquinas y las setas, y en este caso hay campañas de vigilancia por parte de la Guardia Civil», describe Calleja, consciente de que estos comportamientos ha hecho que las agencias turísticas sean «mal vistas». Frente a eso apuesta por realizar una labor de «concienciación y educación» entre administraciones, agentes privados y sectores económicos. «Si queremos salvar el castaño, lo tenemos que hacer entre todos», insiste.

Explotación de castaños en la Sierra de Aracena J. M. brazo mena

Gravísima es la falta continuada de lluvias. «Muchos están envejecidos y expuestos al sol», expone el responsable de Babel Nature, quien señala que paradójicamente, mientras la media histórica era de 1.100 litros al año, en 2022 no se pasó de 700. En 2006 se llegó a 1.850. Los dos últimos meses han sido buenos pero insuficientes. «El mes de octubre ha sido el más lluvioso de los últimos 30 años y el de noviembre el segundo en el mismo periodo», resalta, por lo que la media desde el inicio del año hidrológico -septiembre- se sitúa en los 450. «El miedo es que con lo que ha caído no se han recuperado los árboles, porque llevamos un déficit importante y no es suficiente», recalca. A esto hay que sumar que la serie de temperaturas ha ido al alza y que la humedad perdida en verano no se ha recobrado. La escasez de setas es otro signo del «estrés hídrico» al que está expuesto el campo ahora mismo.

La vuelta al policultivo como solución

La mirada hacia la tradición dibuja un paisaje con los castaños rodeados de otros convivientes, por ejemplo patatas. Fuenteheridos, a cuyos habitantes se les apoda 'paperos' y desde donde muchas personas emigraron a América, fue el primer lugar de España donde se plantó la patata y de hecho, «se cultivaba debajo de los castaños en verano». El castañar también se aprovechaba para tener ganado dentro, que transportaba nutrientes y fertilizaba y desbrozaba naturalmente.

Castaños de la Sierra onubense EP

Básicamente la castaña constituía entonces para los pobladores de la sierra «un recurso de invierno, para tener un alimento extra», un concepto alejado de la explotación en monocultivo posterior, que proliferó a partir de los años 60. Según la organización medieval que los leoneses importaron de sus tierras, la comarca onubense se organizó en pequeños castros, situados entre sí a menos de cinco kilómetros para permitir la comunicación. Alrededor de las casas había zonas de huertas, en la dehesa se instalaba el ganado y en las zonas más alejadas, en las umbrías, estaba los castañares, mientras que el pinar de repoblación quedaba para las zonas altas.

Fiestas en torno a la castaña

«Si el castañar lo viéramos como los antiguos no sería un monocultivo sino un policultivo, con plantas medicinales, como el orégano, que además requieren polinizadores y el tener colmenas aumenta la producción», detalla Daniel Calleja, que suma a esta variedad la presencia de las setas. Asi mismo, menciona como en torno a la castaña hay toda una cultura heredada y que se manifiesta en fiestas de localidades como la de Castaño del Robledo o la Feria de la Castaña de Fuenteheridos, así como la de Los Rehiletes en Aracena (7 de diciembre), donde se queman las hojas de los castaños y se comen los tostones de castañas. Celebraciones como ésta se alinean con «las tradiciones celtas del norte de bienvenida al invierno», donde «éste árbol es mágico».

Castaña dentro de su cáscara EP

Calleja considera que además hay toda una arquitectura asociada al castañar que se debería de mantener y proteger, como los zarzos, las construcciones donde antiguamente se secaban las castañas. Son unas casas sin ventanas con doble altura. Una planta se separa de la otra con unas rejillas de madera. Arriba se pone la castaña y abajo los helechos y hojas del castaño. «Antiguamente durante esa época las familias se iban a vivir al monte a esas casa y se veía el humo salir por las tejas y tablillas separadas del techo», describe.

Repoblaciones con árboles resistentes

Junto a las labores desarrolladas en la Mesa de Trabajo del Castañar, la Junta de Andalucía apuesta por la reforestación con árboles jóvenes y resistentes a la tinta. «Durante un tiempo se hicieron pruebas en una finca experimental de Galaroza y se dio con esas especies resistentes a la enfermedad y se han donado para plantarse», explica el ambientalista onubense recuerda que el castañar es considerado un cultivo y no recibe ayudas europeas para su mantenimiento, lo que hizo que hubiera muchos abandonos en las décadas de los 90 y 2000, bosques que han sido absorbidos por pinares. «Al final todo esto ha llevado que cada vez que se hacen estudios se comprueba que la superficie va disminuyendo», lamenta el director de Babel Nature, que siente que «sería una pena que desapareciera como árbol emblemático».

Incierto futuro económico

«El castañar como producto vendible tiene una vida de un siglo», vaticina Calleja, que no obstante, insiste en que «hay seguir luchando por el emblema» de la Sierra. «Lo idea es que se recuperaran superficies y se sembraran nuevos árboles pero es una especie de crecimiento lento y para que dé una producción requiere de mucho tiempo». Desde los años 90 se han plantado castaños, pero revela que «es más la superficie que se ha abandonado por falta de rentabilidad y que se secado por esa falta de trabajo en los cuidados y de mantenimiento».

Ha habido especies más tempranas y otras más tardías, y en los últimos años se han introducido variedades «más comerciales», tempranas y que se pelan con más facilidad. La falta de lluvia lo ha trastocado todo, porque si antes las primeras castañas estaban en octubre, ya se ha desplazado a noviembre. «Eso hace menos competitiva esta castaña con respecto a las del norte. Los primeros que la sacan son los que ponen los precios y a partir de ahí empiezan a bajar», detalla Daniel, que indica que el precio que pagan a los productores en la cooperativa ronda los 80 céntimos por kilo.

Previamente entre los años 60 y 80 se puso más empeño en tener producciones más elevadas para fomentar la venta al exterior. Los grandes importadores de la castaña onubense son Inglaterra e Italia. Como pasa en otros sectores, Calleja echa en falta que siempre se lleven la materia prima y no haya inversión local para transformarla aquí, que es donde «está el negocio». No hay una harinera de castañas, por ejemplo, o una empresa dedicada a elaborar postres de castañas, opina. Al menos está Conservas El Monumento en Castaño del Robledo, donde hacen confituras, patés y otras elaboraciones a base de castañas, y se han impulsado iniciativas para que no se pierdan recetas antiguas y se recojan en un libro.

El debate continúa en busca de soluciones, en la evaluación de estrategias a las que agarrarse para evitar que las condiciones vuelvan a imponer procesos adaptativos y cambios de cultivos. Sin los castaños la Sierra de Aracena y Picos de Aroche se vestiría más triste en otoño.

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