EL SÉPTIMO DE COMISARÍA

Sobre los especuladores del mercado del arte

Vamos a hacer un ejercicio colectivo de imaginación y proyección visual... Acompáñame en esta tontería que me voy a inventar...

Sobre la trampa mortal del entusiasmo laboral

Sobre la obligatoriedad de pasar por Madrid

Sobre la manifiesta infantilización del arte actual

Tiburones y especuladores del arte H24

Jennifer Rodríguez-López

Punta Umbría

Entras en una pescadería, echas un vistazo y el pescadero empieza a contarte lo que estás viendo. Te explica los detalles de cada pieza capturada, las características exclusivas de cada caballa, atún y acedía presentes. Después de un ratito y de negociar un poco el importe, porque el pescado está carísimo, te vas de allí con un salmonete, encantado de la vida.

Al llegar a casa, no cocinas tu nueva adquisición. No, eso sería un error, no te lo vas a comer. Lo metes en el frigorífico y esperas a que su valor suba mientras buscas a expertos que certifiquen que tu pez es único, digno de ser expuesto en museos de ciencias naturales de todo el mundo. Ya fantaseas con tu cheque lleno de ceros cuando lo vendas a alguna institución internacional, ya vislumbras tu apellido identificando una de las salas expositivas...

Galeristas, marchantes, empresarios, nuevos ricos y críticos forman parte de un engranaje dedicado a elevar los precios del artista de moda

Todo esto suena un poco absurdo, ¿verdad? Pues no lo debe ser tanto porque es lo que pasa en el mercado del arte constantemente. ¿Y esto por qué sucede? Bueno, el arte es un bien de consumo que no se consume, sino que se adquiere, se vende y se vuelve a vender, normalmente por cantidades astronómicas. ¿Y cómo se llega a esas cifras tan flipantes? Pues gracias a los especuladores. Galeristas, marchantes, empresarios, nuevos ricos y críticos forman parte de un engranaje dedicado a elevar los precios del artista de moda.

Las subastas a las que yo aspiro H24

Esta práctica es tan habitual en el ámbito artístico que no nos escandaliza que un tiburón (medio podrido) de Damien Hirst se vendiera por doce millones de dólares, ni nos asombran las noticias sobre las sumas alcanzadas en las casas de subastas (esas sí que dan miedo, no el escualo putrefacto) como Christie's y Sotheby's. Allí, los artistas son marcas, valores en bolsa. Y ya lo dijo Don Thompson: «En el arte contemporáneo, la marca puede sustituir al juicio crítico». ¡Ay, el juicio crítico!

Deja de ser un menso

Siguiendo la línea de los creadores de «no eres feo, eres pobre», llega «no eres mal artista, solo necesitas un galerista». Así que sal ahí fuera y búscate un buen mecenas, un sugar daddy de la cultura, un Saatchi particular y déjalo seco. Y deja de ser un menso, no vendas barato y empieza a hacer ruido. El mercado quiere superestrellas que den que hablar, quiere plátanos pegados a la pared, quiere obras que se autodestruyen cuando suena el mazo de la puja. The show must go on!

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