La playa natural de Huelva que era saqueada por piratas y hoy es uno de los mayores tesoros de la provincia
Al borde de su arenal se conservan los vestigios de una torre semiderruida que fue levantada en el siglo XVI por orden del rey Felipe II
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Las playas de Huelva comparten un rasgo inconfundible, su arena fina y dorada que se extiende hasta donde alcanza la vista. Sin embargo, cada una guarda también una historia única que les da carácter y personalidad propia; un legado cultural y natural que hace que quienes las visitan las recuerden por mucho más que por su belleza paisajística.
Por ejemplo, Matalascañas enamora por su curiosa Torre de la Higuera, mientras que La Antilla comparte nombre con una región del Caribe. Y entre estas joyas, hay una playa natural de Huelva cuya historia se remonta a los tiempos en los que los piratas acechaban estas costas. Se trata de un lugar que pasó de ser escenario de saqueos a convertirse en uno de los mayores tesoros de la provincia de Huelva.
Esta es la playa natural de Huelva que era saqueada por piratas
Esa playa a la que hacemos referencia es la de la Torre del Río de Oro, más conocida como playa de la Torre del Loro. Situada dentro del Parque Nacional de Doñana y bajo la gestión del Ayuntamiento de Moguer (aunque también entra dentro del término municipal de Palos de la Frontera), se trata de un arenal de un kilómetro prácticamente virgen, enmarcado en un entorno de dunas y pinares que refuerzan su carácter salvaje y natural. Sus aguas tranquilas y su ambiente sereno la han convertido en un lugar ideal para familias y para quienes buscan un rincón en el que desconectar del bullicio.

El nombre de esta playa se debe a los restos de una antigua torre vigía que todavía se conservan en la desembocadura del Arroyo del Oro. Levantada en el siglo XVI por orden del rey Felipe II, la llamada Torre del Río de Oro formaba parte de la red de fortificaciones costeras que se extendían por toda la provincia de Huelva. Su misión era servir como punto de vigilancia y defensa frente a los ataques de los piratas norteafricanos, que solían llegar a estas costas con intenciones de saquear la zona y capturar a los pescadores locales.
Aunque hoy en día apenas quedan los vestigios de esa construcción semiderruida, su historia sigue viva en la memoria del paisaje. De hecho, lo que en su momento fue un lugar estratégico para proteger la costa, actualmente es un Bien de Interés Cultural.