cultura

Los dioses que todo lo ven

50 aniversario del museo de huelva

Una exposición con motivo del cincuentenario del museo recoge piezas neolíticas y calcolíticas procedentes de distintos museos españoles y portugueses

En la primera planta se ha recogido de igual manera una exposición monotemática sobe el dolmen de Soto, introducción ideal a la sorpresa que depara al visitante la excepcional muestra denominada Ídolos

El Museo de Huelva celebra sus 50 años de vida con una exposición sobre el pasado prehistórico de la provincia

El Museo inaugura este lunes «una de las exposiciones más espectaculares que se recuerdan en Huelva»

Piezas de la exposición Ídolos del Museo de Huelva B. R.

Bernardo Romero

Huelva

Todo lo ven y todo lo oyen. Están por todos lados y tienen el poder de castigar o de premiar las malas o las buenas acciones, según les coja el cuerpo, que para eso son eternos, todopoderosos y más guapos que las pesetas. De hecho esto de mostrarlos atentos a lo que hacemos ha seguido siendo así, desde las primeras civilizaciones urbanas, llámense Ur, Babilona o el Egipto de los monumentos colosales, o sea en un pantocrator donde se nos aparece un dios muy humano, escoltado por sus amanuenses, los que dieron fe de su existencia siglo y medio después de la muerte del profeta de Galilea. El principio y el fin de todas las cosas, el alfa y el omega, pura idea de la eternidad, y al fin rubricado en un libro abierto en su mano diestra donde nos aclara que es la luz que nos ilumina a todos los mortales, a quienes le miramos tal como él lo hace, con los ojos abiertos como platos, que para eso el dios de ahora, el que ha sido siempre, se hizo carne o lo hicimos mortal: En el principio, el hombre se sintió solo y desamparado, tuvo la necesidad de crear a un dios a su imagen y semejanza, para que le protegiera y le cuidara.

Imagen principal - Los dioses que todo lo ven
Imagen secundaria 1 - Los dioses que todo lo ven
Imagen secundaria 2 - Los dioses que todo lo ven

Así nos lo han contado desde que el hombre es hombre y tuvo necesidad de entender cómo es el mundo en el que vive. De ahí que lo hayamos creado todopoderoso, misericordioso y atento a nuestras miserables existencias. De ahí, igualmente, que tengamos la necesidad de ser temerosos de dios, de cualquier dios, lo cual nos ha permitido, salvajes irredentos como somos, sobrevivir todos estos siglos por los siglos de los siglos amén. De chiripa, pero aquí estamos, devorándonos, cierto es, pero lo justo para que la especie, que es lo que cuenta, sobreviva. Aquí estamos o aquí seguimos, observados por estos dioses labrados por nuestros congéneres, por nuestros antepasados (1) observándonos impasibles, quietos y semejantes a los hombres desde las vitrinas de la segunda planta del multifuncional (2) museo onubense. Ídolos los llaman. No dioses, porque ya saben que dios es uno (3) y todo los demás un cuento.

Imagen principal - Los dioses que todo lo ven
Imagen secundaria 1 - Los dioses que todo lo ven
Imagen secundaria 2 - Los dioses que todo lo ven

Una miríada colección de piezas procedentes de hasta veintiséis museos españoles y portugueses que ya han sido expuestas en Lisboa, Alicante y ahora en Huelva por espacio de seis meses. Desde luego es imperdonable perderse la oportunidad de visitar en varias ocasiones esta excepcional muestra de piezas del neolítico y del calcolítico. Con un excelente montaje, donde prima lo didáctico, elegantemente iluminada y acogedora entre unas sombras que se han diseñado para que toda la atención se centre en unas piezas de extraordinaria importancia artística que nos sirven para entendernos, para conocernos mejor, a nosotros y al mundo en el que vivimos. Más que recomendable, obligatoria nos atrevemos a escribir en esta breve reseña.

Dioses cilíndricos

La exposición, o el montaje dispuesto en la segunda planta del museo de Huelva ya os decimos que es verdaderamente impresionante. Atractiva en grado sumo pero sobre todo es una amable opción para ir acompañado de los más jóvenes de la familia a contemplar todas esas figuras, planos, objetos de todo tipo, enterramientos y ajuares sumamente atractivos, que por un momento nos lleven a ese tiempo no tan lejano en que estas tierras del suroccidente europeo, tal como subtitula la muestra, nos contempla a través de esas pequeñas estatuillas estáticas, quietas, desde el interior de unas estanterías de metacrilato, a pesar de lo cual se oye perfectamente su voz, un susurro lejano y profundo en el que se puede escuchar con total nitidez que aquí están, como han estado siempre, observándonos, procurando que la especie humana sobreviva durante toda la eternidad, no los individuos de existencia efímera y limitada por dos segmentos precisos, como son el nacimiento y la muerte, sino la especie. Somos especie, eterna, como la de esos dioses cilíndricos, como esas placas de pizarra en la que una esquemática decoración en la vestimenta se somete a lo más importante, las miradas de estos ídolos, de estos dioses misericordiosos que, al fin y al cabo, somos nosotros mismos.

Ídolos. Miradas desde el extremo suroccidental de Europa

Exposición con motivo del 50 aniversario de la inauguración del Museo de Huelva

Abierta, con entrada gratis todo el invierno y toda la primavera. Organizan: Museo Europeo del Año, Diputación de Alicante, Junta de Andalucía – Museo de Huelva y Museo Arqueológico de Alicante, con la colaboración del Museo Arqueológico Nacional, la Dirección General del Patrimonio de la República de Portugal, el Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid, y el patrocinio de la Fundación Atlantic Cooper.

(1) En la cartelería y en las reconstrucciones que se muestran en la segunda planta del museo, nuestros oscuritos antepasados aparecen rubios como los trigos a la salida del sol, pero los cambios en el genoma humano que propiciaron el aclarado de la piel, prosperó en el norte de Europa hace siete mil años, y en estos sures europeos, mediterráneos, hace tan sólo cuatro o cinco mil años. Algunos seguimos siendo algo oscuritos, pero la verdad es que el aclarado de la piel se corresponde, en sus inicios, a este tiempo en el que con un trozo de piedra o de hueso quisimos dar forma, y hasta vida para poder adorarlos, a esa idea de dios protector del que tanta necesidad hemos tenido siempre.

(2) Hace cincuenta años que se inauguraba el Museo de la Avenida Sundheim. Como es natural no pudimos estar en esa fecha junto al recordado primer director del museo, Mariano del Amo y las autoridades de la época, pero sí que pudimos ir miles de veces, solo, acompañados o guiando a cursos de alumnos de secundaria o de bachiller, por este espacio en el que se reunieron los fondos de la antigua academia de Bellas Artes de Huelva, completada con donaciones o préstamos de otras instituciones museísticas, además de los importantes fondos arqueológicos que se almacenaban de fortuna vayan ustedes a saber dónde en aquellos tiempos caracterizados por la falta de presupuestos en todos los órdenes, y en el cultural por supuesto que también. Tampoco es que haya cambiado mucho la historia, a no ser por el hartazgo de llevar medio siglo exigiendo la apertura de otros museos y que ahora parece ser que ha sido recogido por nuestras eximias y admiradas autoridades. Ahora al menos hay algo más que promesas. Se anuncia desde la Junta de Andalucía que el antiguo Banco de España será museo en un par de años, al igual que el antiguo mercado del paseo de Santa Fe, que ha sido de todo menos mercado, acabará acogiendo los fondos de José Caballero y una sección de arte contemporáneo, según se desprende de lo poco que hemos podido saber al efecto a través de los medios de comunicación. Total, cincuenta años de la creación del museo, cincuenta años de promesas, que tal como decía la canción, si veinte años no son nada, pues cincuenta mucho menos. Quién sabe, igual en poco tiempo tenemos museos, varios y necesarios.

(3) Amenofis IV, o Akenaton, como prefieran llamarlo, también supo que dios era uno, el sol que nos ilumina, miren ustedes por dónde, ego sum lux mundi. Incluso su querido padre ya supo de la herejía que en el corredor sirio palestino conocieron ambos gracias a sus conquistas territoriales. Después ya conocéis cómo acabó Akienatón y su niño el más querido, Tutankatón, luego transformado en Tutankamón, que se ve que los sacerdotes de Amón no estaban muertos, que estaban de parranda. Tremendo, pero como siempre la religión ligada al control de los poderosos sobre nosotros, los mortales. El temor de Dios que ha permitido nuestra subsistencia, pero también nuestra sumisión al poderoso. La vida, después de tantos milenios, sigue igual. O casi.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación