Pinturas e instalación de Mario Marín
El Edén en porciones
El artista onubense ha querido avisar de cómo es el mundo actual a través de su particular jardín, que si no es delicioso sí que es al menos tierno y sincero y brutal, a veces
Mario Marín participa con 'El Jardín' en el ciclo 'DoceMásUno en el UNO'

Procede Jheronimus van Aken, llamado el Bosco, a describir en su jardín de las delicias todos los males y los pecados del mundo. Es puro pensamiento medieval, tiempos difíciles en los que el artista parece susurrarnos al oído aquella canción terrible que nos recordaba a los pecadores que al infierno íbamos bailando y no sabíamos cuándo. Ya desde el Renacimiento la célebre pieza que expone de forma permanente el Museo del Prado, ha sido malinterpretada o incluso en un momento inmediatamente siguiente a su confección, despreciada, debido a que el tiempo, que todo lo puede, pero también todo lo lleva al olvido, relegó el tríptico a la incomprensión más absoluta, cuando la sencilla intención del pintor neerlandés no iba más allá de avisar a los pecadores, que somos todos, de las desviaciones de la moral y sus consecuencias. Nada más simple y más aleccionador que ha sido objeto de multitud de sesudas interpretaciones, las cuales la han ido alejado de su intención primera.
Mario Marín, extraordinario escritor y celebrado artista plástico, formado en la Escuela de Bellas Artes hispalense, ha querido avisar de cómo es el mundo actual a través de su particular jardín, que si no es delicioso sí que es al menos tierno y sincero. Brutal a veces, cierto es, pero como la vida misma. Y como el afortunado lector de sus novelas, puede apreciar, por cierto.



Reflejos de lo que somos
Con la exposición, breve, concisa y directa, que expone en una pared del restaurante Gran Vía Uno, improvisada galería de arte, pero suficiente para quien ha llevado su obra plástica a importantes ferias de arte y galerías, Mario Marín ofrece algo más de su obra y de sus cánones o principios artísticos, un figurativo sin ínfulas de surrealismo y ni siquiera de acentos dadaístas o provocadores, ni siquiera de simbolismo. El artista hace un recorrido por lo cotidiano sin aspavientos, reflejando en la pared de la sala, de forma simétrica, más cultura judeocristiana, por cierto, objetos e intenciones que son fiel reflejo de lo que somos.
Como aquel Bosco tan adorado por el beato Felipe II, que prácticamente lo tuvo como pintor de cámara, por sus trabajos religiosos o por ese jardín en el que mostraba a los hombres de su tiempo los males de los que debía huir, sus consecuencias o más bien la realidad en la que se movían, que lo mismo viene a ser. Marín pinta objetos, o incluso situaciones, harto reconocibles, para que al observar nos veamos a nosotros mismos, en nuestros pecados y en nuestra maravillosa grandeza de individuos capaces de sonreír, de soñar o de llorar ante una manzana, un azulejo o un osito de peluche. El Edén en porciones. Nada más, y nada menos.
El Jardín. Mario Marín. Restaurante Gran Vía Uno. Ciclo de Arte DoceMásUno en el Uno. Avda. Martín Alonso Pinzón (Gran Vía), 1. 21001 Huelva