entrevista

Isaac Rosa: «Decimos de la IA que va a acabar con la democracia o el periodismo; los mismos discursos de antes con las redes sociales e Internet»

El escritor y periodista sevillano, que este miércoles participa en la Feria del Libro de Huelva, percibe «una relación de sumisión ante la tecnología y de renuncia a la capacidad de actuar»

Opina que «vivimos un bloqueo de imaginación colectiva, no somos capaces de pensar alternativas y nos dejamos llevar por cierto pesimismo»

«Parece que vivimos vidas que van contra todo eso que hace merezca la pena la vida», señala

Lorenzo Silva: «A mí me han llegado a asegurar premios comerciales y me he negado a presentarme»

Nieves Herrero, en la Feria del Libro de Huelva: «No hay nadie que haya superado a Hermida»

Luis Alfonso Morales, arquitecto e influencer, recorre Huelva en su primer libro: «Los ingleses estuvieron 80 años y no construyeron ni un solo monumento»

El escritor y periodista Isaac Rosa participa este miércoles en la Feria del Libro de Huelva H24
Mario Asensio Figueras

Esta funcionalidad es sólo para registrados

El escritor y periodista Isaac Rosa Camacho (Sevilla, 1974) visita este miércoles a partir de 19.00 horas la Feria del Libro de Huelva para participar junto al humorista gráfico Miguel Brieva en un diálogo titulado 'Somos lo que nos contamos. La potencia intoxicante o emancipadora de nuestros relatos'. Brieva, colaborador de 'El Jueves', 'El País' o 'Rolling Stone', ha reeditado 'Bienvenido al mundo' (Astiberri), mientras que Rosa acaba de publicar 'Las buenas noches' (Seix Barral). Este reconocido autor, Premio Biblioteca Breve (2022), Premio Fundación José Manuel Lara (2009) y Premio Andalucía de la Crítica (2004), entre otros galardones, también cuenta con trayectoria en los medios (Eldiario.es, Público, Cadena Ser, La Marea y El Jueves) y en las siguientes líneas expone a Huelva24 su punto de vista acerca de temas como la imaginación, la tecnología y algunos males de esa sociedad. No obstante, defiende una participación activa para no caer en pesimismo ni discursos apocalípticos. Frente a la aceptación y el dejarse llevar, considera que la creación puede construir narrativas que llevan a una realidad alternativa a la imperante.

-¿Qué ideas fundamentales quiere aportar al diálogo que va a mantener con el humorista gráfico Miguel Brieva?

-Con Brieva me une desde hace muchos años, aparte de mucha admiración y complicidad, que los dos tenemos una forma muy similar de entender nuestro trabajo. Él desde el dibujo, desde la ilustración y el cómic, y yo desde la novela, desde la narrativa. Los dos pensamos en cuál es la fuerza y la capacidad que tienen los relatos, las narraciones, y las ficciones también, para generar realidades, más allá de para describir. Nos interesa a los dos mucho también la imaginación, pero llevada a otro terreno, como la imaginación política y colectiva, el poder de ciertas ficciones de excitar la imaginación como sociedad y pensar en otras maneras de estar en el mundo, de pensar en otras formas de organizarnos. Creo que eso es importante en un momento como el actual que parece que vivimos un bloqueo de imaginación colectiva, no somos capaces de pensar alternativas y nos dejamos llevar por cierto pesimismo, fatalismo, derrotismo. Los dos estamos en coordenadas muy similares e iremos hablando a partir de esos puntos de encuentro.

«Hay una desconfianza hacia el futuro y los cambios y todo eso va contra esa imaginación política, porque nos lleva hacia un pensamiento conservador de que me quede como estoy»

-¿Quizás una mayoría vive en piloto automático y eso mata la creatividad y cierra puertas a una forma de crear y dar con soluciones diferentes y alternativas?

-Vivimos un momento, que igual no es particular de nuestro tiempo y siempre ha sido así, pero lo sentimos de esa manera, de cierto desborde y aceleración, de sobresalto continuo, de todo aquello que sabemos ya de pérdida de atención y falta de concentración. Eso va contra nuestra imaginación, pero además venimos de un tiempo largo en el que hemos asumido, y se nos ha dicho y lo hemos hecho nuestro, que no hay alternativa. Parece que hay una desconfianza hacia el futuro y los cambios y todo eso va contra esa imaginación política, porque nos lleva hacia un pensamiento conservador de que me quede como estoy, que no cambien las cosas porque sólo van a ir a peor. Frente a eso creo que la ficción puede funcionar como una especie de banco de pruebas, un laboratorio en el que ensayar también otras miradas del mundo y otros relatos.

-El terreno de la ficción parece más abierto al riesgo y al cambio que el real.

-Todos, más allá de ser lectores o no, tenemos necesidad de relatos, de contar y contarnos. Construimos nuestra visión del mundo a partir de relatos, de narraciones y esas son las que median muchas veces nuestra relación con el mundo. Nuestra visión del mundo viene dada muchas veces por esos relatos que leemos y vemos, como en el cine y la televisión. En muchos casos están alimentando nuestra imaginación, pero a lo mejor en un sentido y no en otro. Creo que igual que hay tantos relatos que alimentan nuestra imaginación a futuro en sentido negativo, como las distopías cinematográficas, televisivas y literarias que hemos visto en el último año, a lo mejor cabría otro tipo de relatos que nos provocara otra imaginación alternativa.

«Hemos estrechado mucho el cauce de nuestra imaginación y hemos asumido que sólo hay un camino, sin alternativas posibles»

-¿Cree que hemos normalizado más de lo debido que no tengamos tiempo para dedicarle atención plena a algo, como la lectura? O al menos es lo que muchas veces nos decimos.

-Vivimos vidas que van contra ciertas cosas que sabemos que son esenciales pero parece que ya no tenemos ni tiempo ni capacidad. La lectura es una, pero podríamos decir lo mismo del cuidado y de cuidarnos. No sólo del autocuidado y hacer ciertas rutinas, de bienestar personal, sino también como sociedad, de cuidar de las personas que queremos, de relacionarnos. Parece que vivimos vidas que van contra todo eso que hace merezca la pena la vida. Parece que es incompatible con el descanso, con el cuidado, con la lectura, la tranquilidad y la concentración y ahí es donde hace más falta ser capaz de imaginar otras formas de vida. Lo que pasa es que hemos estrechado mucho el cauce de nuestra imaginación y hemos asumido que sólo hay un camino, sin alternativas posibles.

-Eso es uno de los aspectos que precisamente aborda es su última obra, 'Las buenas noches', ¿no?

-Tiene que ver también con esto porque lo mismo que decíamos ahora de la lectura lo podemos decir del sueño. Vivimos vidas que no nos deja dormir ni relajarnos ni descansar y parece que para poder dormir necesitaríamos otra vida, vivir de otra manera, porque ésta no nos deja.

-He leído que se definía como un analógico digitalizado ¿Qué considera que tiene de positivo haber tenido una infancia sin móvil ni redes sociales y después haberse adentrado con naturalidad en el mundo digital?

-Creo que el no ser digital nativo y haber tenido un pie en cada lado de la raya, el haber vivido una vida analógica y después otra digital, te previene contra dos extremos, el tecnopesimismo y el tecnoentusiasmo. Seguramente quienes son mayores, que la mayor parte de su vida han estado en otro tiempo, otra época, son mucho más pesimistas y negativos y por el contrario los nativos digitales no ven otra cosa que la tecnología. Nos hace ser también un poco escépticos ante ciertos discursos, tanto los entusiastas de la tecnología como los apocalípticos.

«No tenemos que renunciar como sociedad a hacer un buen uso de la IA y a tener cierto control de esa tecnología que nos influye tanto»

El problema es que solemos hablar de la tecnología en unos términos que son como si fuera algo ajeno de la humanidad. Se decía hace unos años de Internet y lo decimos ahora de la Inteligencia Artificial. Personificamos la IA como si fuera un fenómeno de la naturaleza o por una gracia de Dios, algo sobre lo que no tenemos capacidad de actuar, cuando hay que recordar que la IA no es ni inteligencia, es un desarrollo tecnológico, ni tampoco es tan artificial. Detrás tiene a programadores, a dueños y empresas que son las que la programan y le hacen los sesgos que tiene. Pero se habla de la IA como si fuera algo que no está en nuestra mano, a lo que sólo podemos adaptarnos. Sin embargo, no tenemos que renunciar como sociedad a hacer un buen uso de la IA y a tener cierto control de esa tecnología que nos influye tanto.

-Es escritor y también participa en medios de comunicación, ¿cree que el uso de la IA es buena noticia para este tipo de oficios o depende del uso que le demos? ¿Nos están creando una necesidad?

-Pasa como con cualquier otra tecnología. Ninguna es neutra pero tampoco autónoma. Tiene el uso que tiene hoy y va en la dirección que va porque detrás de esa IA hay propietarios, empresas que la programan y la sesgan, le dan una dirección. Hemos dado por bueno que la IA solamente puede actuar así y a lo mejor puede haber una IA para el bien, a favor de la humanidad. Pero si dejamos una tecnología así, como ha pasado con otras, en manos de ciertas empresas con ciertos intereses, obviamente estamos a su merced. Pero, como decía antes, evito ciertos discursos apocalípticos sobre de la tecnología. Hoy decimos de la IA que va a acabar con la democracia o con el periodismo o ciertas formas humanas, los mismos discursos que decíamos antes de las redes sociales o Internet. Y hace muchos más años de la televisión o la radio o de la invención del telégrafo hace dos siglos o de la imprenta. Esos discursos ante ciertos desarrollos tecnológicos se ha dado siempre. Ahora estamos a otro nivel pero implica ya una posición en la que parece que renunciamos a nuestra capacidad de actuar sobre esas tecnologías.

-¿Qué percibe más en la sociedad actual tecnofobia o FOMO?

-Sobre todo lo que percibo es una relación de sumisión ante la tecnología y de renuncia a la capacidad de actuar. Lo que más miedo me da es que tomemos la tecnología como si fuera un fenómeno de la naturaleza, que viene y nos cae encima y sólo podemos adaptarnos de la mejor manera posible o resistirnos y encerrarnos en la cueva. La tecnología es totalmente humana y detrás hay decisiones humanas y ante ellas son las que deberíamos de ser capaces de actuar. No creo que como sociedad tengamos que renunciar, como parece que hemos renunciado, a que nuestras democracias puedan regular ciertas tecnologías. Parece que lo damos por perdido y que la IA es algo que se nos va de las manos que nadie puede controlar. Sería esa expresión que oíamos tantas veces cuando se decía hace unos años que no se podría regular contra la piratería y otras cosas, como que era ponerle puertas al campo, que la tecnología no podemos regularla porque está en otro nivel. Al contrario, seguro que se pueden hacer muchas cosas pero no se hacen porque renunciamos.

-¿Hay una intención desde ciertas esferas de que el ciudadano no proponga y renuncie a un papel activo en la política y la sociedad y asuma que hay que conformarse con establecido?

-Seguramente ese es el estado de ánimo de nuestro tiempo como colectivo que tenemos ahora. Eso viene ya de hacia varias décadas, desde finales de los 80 y 90 en el que se impone ese discurso tan neoliberal y uno de sus lemas es 'no hay alternativa'. Estamos en este tiempo en el que parece que no podemos plantear alternativas, porque además solamente puede ir a peor todo.

«Poniendo el foco en los aspectos más particulares, más íntimos y pequeños, se ve mucho de cómo somos como sociedad»

-¿Qué valor y uso le da a la intimidad en su obra?

-Ciertos espacios de la intimidad muchas veces son un buen lugar desde el que observarnos como sociedad. Nuestra forma de vida y sociedad actual, el capitalismo en el que vivimos, digamos que permea todo y se nos mete en lo más íntimo de nuestras vidas, en nuestras relaciones humanas, en la forma de amarnos y criar a nuestros hijos y hay veces que poniendo el foco en los aspectos más particulares, más íntimos y pequeños, se ve mucho de cómo somos como sociedad y se entienden mejor esos procesos.

-¿Existía ese enfoque en 'La habitación oscura'? ¿Reunía mucho de los temas que le interesan o inquietan?

-Es una novela que salió en un momento en el que estábamos de pleno en la última gran crisis económica y era una mirada generacional, de quienes nos había pillado la crisis en un momento en el que estábamos levantando nuestros proyectos de vida y de repente parecía que todo se derrumbaba. Era una mirada intentando no ser demasiado desesperanzada a un momento complicado. Parece que lo hemos dejamos atrás y ahora estamos en otras cosas, pero en ese momento creo que marcó a mi generación.

-'El país del miedo' y otras obras suyas se han llevado al cine ¿Cómo creen que han envejecido estas adaptaciones?

-Estoy contento con las adaptaciones al cine de mis novelas en todos los casos. Más que adaptaciones diría que son lecturas personales de cada director, que ha querido leer así la novela, y son películas autónomas y que casi no necesitan a la novela. No hay que estar mirando si es más o menos fiel y yo estoy contento con la relación con el cine.

Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia