confidencial
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Meter la pata en televisión siempre es un engorro. Uno suele encontrarse indefenso ante la reacción del telespectador, que generalmente cuenta con un agudo sexto sentido para detectar el error ajeno. Pero si el error es de bulto, el errado (mejor sin hache) un personaje conocido y el contexto un programa de audiencias millonarias, la combinación es catastrófica.