SEMANA SANTA
SEMANA SANTA
Ser cofrade es duro. Poder ver a los sagrados titulares de las distintas hermandades como a muchos le gusta, muy cerca, cuesta lo suyo. Poder mirar sus rostros sin que la distancia sea un obstáculo no tiene precio, pero exige tiempo y esfuerzo. Es un clásico buscar una buena posición con mucha antelación ante la puerta y soportar el calor y las estrecheces, pisotones y codazos, mientras llega el gran momento. Poco pasa.