Un morabito en el camino de Gibraleón

La construcción podría ser de los siglos XII o XIII y en consecuencia sería el edificio en uso más antiguo de la ciudad de Huelva

El pequeño y desconocido lugar de Huelva que visitó Cristóbal Colón tras volver de su viaje a América: esta es su historia

El antiguo morabito hoy humilladero de la Cinta BERNARDO ROMERO
Bernardo Romero

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Como en todo tiempo y lugar el hombre necesita consuelo y orientación, saber no ya cual es su extraordinario camino en este valle de lágrimas, sino hacia dónde dirigir sus pasos o en qué sentido, todo ello con tal de lograr su salvación, trasunto este por el cual triunfaron en los postreros siglos de la Antigüedad las religiones mistéricas (1). En esta idea podríamos encontrar la razón de que las comunidades siempre hayan contado con hombres santos que les aliviaren en ese sentido. Más adelante, en el Medievo, la Huelva musulmana también debió contar con alguno de estos santones, hombres con conocimientos y experiencia suficientes para curar las almas y los cuerpos de los vecinos de la entonces importante ciudad, que llegó a ser capital de un taifa tras la desaparición del califato, o durante este, habida cuenta de la importancia que debió tener la isla de Saltés, su industria del hierro, como demuestra el hecho de que el mismísimo Abderramán III enviara de comisionado al mozárabe Dúnala (2), señor de la isla, en misión diplomática y comercial a Roma y a la que entonces era principal ciudad de todo el Mediterráneo, Constantinopla, la capital del Imperio Romano de Oriente, de Bizancio.

Alejado del trajín urbano de la capital del taifa de Huelva y en el camino de Gibraleón, debió de instalarse uno de estos hombres santos, despojados de toda riqueza, sin más bienes materiales que los mínimos para poder soportar este tránsito hacia una vida mejor, y sustentados por la limosna que pudieran recibir a cambio de sus consejos o sus curaciones, del alma y del cuerpo. Tanto el lugar que habitaban estos santones, algo así como anacoretas o ermitaños, como ellos mismos, se denominan morabitos. El que hoy es humilladero de la Cinta, está datado en el siglo XII o en la primera mitad del siglo XIII, antes de que el antiguo taifa de Huelva y Saltés fuera conquistado por Alfonso X el rey sabio.

Por sus dimensiones, debió ser una construcción posterior a la muerte del morabito que vivió en el lugar, que por la situación en que se encuentra y el añadido en el lado este, cabe la posibilidad de que el santón que habitó muy probablemente una construcción de fortuna en este lugar, fuera enterrado allí mismo como era costumbre y según el rito musulmán, en dirección a La Meca. Una prospección arqueológica en el lugar despejaría las dudas sobre su datación y el uso que tuvo el morabito antes de ser humilladero bajo la advocación, tras la conquista cristiana de la Virgen de la Cinta.

A finales del siglo XV y en mitad de un litigio entre las casas de Medinaceli y Medina Sidonia, la ciudad de Huelva, con apenas cuatrocientos vecinos, y su puerto están en franca decadencia. Esta es una de las razones por las que la ciudad, asomada a la margen izquierda del río Odiel, se mantuviera apartada de la aventura colombina, gestada en el estuario del río Tinto. La capital provincial vive aún de las leyendas y mitos construidos por la colonia extranjera asentada en Huelva a finales del siglo XIX, según las cuales ensoñaciones se da forma a mitos como el de Alonso Sánchez, un personajes construido por el hijo de Colón en su argumentario de los pleitos colombinos, o el voto colombino que Colón realizara en iglesias de los distintos puertos del estuario del Tinto, protagonistas del Descubrimiento, y muy a trasmano de la entonces pequeña ermita en la que Huelva veneraba a la Virgen de la Cinta (3).

La construcción tiene forma de cubo, con casi tres metros tanto de alto como de ancho y largo. Este cubo perfecto se cubre con una cúpula de media naranja, rematada por un prisma rectángular similar a los que luce en las cuatro esquinas de las cornisas.

Azulejos con imágenes sagradas y otros geométricos son también aportaciones relativamente recientes y adecuadas a la significación religiosa que ha terminado teniendo este morabito del camino de Gibraleón

El humilladero sufrió muchas reformas en los incios del siglo XX, tiempo en el que se puede adscribir la cruz de forja que lo remata, así como los cierres de ventanas y puertas, de hermosas y bien labradas hechuras.

Azulejos con imágenes sagradas y otros geométricos son también aportaciones relativamente recientes y adecuadas a la significación religiosa que ha terminado teniendo este morabito del camino de Gibraleón. Tanto la azulejería del interior, con la imagen de la Virgen de la Cinta, como la exterior, con imágenes de los dos patronos que tuvo la ciudad, San Roque y San Sebastián, fueron realizados en Cerámicas Montalván, que en aquellos años todavía mantenía una sede para exposición de sus trabajos en la trianera calle Alfarería. Estos excelentes trabajos cerámicos sustituyeron a los destruidos por exaltados izquierdistas en los inicios de la Guerra Civil.

En la actualidad el humilladero de la Cinta es un lugar mariano, apto para la oración y el recogimiento, además de ser un hermoso lugar, laderas abajo del Santuario y rodeado del fragor de un camino de Gibraleón que hoy es autopista con un tremendo trasiego de vehículos a motor. Arriba del cabezo, el santuario de la Virgen Chiquita se abre a una agradable explanada desde la que se contemplan unas maravillosas puestas de sol al otro lado del río, de los pinares de Aljaraque y de Cartaya, allá donde el sol se oculta en las profundidades de la mar.

Notas al pie

  1. 1

    Las religiones mistéricas creen firmemente en la salvación personal, en otra vida después de la muerte y en la unión con las respectivas divinidades. En la época a la que nos referimos, hubo dos principales y las dos llegadas desde el Mediterráneo oriental, el mitraismo y el cristianismo.

  2. 2

    Sobre este singular onubense existen suficientes referencias históricas como para poder reconstruir la misión que le encomendó el califa cordobés. Desde Constantinopla y tras visitar a los coemperadores Constantino VII y Romano se dirigió a Tierra Santa, donde fue hecho preso, torturado y muerto en las cárceles de Tiberiades por negarse a renunciar de la fe cristiana y sin poder alcanzar Jerusalén. Hecho santo, el sinaxario constantinopolitano celebra su fiesta el 17 de diciembre, pero tras el cisma de Oriente y al pertenecer la iglesia mozárabe a la disciplina romana, es abandonado hasta su recuerdo. El hecho de que la actual iglesia mozárabe, dependiente del arzobispado de Toledo, no haya movido un dedo por recuperar su memoria, a lo que debe añadirse que tampoco el obispado onubense ha tenido el más mínimo interés en recuperar a un santo onubense, su culto es desconocido incluso en su ciudad natal, Huelva, donde un reducido grupo de agnósticos celebran la festividad de San Dúnala con un banquete presidido por una pequeña imagen del santo, que vestido con una humilde saya aparta con su pie derecho un cuerno de la abundancia, simbolizando de esta manera su desprecio de los bienes terrenales.

  3. 3

    En el viaje de vuelta, el día 14 de febrero de 1493 una fuerte tempestad separó a las dos carabelas. La Pinta logró llegar a Bayona, mientras que aa Niña, estuvo a punto de naufragar. En el diario de a bordo del Almirante, según Bartolomé de las Casas, Cristóbal Colón hizo votos de que si se salvaba la tripulación de la Niña, uno de los tripulantes iría en peregrinación a Guadalupe. Sorteado entre los tripulantes quien debería ir, fue el propio Colón el que debería ir al santuario extremeño. Se extendió el voto a una visita a la Santa Casa, en los Estados Pontificios, lo que tuvo que hacer otro marinero. Otro de los tripulantes propuso que se peregrinara también a Santa Clara, en Moguer, y en general se pidió a los tripulantes que acudieran en procesión a alguna iglesia de avocación mariana en la primera tierra que pisasen, que en el caso de la carabela Niña que estamos tratando, fue Palos de la Frontera. Hasta aquí lo escrito en el diario de Colón.

Para saber más:

  • Romero Miralles, M. Postales de Huelva. Niebla ed. 2024

  • Carrasco Terriza, Manuel Jesús; González Gómez, Juan Miguel; Oliver Carlos, Alberto; Pleguezuelo Hernández, Alfonso; Sánchez Sánchez, José María. Guía Artística de Huelva y su provincia. Servicios de Publicaciones de la Diputación Provincial de Huelva y Fundación José Manuel de Lara, 2006

  • Martínez Navarro, Antonio José. Historia del Humilladero de la Cinta. artículo publicado en Huelva Buenas Noticias (2016)

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