Éxodos

Acaba junio y los líderes recién vencidos emigran ya de su antiguo escaño a regiones menos templadas. Dejan su estufita, su escribanía y su PC (porque el iphone se lo quedan) que les pagamos entre todos y pasan a formar parte ya del pelotón del anonimato y a tener que buscarse la vida, como el resto de la vecindad, puede que hasta trabajando.

Huelva24

Huelva

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Alguno más avispado o afortunado(son los menos), emprende su particular éxodohacia un reservado sillón en otro lugar menos expuesto y hasta mejor pagado.Extraña contradicción ésta por la cual el perdedor recibe premio mayor que ellaureado. El soldado que pierde la batalla es retirado del frente para ocuparun sitio en el alto mando.

Tenía un cínico compañero detrabajo que decía “…cuando pasé a mejor vida, esto es, cuando me divorcié…” ydigo yo, alguno de éstos puede ahora descolgarse con un “…cuando pasé a mejorvida, esto es, cuando perdí las elecciones…”. No lo entiendo.

Sí, llega el verano y, como todoslos años, comienza otro éxodo: el dela ciudad a la playa. Manteniendo esta tradición casi decimonónica y algoprovinciana, muchas familias de la Capital y de localidades del interior,cierran su “casa de invierno” para pasar, en el mejor de los casos, lospróximos dos meses y medio en una vivienda con la mitad de superficie ycomodidades, ello unido a los problemas de aparcamiento, servicios y de ruidos.Y, a pesar de distar apenas unos kilómetros, cerrarán su morada de invierno acal y canto y no volverán a pisarla durante los próximos cien días (al igualque cuando, pasado este periodo, cierren su “casa de verano”, no osaránocuparla siquiera un fin de semana o mísero puente, de estos templados quetenemos la suerte de poder disfrutar durante todo el año en este clima casiideal que Huelva posee).

Todo ello por un trozo de arena yun poco de brisa marina, con el pretexto del descanso: No sé para quien. Quizápara los adolescentes, que desplazan sus biorritmos hacia horas más nocturnas yaplacan sus febriles hormonas en marinos chapuzones; o los niños que, obviamente,hacen que la vida sea todo cándido hedonismo. 

Atrás se quedan pueblos yciudades, silenciosos y casi yermos. El caso de Huelva es paradigmático: apenasalguna actividad al aire libre en alguna barriada y nada de programaciónsubvencionada que echarse a las secas gargantas de los que nos quedamos, conmás pena que gloria, esperando que el ventilador al que nos abonamos aleje denosotros la pegajosa envidia que nos produce ver por la tele, entrereposiciones y sálvames, algunareferencia de festivales, exposiciones o encuentros de otras ciudades bastantemás preocupadas por la cultura del estío que la nuestra. Huelgan los ejemplos.

Emprendemos el éxodo a la costa.Pero… ¡si ya estamos en la costa! Preguntemos si no a un sevillano o unamadrileña. Por suerte nos quedan el Foro o Niebla, y la Sierra, que tienepersonalidad propia y va a su ritmo, ajena a estas penurias. Tendremos queemprender la huida hacia ellos, escapadas que refrescan nuestra sed de armoníay estética.

Somos animales de costumbres,somos animales migratorios. ¿Somos animales? No lo entiendo.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia