La economía política de los reformistas

La política en España es tan compleja, a la vez que ambigua, que hay que prestar mucha atención a los nuevos movimientos de apariencia regeneracionista y con ímpetus de cambio de modelo político dentro del mismo sistema.

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Vayamos por partes: cualquier intención de cambiar leyes como la electoral para elegir listas abiertas, o la forma de elección de los miembros del Consejo del Poder Judicial, son necesariamente bien vistas por cualquiera que quiera la mejora del sistema del 78, pero ni por casualidad es suficiente si no busca la superación del mismo para llegar a la ruptura democrática que en su momento no pudo tener lugar.Además, hemos de mantenernos avizores de los pasos que se puedan estar dando para constituir esos movimientos en partidos políticos con apetencia de concurrir a elecciones en todo el territorio del Estado. Porque si de lo que realmente se trata es de una batalla plenamente democrática y participativa, no se puede andar pidiendo a los pequeños partidos locales que desaparezcan en beneficio de una maquinaria mayor que, a la larga, sería otra nueva multinacional del voto con estructuras internas tan férreas como las del PP, PSOE, IU o como las que sabemos imperan en UPyD.El caso de Ciutadans, Partido de la Ciudadanía (C's) es paradigmática en el intento de absorber a los partidos locales en beneficio de una causa mayor que finalmente será tremendamente piramidal y con escasa autonomía de las partes. El sentido común y la fe democrática aconsejaría que, en elecciones locales, por ejemplo, los partidos municipalistas fuesen en coalición con el emergente Movimiento Ciudadano, de Albert Rivera (partido que por cierto, una vez constituido como tal se llamará sencillamente Ciudadanos), apareciendo primero el nombre del partido local y después, Ciudadanos. Eso siempre que exista una identidad ideológica y programática mínimas. En ese caso, también resultaría razonable y productivo que los partidos locales prestasen su apoyo a Ciudadanos en las elecciones europeas y que en las municipales, en el caso de algunas capitales de provincia, los chicos de Cataluña tan siquiera se presentasen. Creo que después de ese momento y cara a las elecciones autonómicas y generales, los municipalistas y el movimiento ciudadano podrían hablar mucho más, pero previos ésos pasos mínimos. Si no, las cosas se pueden complicar porque, me parece, que la economía política de los reformistas de Cataluña se está haciendo muy mal, pensando en mayorías uniformes que puedan dar al traste con cualquier intento regenerador de verdad. Una vez más, el centralismo duro, la forma que suele llevar a la uniformidad menos democrática que podamos conocer y, finalmente, a la decepción generalizada.

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