Mamá: Quiero ser auditor
Sevilla, lunes 27 de junio, ocho de la tarde. Corre una ligera brisa que matiza los 34 grados a la sombra. Acto de clausura del Curso Académico 2010- 2011 del Instituto de Estudios Cajasol. Preside D. Antonio Pulido Gutiérrez, presidente de Cajasol y copresidente de Banca Cívica: Dos alumnos elegidos “al azar” de entre los distintos grupos que hemos formado el plantel en cuestión, van presentando a los otros, que suben al escenario a recoger sus diplomas entre aplausos y vítores.
Avanzamos, con elegante modestia, los componentes del curso en Dirección Integrada de Proyectos (Project Manager para los que saben inglés). Somos 18, casi todos bien pasados los treinta años y en pleno proceso de reciclaje de una carrera profesional truncada por la crisis (y por lo que no es la crisis). ¡Ufff, por fin acabamos! (esperemos que sirva de algo).
Llega el plato fuerte de la noche, el grupo más numeroso y ruidoso (rozan los cuarenta, en número, no en edad), ellas vestidas de boda (peinados chic, gasas de marca y plataformas a tutiplén, a alguna le ha costado casi más la clausura que la matrícula del master), ellos con el traje de semana santa (no dan pa más…) y todos supersonrientes y triunfadores después del duro trabajo realizado: ¡son los chicos y chicas del máster de asesoría fiscal!
El curso ha sido duro para todos pero La diferencia es que su expectativa laboral es infinitamente mayor, hoy por hoy, a la de los otros cursos. Y es que auditar está de últimas. Todo político recién elegido que se precie anuncia auditorías (Mas, Cospedal, Toscano…) para desenterrar la basura que, supuestamente, los anteriores han dejado en los dobles fondos de los cajones.
En un país donde la última encuesta del CIS refleja que más del 85% de la población desconfía de la clase política, hacer auditorías se ha convertido en el deporte nacional. Y no sólo se ve corrupción en lo políticos sino, en general, de toda la clase dirigente (no se salvan ni banqueros, ni grupos de comunicación ni empresarios). Por no fiarnos, no nos fiamos ni de los jueces, a quienes más del 50% considera deshonestos.
Y no sólo los políticos encargan auditorías. Por poner un ejemplo que conozco de cerca: en el Colegio de Arquitectos de Huelva, al que pertenezco, aunque le pese a la Junta de Gobierno y, especialmente, a la asesoría jurídica, hemos exigido (y decidido por amplia mayoría), una auditoría de las cuentas de los últimos ejercicios durante la última asamblea, aunque le siga pesando a los ídem, porque no nos cuadran los gastos excelsos del COAH y su deuda creciente, soportados con injustificados redobles de cuotas y sin medida de ahorro alguna, dentro de una opacidad contable general… No sé por qué, pero de pronto me he acordado de Maradona (sic).
No tengo claro si es la desconfianza, como reza la película, que 'nadie conoce a nadie' o que 'piensa el ladrón que todos son de su condición', tal vez hemos pasado de la abundancia durante la que nadie reparaba en gastos a la forzada abstinencia en la que se mira el céntimo. Lo cierto es que, sea cual sea el motivo, el resultado es que ya nos duele y nos repatea que otros estén o hayan estado de fiesta con nuestros dineros y nuestros sudores, que el cinturón se apriete 'sólo' para unos muchos, y exigimos responsabilidades.
Cuando yo me moceaba, estudiar una carrera técnica y, en concreto arquitectura, era garantía de salida profesional. Ahora miren cómo estamos… Ahora no sean ilusos. Jóvenes: háganse auditores.