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Prórroga de la condena para Huelva
Huelva padece Progeria, algo así como el increíble caso de Benjamin Button, pero a la inversa. Se trata de una enfermedad genética heredada de la época de apogeo industrial e incrustada en el ADN del Polo Químico, el gen recesivo que ha mutado el paisaje de la ciudad. Este trastorno consiste en un envejecimiento prematuro y fugaz, acelerando el deterioro de tejidos y células.
La capital onubense, a pesar de su bisoñez histórica, peina las canas de una melena radiactiva de blanco nuclear llamada fosfoyesos. Los pulmones forestales onubenses, demacrados por la inhalación constante de nubes tóxicas que se filtran a la atmósfera, son víctimas de carcinomas (tumores) burocráticos que ralentizan tratamientos paliativos. Las marismas, uno de los patrimonios más valiosos de Huelva, son fumadoras pasivas de un conglomerado industrial al que la crisis y los reveses legales han reducido sus emisiones, pero que han ennegrecido el futuro ecológico onubense.
Los facultativos judiciales ya advirtieron de que el colesterol radiactivo multiplicaba los niveles permitidos en una ciudad con obesidad mórbida de polución química. Pero ni las empresas responsables ni la Junta de Andalucía han tomado en serio las exigencias endocrinológicas de la Audiencia Nacional, dictadas en 2009. Las arterias ecológicas de la capital están obstruidas, mientras seguimos cebándonos a base de alimentos ricos en irresponsabilidad y permisividad.
Las vaguedades y moratorias en el tratado de estos residuos mantienen a Huelva enchufada a un respirador artificial de promesas y soluciones parciales, a la espera de un trasplante que no tiene visos de realizarse. El cirujano jefe, Fertiberia, ha postergado injustificadamente la presentación de un proyecto para regenerar el terreno ‘necrotizado’, que por fin se ha hecho público… o al menos una primera aproximación.
Varias entidades e instituciones sociales han transmitido en las últimas fechas al alto tribunal sus quejas ante la impunidad de la flagrante demora. En esa cruzada se han topado con la obvia oposición de la empresa industrial y de un Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente mecido por el torbellino de intereses que ha generado la puerta giratoria, desde que es titular Isabel García Tejerina (ex alto cargo de Fertiberia).
En 2011 expiraba el plazo concedido para ese fin. Han sido tres años robados a Huelva sin que exista gratificación o compensación por ello, con la connivencia del poder, complaciente e indulgente por sistema. El plan que presenta Fertiberia augura otras tres décadas de quirófano intensivo para restaurar (o disfrazar) el daño ocasionado durante lustros. Plazo que empezará a contabilizarse desde el inicio de los trabajos, lo cual engorda el periodo previsto para su conclusión.
Y es que aún ni siquiera nos encontramos en una fase de preoperatorio, ya que lo explicado estos días no es más que una primera radiografía, el boceto a expensas del definitivo proyecto de ejecución que, según aseguran (poco crédito les queda), verá la luz en breve. Aunque Fertiberia nos ha acostumbrado a un concepto de celeridad muy particular que no se ajusta a parámetros vectoriales convencionales. Piano, piano.
En su informe, la empresa de fertilizantes descarta (como ya se esperaba) la opción de extirpar el agresivo tumor onubense y opta por sellarlo, darle una capa de chapa y pintura y esconder bajo la alfombra (el subsuelo) la porquería cutánea química acumulada durante años. Es decir, un lifting. Una cubierta de polietileno de alta densidad, una capa de arcilla compactada, otro poco de colágeno vegetal plantando unos arbustos y que la naturaleza haga el resto. Y es que parte del proceso de limpieza se encomienda a que las condiciones geotécnicas del terreno (los altos niveles de evaporación registrados, muy superiores a otras zonas) permitan filtrar las aguas contaminadas y que estas lleguen a la ría impolutas, sin el menor rastro de yeso. Trabajo en equipo: destrozas el medio ambiente y luego te hermanas con él para que colabore en el proceso de rehabilitación. Es el ciclo de la vida.
No se ha hablado de cifras económicas pero, sin duda, si se aprueba el proyecto, a Fertiberia le habrá salido muy rentable la jugada. Tras años lucrándose de manera feroz a costa de la destrucción de un entorno natural único en España y el perjuicio crónico para la salud de los onubenses, un remiendo superficial salda las cuentas. De momento cuentan con el aval del Centro de Seguridad Nuclear (CSN), que ha dado el ‘ok’. Otra batalla perdida.