Las verdades del barquero
Comparar a estas alturas a José Luis Oltra con Sergi Barjuan es un juego que puede tornarse peligroso. De nada sirve pensar en clave de pasado, ya que el catalán ya pasó, dejando un rastro de polémica e insatisfacciones. Un técnico con virtudes, pero también con muchísimos defectos. Los propios de un entrenador en formación, que ha tenido la oportunidad de dar un salto muy importante en su carrera sin haber pasado por categorías de menor nivel para curtirse.
No he sido especialmente crítico con la labor de Sergi hasta que finalmente sus decisiones han carecido de toda lógica posible. Recuerdo mucho la ilusión con la que fue recibido por la afición, muy crítica en la anterior campaña con Álvaro Cervera, su antítesis en cuanto a ideas futbolísticas. Desde el club se alimentó, y mucho, las ventajas del cambio.
Se hablaba de emular el estilo del Barcelona, de reforzar el equipo con jugadores de calidad y de crear un proyecto en cuanto a la concepción futbolística de la primera plantilla y las categorías inferiores. Sobre el papel muy atractivo, pero en la práctica inviable, ya que para conseguirlo hacia falta mucho dinero y paciencia, algo complicado de pedir cuando desde su llegada se marcan objetivos con un grado alto de exigencia.
Aun así gran parte de la afición apoyó el ex del Barcelona en su arranque, a pesar de que ya marcaba distancia con el entorno. Pero ya se sabe, mientras que entre la ‘pelotita’ esas manías pasan casi inadvertidas. Así es este deporte y no es algo exclusivo de Huelva, por muchos que quieran tirar por tierra a esta afición. Luego, con las derrotas, llegaron las excusas y las historias de ciencia ficción. Esas que solo cabían en su cabeza y nadie más veía.
No es tan difícil. Solo se trata de ser consecuente y no insistir en lecturas de partidos a contracorriente, y ser crítico contigo mismo o con tus jugadores cuando lo hacen mal. Se trata de no usar el entorno como enemigo motivador, sino como tu mejor aliado. Algo que ha sabido interpretarlo a las mil maravillas Oltra.
Como ya dijo en una reciente entrevista, morir con tu estilo o en este caso morir por tu orgullo y cabezonería es un error gravísimo. Porque no decirlo, un error de principiante y que le ha terminado pasando factura. Por mi parte, me quedo con una lectura: Que pena que Oltra no hubiera encabezado el proyecto de Gildoy desde su primer año. A buen seguro que ahora las cosas serían muy distintas.