OBITUARIO. JOSÉ MANUEL DE LARA
Un soneto bien medido
Quedará eternamente entre nosotros su delicada y rigurosa obra poética, y por supuesto su familia
Muere en Huelva a los 95 años el poeta José Manuel de Lara
José Manuel de Lara, el maestro que escribe desde los más íntimos silencios: «La verdadera poesía se ahonda en las cosas sencillas»
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Iniciar sesiónAl río Tinto, ese río, Le ha cantado una mesnada. De poetas: Juan Ramón, Arcensio, Morón, De Lara.
Ricardo Bada. Romance del río Tinto
Es la vida un continuo, interminable en todos y cada uno de sus versos, de ahí que José Manuel de Lara (Motril, 1929 – Huelva, 2025) no se haya marchado de Huelva. Quedará eternamente entre nosotros su delicada y rigurosa obra poética, y por supuesto su familia, la que vino a crear con Pepita Ródenas, toda una brillante saga de investigadores y, cómo no, también de poetas, herederos de la sensibilidad y la humildad de un hombre que por encima de extraordinario deberíamos anteponer el calificativo de bueno. Un hombre bueno que apenas se ha dejado notar en las presentaciones de algunos de sus libros y poco más.
De Lara arriba a Huelva en los años cuarenta, siendo un niño inquieto, hábil con el balón y con una mano prodigiosa para el dibujo. Gran lector y con una proverbial avidez por conocer todo aquello que le rodea, entra bien joven en contacto con el reducido grupo de artistas e intelectuales que entonces protagonizaban la vida cultural onubense, desde Rogelio Buendía o María Luisa Muñoz de Vargas, a José María Morón, Ricardo Bada o Daniel Vázquez Díaz, y sobre todo conoce a dos poetas que le van a iniciar en el arte de componer, Diego Figueroa y Diego Díaz Hierro, aunque José Manuel de Lara gustara recordar que el poeta que más le influyó fue Antonio de Salas Dabrio, el autor de Pequeña eternidad, desaparecido prematuramente y lamentablemente poco conocido en su ciudad.
José Manuel de Lara queda pues adscrito a una soberbia generación de escritores, con el mencionado Salas Dabrio a la cabeza, y otros que él recordaba con venerada devoción: Jesús Arcensio, Xandro Valerio, Isabel Tejero, Rafael Manzano, o el único premio nacional de Literatura que tenemos en Huelva, Francisco Garfías. No faltó nunca en la nómina del poeta su amigo y compañero en la labor docente, Manuel Sánchez Tello, otro extraordinario poeta.
La discreción de José Manuel de Lara contrasta con una vida intensa en lo que se refiere a la creación artística. Dejó de dibujar cuando se encontró de frente con la poesía, aseguraba quien se definía a sí mismo coma ave solitaria amante de los silencios. Dotado de una mano excelente para el dibujo, muchos de los cuales conservan amigos y familia, las letras le atraparon y ahí está su obra, alabada por figuras como Gerardo Diego, rendido a su «delicada, melódica y sentida poesía», o Luis Alberto de Cuenca, que también supo ver en De Lara una poesía «llena de música y de hondura, de autenticidad y de buenas formas». Una obra que ha aparecido en las más notables recopilaciones de poesía en español, tanto nacionales como internacionales. Su obra impresa comienza con Surcos nuevos (Huelva ilustrada, 1957) y después de una veintena de poemarios, alcanza hace apenas cinco años una edición para escolares de su Poesía para niños (Tres fuenes-Niebla, 2020).
La vida es un continuo en el que los grandes hombres permanecen. Ineludibles. Su admirado amigo Manuel Garrido Palacios, cita unos versos del poeta: «¿Desde qué cielo perdido, / desde qué silencio, / me llega esta nostalgia indefinida?», de manera que escribe Lara, y cito textualmente, sin solemnizar el gesto, sino como respuesta a quien indaga al ser humano piel adentro buscando un origen a través de la Poesía, destacando en esta frase el celebrado escritor y cineasta la palabra poesía, que para José Manuel de Lara «es solo una intuición que trata de encontrar belleza en las cosas que pueden pasar desapercibidas», para continuar recordándonos que «hay que buscar en la belleza y comunicar una emoción a través de la palabra y de lo que esta contiene. Sin forzar nada… hasta conseguir lo sencillo y natural».
Queda pues esta pura idea de la poesía desnuda en la obra de José Manuel de Lara Carrasco, al que el Ayuntamiento de Huelva adoptó y rotuló una calle con su nombre, y hasta hizo llevar al horno cerámico uno de sus celebrados y tan bien medidos como sentidos sonetos para fijarlo en la Gran Vía.
El poeta seguirá entre nosotros, en el silencio y la honestidad que hizo un modo de vida, admirando lo esencial, sin que cosa alguna le distrajera: «Está lloviendo. Llueve, / interminablemente, desde el alba. / No se ve el cielo ni se ve la tierra, / solamente el agua. / Silencio».
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