medallas de la provincia de huelva

Antonio Oliveira, el hombre que venció a los mosquitos de Huelva: «Al principio me dijeron que estaba loco»

El trabajo del químico fue vital para combatir las enormes plagas del insecto que asolaban las costas onubenses en la década de los años ochenta

«En esa época yo escuchaba a la gente correr en la plaza de Punta por las nubes de mosquitos», dice, y se muestra «orgulloso» por el premio de Diputación

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Antonio Oliveira, Medalla de Oro de la Provincia h. corpa
R. Ubric

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Antonio Oliveira Assalit (Huelva, 1936) recibirá este jueves una de las siete Medallas de la Provincia onubense, prestigiosos galardones otorgados cada año por la Diputación. Padre de seis hijos (tres hombres y tres mujeres) y químico de profesión, fue pionero en el estudio de la biología del mosquito y en la aplicación de métodos innovadores para su control. Con él nació el Servicio de Control de Plagas, que ha evolucionado durante cuatro décadas hasta convertirse en un referente para administraciones de toda España por su rigor técnico y respeto al entorno natural.

El científico atiende a Huelva24 con una sensación agridulce. Feliz por el reconocimiento a su trabajo, que fue muy importante para limpiar la costa de Huelva de mosquitos en la década de los ochenta, pero también triste porque unas horas antes de la entrevista ha fallecido su buen amigo Manuel Flores Caballero, catedrático, político y escritor onubense que hace un par de días le había incluso comunicado que iba a acudir al acto de entrega de las Medallas de la Provincia este jueves.

-¿Qué supone para usted este premio que le da la Diputación? 

- Alegría, orgullo y satisfacción. Además, creo que psicológicamente me ha venido muy bien.

-¿Quién le comunicó la noticia? 

-El presidente de la Diputación, David Toscano. Bueno, primero fue su secretaria la que me llamó y me dijo que iba a hablar conmigo el presidente, que ya fue el que me comunicó personalmente la noticia.

-¿Y qué sintió en ese momento? 

-Bueno, me quedé un poco sorprendido la verdad porque no me lo esperaba.

¿A quién tiene pensado dedicárselo este jueves en el teatro de Lepe? 

-Pues a toda la gente que estuvo metida conmigo en su día en el tema de los mosquitos. A finales de los setenta hubo en Huelva unas nubes enormes de mosquitos. Y el presidente de la Diputación, que en ese momento era Jaime Madruga, planteó el tema en las reuniones de la UCD (Unión de Centro Democrático). Yo me ofrecí a ayudar porque me dedicaba a eso. Estudié Química en Madrid y siempre que venía a Huelva mi padre, que fue alcalde de Huelva entre 1934 y 1936, me decía que su gran preocupación era el mosquito y que era poco menos que un tabú y un problema grande para Huelva. Así que yo tenía el estímulo paterno y sin saber nada de mosquitos me ofrecí a ayudar.

-¿Cómo encaró el asunto?

-Lo primero que hice fue establecer las normas y preguntarme varias cuestiones: ¿Qué era el mosquito? ¿Dónde vivía el mosquito? ¿Cómo me podía cargar los mosquitos? ¿Qué camino había que hacer? Entonces Jaime Madruga, que vio el problema en Huelva y que por cierto me ha llamado en estos días para felicitarme por el premio, me encargó que intentara solucionarlo. Al principio me dijeron que estaba loco. Me acuerdo de que el delegado de Sanidad, Justo Garrido, que tenía la farmacia en el centro de Huelva, me dijo 'tú estás loco, pero a lo loco tenemos que lanzarnos a hacer cosas'. Y la verdad es que lo hicimos bastante bien. Después se retiró Juan Madruga y siguió Emiliano Sanz Escalera, que ya falleció en el año 2022. Y Emiliano siguió con el mismo tema y yo continúe ayudándole cuando me nombró gerente de aquella campaña del Servicio de Control de Plagas de Mosquitos de la Diputación de Huelva.

-¿Cómo se organizó en los inicios?

-Al principio estuvimos en Francia viendo lo que hacían los franceses y también los franceses vinieron aquí cuando los llamaron el propio Jaime Madruga y el periodista José Antonio Gómez Marín, que era muy amigo y que tenía muy buenas relaciones con la Casa de Velázquez de la embajada francesa. Y como él sabía que los franceses habían hecho un gran tratamiento de los mosquitos en la zona del sur de Francia, se lo comunicó a Jaime y él convenció a los franceses para que vinieran aquí dos o tres días y nosotros también fuimos invitados a ir allí. En estas dos visitas se estableció algo importante para ir despejando todas las incógnitas e incertidumbres que teníamos.

h. corpa

-¿Qué pasos fueron dando posteriormente?

-Pues empecé a preguntarme cómo se manejaban las labras del mosquito. Entonces me fui a la cátedra del catedrático de la Facultad de Farmacia de Madrid Juan Gil Collado y allí me enseñaron y me dejaran que preguntara y que hiciera lo que quisiera, así que lo hice y aprendí cómo manejar las labras. Y después había que plantearse qué dosis había que emplear. Yo me iba a la marisma a coger las larvas y en mi casa puse una pecera con ocho botellas de litro a las que les metía medio litro de agua y diez larvas de mosquitos. Así, y siguiendo las recomendaciones de los investigadores franceses, comenzamos a averiguar las distintas dosis que hacían falta para poder matar al mosquito.

-Supongo que le echaría muchas horas de trabajo.

-En aquel momento había dos mochilas de vuelo. No había más para poder luchar contra ellos. Entonces, lo primero que establecí fue que cada ayuntamiento formara a su equipo de gente, que estaba compuesto por cuatro o cinco personas, además de varios vehículos para poderse mover. Y nosotros, como parte de la Diputación, le dábamos apoyo y tratamiento a los municipios. Les comprábamos el abate (insecticida para larvas) y se lo repartíamos a los ayuntamientos. Tuvimos entre 10 y 15 reuniones en la Delegación de Sanidad de Huelva, que la verdad es que nos dieron todas las facilidades y fueron muy amables y muy activos con nosotros. Era un tema social tan importante para Huelva que no hubo colores políticos y todo el mundo colaboró para tratar de solucionarlo. Nos dieron los medios y todo el mundo colaboró. Recuerdo que uno de ellos fue mi amigo Enrique Claus, que era compañero mío de colegio y ya ha fallecido, estaba haciendo un movimiento de tierra en Palos de la Frontera, y ese movimiento de tierra se fue utilizando para rellenar la avenida de Cádiz, la estatua de Colón y el borde de la carretera de Tráfico Pesado, donde en esa época había una peste y un mal olor impresionante y todo eso se rellenó gracias a él y se quitaron los grandes contaminantes que había en esa zona.

«Yo estudiaba en Madrid y siempre que venía aquí mi padre, que fue alcalde de Huelva entre 1934 y 1936, me decía que su gran preocupación era el mosquito»

-Su modelo fue luego incluso copiado por muchos países europeos.

Yo hice dos pruebas con dos insecticidas. Uno fue el que acabo de contar del abate y el otro el Bacillus thuringiensis, que es el que se está utilizando en la actualidad y que tiene la ventaja de que no es químico como el abate que es un órgano fosforado que crea su existencia. Yo tenía el Bacillus thuringiensis, que todavía no se había probado pero que estaba ahí y me gustaba la idea, así que hice pruebas con él, las utilicé y vi que servían. El abate, que es un insecticida químico, va creando resistencia del tiempo, y el Bacillus deterioraba el estómago o la parte digestiva de los mosquitos.

-Supongo que lo que vemos ahora cada verano con los mosquitos no tiene nada que ver con aquello.

-Nada de nada. Yo en los años ochenta escuchaba a la gente correr en la plaza de Punta Umbría por las nubes de mosquitos, así que con eso ya está todo dicho.

- Afectaba a la salud, la agricultura, el turismo... 

- Y hasta al trabajo, porque como anécdota le diré que hubo más de un trabajador que se cayó de un árbol cuando estaba cogiendo fruta porque había mosquitos cerca. Entonces, de las picaduras se caían los tíos. Se tiraban del árbol cuando venía una nube de mosquitos.

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