La Guardia Civil confirma en el juicio por la muerte de Alicia Rodríguez que el acusado «tuvo que pisar el acelerador con fuerza» para atropellar a la reportera

Los agentes que llegaron al lugar del sucesos han testificado que el coche tenía las luces «encendidas» se encontraba «en una plataforma totalmente llana y sin desnivel»

Describen que el acusado estaba «nervioso y alterado», que les recriminó con agresividad que llegaran tarde y que tras confirmarse la muerte de Alicia golpeó repetidamente el coche

Su versión en primera instancia era «incoherente» Los agentes que llegaron en primer lugar destaca que manuel estaba «nervioso, alterado» y que golpeó repetidamente el coche cuando se certificó la muerte de Alicia

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Comienza este lunes en Huelva el juicio por el atropello mortal de la reportera Alicia Rodríguez

Las claves del caso de la reportera Alicia Rodríguez: ¿homicidio imprudente o crimen premeditado?

Manuel Q. S., acusado por la muerte de Alicia Rodríguez, junto a su abogado y el resto de letrados y la fiscal M. A. F.
Mario Asensio Figueras

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La Guardia Civil ha confirmado en el juicio por el atropello mortal de la reportera gráfica Alicia Rodríguez, sucedido el 12 de junio de 2021, que su entonces pareja, Manuel Q. S., único acusado por su muerte, «tuvo que pisar el acelerador con fuerza» para causar el atropello y que venciendo la resistencia del cuerpo de la víctima ésta acabara bajo el vehículo.

Un investigador del Subsector de Tráfico de la Guardia Civil de Jaén, encargado de realizar el primer atestado del suceso, ha confirmado este martes en la Audiencia Provincial de Huelva el contenido del informe emitido en su testimonio. «El movimiento del vehículo tuvo que ser hacia adelante por las huellas de las piedras. En ningún momento se observa la maniobra de esquivar hacia los lados. Para dejar esa huella el conductor tuvo que pisar el acelerador con fuerza para salvar el obstáculo. Si no es así lo topa y no lo deja avanzar», declaró.

Este investigador llegó al lugar de los hechos sobre las 8.30 horas el 13 de junio, el día siguiente al de la muerte. En la inspección situó una mancha de vómito de la víctima y otra de sangre y dónde se encontraba el vehículo. Con estas tres referencias como punto de partida, determinó que había «huellas de fricción» producidas por la aceleración en una trayectoria paralela hacia donde se movió el vehículo. «Cuando acelera una rueda patina y las marcas son más intensas en la parte de delante que en las traseras, porque salva ya el obstáculo», agregó. La trayectoria fue hacia adelante unos 3,40 metros.

Con intencionalidad

Confirmó también sus conclusiones, en las que aseguró que «tuvo que haber intención de pisar el acelerador para que el vehículo avanzara hacia adelante. Si no pisa el acelerador con fuerza e intencionadamente el coche no avanza porque hay un obstáculo».

«Hice constar en el que el conductor, para sobrepasar el obstáculo, tuvo que acelerar fuerte para vencerlo», expuso. Además en el informe indicó que existía la intención de «causar el mayor daño posible», afirmación que justificó porque «si no piso el acelerador con fuerza porque noto un obstáculo y lo sigo pisando voy a hacerle mucho daño a lo que hay delante. Si gira a la izquierda o la derecha las lesiones de la cadera, por ejemplo, no hubieran sido las mismas, y sin embargo, se agravaron».

Al respecto, también relató que «hicimos la prueba de dejar la furgoneta en punto muerto con una pequeña inclinación y la podía parar. Para que me pase tiene que acelerar alguien. Si estoy agachado tiene que notar un golpe y si no acelera el coche se para delante, pero si acelero va a pasar por encima del obstáculo».

Dos agentes de la Guardia Civil, los primeros en llegar

En cuanto a los dos agentes que llegaron en primer lugar al escenario de la muerte, ambos coincidieron en señalar en su testimonio que el coche tenía “las luces de cruce encendidas” y que se encontraba «en una plataforma totalmente llana y sin desnivel».

Según el relato de uno de los agentes, recibieron una llamada a la central a las 3.30 horas de la madrugada informando de que una mujer se encontraba debajo de un vehículo. Reseñó el agente que las indicaciones que les dieron estaba equivocadas y que llegaron al lugar más tarde porque en una bifurcación había que ir a la izquierda y fueron a la derecha. Retrocedieron y tomaron el sentido contrario y encontraron al acusado que les esperaba con el móvil en la mano y les llevó al lugar en el que estaba el coche con Alicia debajo herida tras el atropello.

Los dos agentes confirmaron por separado en su testimonio que la noche era “muy oscura” y que cuando llegaron al lugar de los hechos las luces de cruce del vehículo “estaban encendidas” y que se veía “bien” delante del coche.

En cuanto a cómo se encontraba el acusado entonces, uno de ellos dijo que estaba “nervioso, alterado y cuando llegaron los médicos y certificaron la muerte le daba guantazos al coche diciendo mi novia está muerta y lo repetía. Era una actitud agresiva por la pérdida de la novia”. Su compañero comentó que lo vio “muy muy nervioso, alterado, agitado e incluso agresivo con nosotros, porque nos decía que habíamos tardado mucho desde que llamó la primera vez”.

Uno de los agentes se encargó de notificar los datos a los compañeros para pedir refuerzos y comunicarse también con los servicios sanitarios, mientras que el otro comprobó que Alicia estaba aprisionada bajo el vehículo. “Le cogí la mano derecha y no le noté pulso y no pudimos comprobar si tenía respiración” porque “no era accesible”, expuso. Tiró de ella hacia un lado pero “era imposible sacarla” y no pudieron comprobar sus constantes. Este agente le preguntó si tenía un gato hidráulico pero Manuel no supo contestarle. El Guardia Civil abrió el maletero y acabó por coger el gato del coche oficial, con el que elevó el vehículo y pudieron sacar por el lado izquierdo del vehículo el cuerpo de Alicia. “Salió boca abajo, la giramos y comprobamos que no tenía pulso y no respiraba”.

En ese momento la reacción de Manuel fue que “no podía ser, que había estado hablando con ella hasta hace cinco minutos. Estaba muy alterado, decía “no puede ser, Ali, Ali..”. Con la llegada de los servicios médicos continuó alterado. “Golpeaba el coche como muestra de rabia. Lo apartamos para preservar la escena, tuvimos que sujetarlo. Seguía alterado, llorando y revolcándose por el suelo”. Los servicios médicos le atendieron y le inyectaron un tranquilizante.

Exposición de los hechos "un poco incoherente"

Otro guardia civil que fue secretario en el atestado policial coincidió con los compañeros al señalar que el coche estaba en “una base nivelada”, en una “plataforma totalmente llana” y que hacia el lateral izquierdo si había cierta caída. Comentó que su misión era “recabar los datos” y que la versión del acusado era “un poco incoherente” y que entonces “no entendíamos cómo se le iba el coche cuando era plano, no se podía mover solo”. Antes estas contradicciones decidieron que “lo mejor era detenerlo”.

Este agente también detalló que revisaron las cámaras de las horas previas y que les localizaron en el Bar Borrego, donde cenaron, y que en un momento hicieron desde el bar una videollamada con alguien. Otra cámara exterior en un polígono les captó saliendo de un pub sobre las 2.00 horas. Se ve cómo abandonan en lugar sin que se apreciara nada raro.

Por su parte, el cabo primero que instruyó el atestado de los hechos, expuso que la patrulla uniformada les entregó el teléfono de Alicia, que lo tenía Manuel y que el del acusado lo recogieron del salpicadero del coche. Explicó que comprobaron que la primera llamada de auxilio la hizo el acusado desde el móvil de la víctima a las 3.18 horas de la madrugada. Manuel facilitó a los agentes el patrón para poder desbloquear su móvil, mientras que el de Alicia se desbloqueaba mediante huella y aseguró que fue ella quien lo abrió. Previamente a las 2.15 horas los investigadores comprobaron que hubo una llamada de Manuel con una amiga a las 2.15 horas por internet y que ella en su declaración indicó que le contó que había llegado al olivar y que escuchaba música de fondo.

Otro investigador de la Guardia Civil declaró que esa noche del atropello Manuel habló con él y le explicó cómo había sido el día y que ella condujo el coche hasta el olivar. Entonces se bajaron para orinar y “cuando volvió no la encontró y estaba bajo el vehículo y que intentó desbloquear su teléfono móvil para llamar a Emergencias”. Añadió que el acusado “no concretó exactamente” lo ocurrido y que “las llaves del coche las tenía ella y no sabía qué había ocurrido”.

Reconstrucción del accidente con un maniquí

Este agente estuvo presente en la reconstrucción de los hechos que realizó en septiembre de 2021 el ERAT (Equipo de Reconstrucción de Accidente de Tráfico) de la Guardia Civil. De hecho condujo el coche, ante el que se colocó “un maniquí” con las mismas dimensiones y peso que tenía Alicia Rodríguez para comprobar su posición y la visibilidad desde el puesto del conductor.

También declaró en la sesión de este martes otro agente que hizo fotografías del escenario donde se produjo la muerte, que describió como "un terreno erosionado y con presencia de rocas y con cierta inclinación; liso, sin socavones ni hondonadas". Sobre su trabajo, contó que desde la posición de la víctima fue buscando indicios “en forma de espiral”, recabando todos los elementos que no eran propios del entorno, el olivar, como un pañuelo. Explicó que se apreciaron las rodaduras del coche con la trayectoria de un neumático. Sobre el interior del vehículo cmentó que estaba “revuelto” y presentaba “retos terrosos en la guantera central”. En la inspección de la parte inferior del coche señaló “restos teóricos con la sangre en los bajos del coche”, en zonas con salientes, con “una especie” de tornillo o tuerca.

Diferentes posiciones

En el inicio del juicio se leyeron los escritos de las diferentes partes, posiciones iniciales que presentan lo ocurrido en un arco que va desde el homicidio imprudente al asesinato. La defensa pidió la absolución del acusado, la Fiscalía señaló que consideraba lo ocurrido como un homicidio imprudente y pedía una pena de dos años, mientras que por la acusación particular los abogados de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Huelva consideran que hay un homicidio con dolo y reclaman penas de entre 15 y 20 años. La pena más alta, de 28 años por asesinato con agravantes, la pide el abogado de la familia.

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