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Los japoneses se vuelven locos con este pequeño pueblo de Huelva: se encuentra en un valle encantado

Lo llaman el «valle encantado» por sus paisajes de cuento, donde el verde nunca se apaga y las tradiciones vinculadas al castaño que aún siguen vivas

Más de 300 moteros inauguran en Galaroza la Guía Turística de Carreteras Secundarias de Huelva

Galaroza (Huelva) adobestock

S. M.

Huelva

En pleno corazón de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, entre montes de castaños, encinas y arroyos cristalinos, se esconde Galaroza, un pequeño pueblo de Huelva que está conquistando a los turistas japoneses. Lo llaman el «valle encantado» por sus paisajes de cuento, donde el verde nunca se apaga y las tradiciones siguen vivas.

Según cuentan en un reportaje donde el equipo de Andalucía Directo visitó este pueblo tan mágico, se llevaron la misma sorpresa y entenedieron porque tiene embelesado a los turistas japoneses: «El Valle Encantado: los japoneses se han enamorado de Galaroza. Nosotros, tras dar un paseo por este precioso pueblo de la sierra onubense, no podemos hacer más que darles toda la razón«.

Galaroza, declarado Conjunto Histórico-Artístico, conserva ese aire auténtico de la sierra andaluza. Sus casas encaladas con balcones de forja se alinean en calles estrechas y empinadas que invitan a perderse sin prisa. La plaza principal es el centro neurálgico, siempre animada con el murmullo de vecinos y visitantes. La iglesia de la Purísima Concepción, con su imponente torre, vigila desde lo alto al pueblo y al valle que se abre a sus pies.

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Pero lo que más enamora —y no solo a los japoneses— es la naturaleza que rodea a Galaroza. Senderos como el que une la localidad con Castaño del Robledo o Valdelarco permiten descubrir cascadas escondidas, huertos centenarios y un bosque de castaños que en otoño se tiñe de tonos ocres y dorados. Para muchos, caminar por estos parajes es como entrar en un escenario de película fantástica.

Pueblos como Aracena, Los Marines, Fuenteheridos, Castaño del Robledo, Galaroza o Valdelarco están directamente vinculados desde el siglo XIII con el cultivo del castaño. Entorno a este tipo de árbol y a su fruto, con los años, se ha creado una cultura que, hoy por hoy, se sigue conservando en estos lugares con fiestas, tradiciones y oficios ligados a la temporada de la castaña.

Galaroza también presume de artesanía. La carpintería tradicional, conocida como «la cachonera», sigue siendo un sello de identidad: muebles y utensilios de madera hechos a mano que mantienen viva la esencia del oficio. Y, en lo gastronómico, como buen pueblo serrano, aquí reinan los productos ibéricos. Jamón, lomos y chacinas se combinan con platos caseros como las migas serranas o las setas de temporada, muy buscadas en los meses de otoño.

En definitiva, ya sea por esa mezcla de historia, naturaleza y autenticidad, Galaroza se ha colado en el radar de los turistas japoneses. Muchos llegan atraídos por las rutas de senderismo y el turismo rural, pero acaban enganchados a su ritmo tranquilo y a esa sensación de estar en un lugar mágico.

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