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El runrún: El pato de Doñana

El nacimiento de cuatro pollos de cerceta pardilla, considerado el pato más amenazado de Europa, es un soplo de esperanza que nos recuerda que hay especies más vulnerables que el lince ibérico

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Dos ejemplares de cerceta pardilla h24

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Cuando pensamos en Doñana y en el éxito de las políticas conservacionistas, la imagen que acude a la mente es casi siempre la misma: la estampa elegante y esquiva del lince ibérico. Durante décadas, este felino se ha convertido, por méritos propios, en el gran emblema de este espacio natural. Pero ese protagonismo, a veces, deja en la sombra otras batallas silenciosas, dramas de supervivencia que se libran en el mismo territorio y que afectan a especies cuyo futuro es aún más incierto. Es el caso de la cerceta pardilla.

Esta semana hemos sabido que, por primera vez, una pareja de esta especie ha logrado criar en terrenos del entorno de Doñana gestionados bajo los denominados «acuerdos de custodia». El resultado: cuatro nuevos pollos. La noticia podría parecer menor si no fuera porque hablamos del pato más amenazado de Europa, una especie en peligro crítico de extinción. Este pequeño éxito, logrado en el Paraje Natural Brazo del Este gracias a unas actuaciones para mejorar el manejo del agua en una finca, es un soplo de esperanza.

Lo interesante de este logro es el mecanismo que hay detrás: el Marco de Actuaciones para Doñana, que financia acuerdos con propietarios privados para que su gestión del territorio –desde los desagües hasta el pastoreo del ganado– beneficie directamente a la biodiversidad. Es la demostración de que la conservación no solo se hace dentro de los límites del Parque Nacional, sino implicando a todo el entorno.

Y aquí es donde la historia vuelve a conectar con el lince. Muchas de las grandes actuaciones de este marco, como las previstas en las fincas de Los Mimbrales o Las Marismillas, están pensadas para mejorar el hábitat del conejo, su principal sustento. Pero al crear majanos, sembrar leguminosas o recuperar pequeños humedales, no solo se beneficia al gran felino. De forma paralela, se crean refugios para lechuzas y cernícalos, se favorece a los anfibios y, por supuesto, se recuperan zonas de nidificación para aves acuáticas como la cerceta.

El nacimiento de estos cuatro pollos es el mejor recordatorio de que, aunque la recuperación del lince es un triunfo incuestionable que debemos celebrar, la verdadera salud de Doñana se mide en la fortaleza de todo su ecosistema, y cada especie salvada, desde el depredador más emblemático hasta el pato más vulnerable, es una victoria que refuerza el futuro de este espacio natural único.

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