El testimonio de la trama de los bebés robados: «Si mi madre no llega a llevarse a mi hermano en una sábana, se queda sin otro hijo»
La presidenta de SOS Bebés Robados, Esperanza Ornedo, transmite el sentir de las familias ante el inicio de las exhumaciones: «Es un volver a nacer»
Tras el «palo» que supuso el archivo judicial de sus causas, afrontan con nerviosismo y esperanza la posibilidad de cerrar décadas de dolor
Luz verde a las exhumaciones en el cementerio de Huelva para buscar a los bebés robados

El inicio de los trabajos de exhumación en el Cementerio de La Soledad de Huelva ha supuesto un punto de inflexión para las casi 200 familias representadas por la asociación SOS Bebés Robados. Después de 14 años de lucha y tras el bloqueo de la vía penal, la autorización de la Junta de Andalucía para excavar en la fosa común representa, en palabras de la presidenta del colectivo, Esperanza Ornedo, «un volver a nacer«.
Este paso llega tras un largo proceso administrativo que se inició hace siete años y que se convirtió en la única salida posible después de que la Audiencia Provincial de Huelva cerrara las investigaciones por prescripción. «Fue un palo, es un poco como que ya estábamos acabados. Judicialmente no se nos permitía hacer absolutamente nada«, explica Ornedo. Aunque las autorizaciones estaban concedidas desde finales de 2018, la asociación ha mantenido la discreción hasta ahora por la complejidad del proceso. »Ha sido un trámite bastante largo, muy lento, con muchísima demora, donde ha habido que contar con trabajo de profesionales y respetar los tiempos«.
La emoción de este momento se mezcla con la tensión de la espera. «Las familias están muy nerviosas, con los nervios perdidos porque no saben si van a encontrar algo o no. La incertidumbre es lo peor que puede tener una persona«, afirma. El objetivo final es, lógicamente, »saber si sus hijos se enterraron aquí. Si se encuentran los restos, terminarían con esta pesadilla, con esa pelea interior y ese dolor«.
Relatos de lo inverosímil
La insistencia de la asociación se fundamenta en un patrón de relatos que se repiten con una sospechosa frecuencia. Son historias de familias que recibieron una caja cerrada, de incongruencias en la documentación y de una sistemática falta de respuestas. Esperanza Ornedo detalla algunos de los casos que ejemplifican el 'modus operandi' denunciado.
Uno de los más impactantes es el de una madre de El Campillo que dio a luz en el hospital Manuel Lois. Tras pasar dos días con su bebé «morenito», una monja se lo llevó para bañarlo y regresó con un niño rubio. Ante la protesta de la madre –«Oye, mira, que este no es mi hijo»–, la respuesta fue una amenaza directa: «Le dijo la monja que mejor que se callara, porque ese era su hijo y punto. Que si no quería perderlo, ya sabía lo que tenía que hacer«. La mujer, aterrorizada, obedeció y guardó silencio. Pocas horas después, le comunicaron que el bebé había muerto. La familia siempre ha creído que »se dieron cuenta de que ella había descubierto el engaño y dijeron: 'Mejor lo quitamos de en medio y se acabó el problema'«

La traumática experiencia de esta madre no terminó ahí. Tiempo después, su otro hijo, de dos años, fue ingresado por una fiebre alta. En sus visitas, observó que la habitación se llenaba de juguetes y peluches. Una monja le dijo que «una familia que pasaba por allí se había encariñado con el niño». El miedo a revivir la misma historia le hizo reaccionar: «Cuando se fue la monja, lió al niño en una sábana y, malito como estaba, se lo llevó a su casa«, relata Ornedo. La conclusión de la familia es evidente: »Si mi madre no llega a hacer aquello en ese momento, se queda sin su segundo hijo«.
Otro caso, ya en este siglo, ocurrió en 2001. Fue en un parto gemelar e ilustra perfectamente la surrealista gestión de las defunciones. Tras la supuesta muerte de uno de los bebés, el médico indicó al padre que fuera al mostrador a firmar los papeles. Allí, el personal negó tener conocimiento de ningún fallecimiento. Le invitaron a tomar un café y, a su regreso, la situación había cambiado drásticamente: «Ya le tenían preparada la documentación para firmar la defunción de su hijo. De la nada, de momento, ya estaba todo». Cuando el padre pidió enterrar al niño, no se lo permitieron. El caso fue denunciado ante el Tribunal Constitucional.
Una lucha contra el tiempo
La intervención en el cementerio está meticulosamente planificada. La primera fase aborda ocho exhumaciones en puntos de la fosa común señalados directamente por las familias. «Son padres que acompañaron la cajita a la hora del enterramiento, pero en ningún momento vieron lo que había dentro«, recuerda Esperanza. Después, hay otras cinco excavaciones puntuales pendientes.

La fase final será el levantamiento general de los laterales de la fosa, ya que el informe de investigación de la asociación, basado en testimonios de profesionales, apunta a que era allí donde se producían enterramientos irregulares. La colaboración con el laboratorio de la Universidad de Granada será clave para el cotejo del ADN.
Esta victoria, sin embargo, llega tarde para muchos. «Tanto madres como padres se han ido ya, muchísimos de ellos, incluyendo el mío. También personal sanitario. El tiempo juega en contra nuestra», lamenta Ornedo. La presidenta recuerda que, antes del cierre judicial, la causa en Huelva tenía «18 imputados y quedaban 30 relacionados por decidir».
Por todo ello, hace un llamamiento a cualquier persona que tenga dudas. «Que contacten conmigo directamente, mi teléfono es público y está en las redes sociales. Les daré los pasos a seguir». El mensaje se extiende a los propios hijos, hoy adultos, que sospechen sobre su origen, sean adoptados o no. «Que se acerquen a nosotros de forma anónima, vamos a respetar su información. Es necesario que vengan y se puedan hacer la prueba de ADN para saber si corresponden a alguna familia». La decisión sobre qué hacer después, subraya, será solo suya: «Ya eso va en función de lo que cada uno quiera hacer, de lo que le nazca del alma».