CARTAS AL DIRECTOR
Una de príncipes
Ojeando las ciberpáginas de periódicos virtuales (ya que esto de hojear ha pasado de moda), doy con una noticia que merece unos renglones por aquí: 'El principe Harry compara su asesinato de talibanes con un juego de Play Station'. Pues sí, tenemos lo que merecemos.
Hemos formado a una estirpe de ídolos en los laboratorios dela ingeniería social, ídolos que como futuros reyes campan a sus anchas y contotal impunidad ante los ojos de medio mundo, por apartar de este hecho al otromedio que sufre las consecuencias pero no se percata de lo que tenemos.
Personas que a base del talonario semi-infinitode su familia (y mantenido por el pueblo que miles de veces les colocaalfombras señoriales allá por donde caminan mientras se llevan a la boca lopoco que les queda de comer) han sido formadas en la vergüenza de la supremacíadel poder.
Personas a las cuales la vida de otras personasles importa lo mismo que a mí el cociente intelectual de media chusmatelevisiva.
Personas que se calzan las botas y se colocan elfusil mientras disparan como un juego de consola contra medio mundo, mientrasel otro medio mira, aplaude y sonríe.
Talibanes.
No sabemos quién se esconde tras esta malintencionadapalabra, pero lo que si tengo por seguro es que la serie de principios querigen a parte de esta sociedad me avergüenza.
Quizás la agenda política de nuestros gobernantes pase porcastigar sin pudor a este pueblo como si de otro videojuego se tratase.
Quizás la era de juegos como Age of Empire noesté tan desfasada, y Monopoly haya sido el juego en el quebanqueros y especuladores se han basado para desbancar a este país y comosiempre hacer que acabe ganando la banca.
Sin más, nosotros, volvemos a adentrarnos en la vida de unsimple personaje de Los SIMS. Quién tenga suerte: a trabajar adestajo para poder cuidar a tu familia, comer y mantener un hogar. Y quien nola tenga a intentar que la vida le sonría para así poder cubrir susnecesidades.
Y mientras seguimos batallando contra esta difícil partida,lo demás lo dejamos para otr@s.
Juan María González Ortega