Carta al director
Ermita versus aldea, debate en Lepe
El lector se hace eco del debate suscitado en Lepe sobre la forma de denominar la población del recinto romero de la Bella. Él defiende como adecuado 'ermita' por tradición y lógica y opone a éste el de aldea, que parece estar tomando auge como una novedad que considera copia de otras tradiciones y que no se ajusta a la realidad.

De un tiempo a esta parte se vienen sintiendo en el ambiente romero de nuestro pueblo ciertos aires de cambios que me suscitan algunas opiniones e ideas, algunos de los cuales han penetrado con tanta fuerza en el colectivo común de mismo que han tambaleado sentidos tan necesarios como el común. En estos aires nuevos que llegan, como en todo, hay cosas positivas y otras no tanto pero en cualquiera de los casos requieren la participación, compromiso y búsqueda de soluciones, no sólo de la Hermandad de Nuestra Señora de la Bella - vaya por delante mi reconocimiento - sino de todo el pueblo de Lepe.
Quizás el detonante que me ha llevado a poner por escrito las mismas este referido a un suceso particular que pude presenciar en la final de esta última edición del Certamen de Lepe por Sevillanas. En este sentido sucedió, en el instante de la presentación de la sevillana de calentamiento de uno de los grupos (Tradiciones Leperas) un hecho cuanto menos curioso y que obliga llegados a este punto que nos detengamos a reflexionar sobre la dirección que los hechos y acontecimientos están tomando. Dicha sevillana estaba referida a las casetas, chozos y casas de la ermita o recinto romero tal y como mencionaba su autor (Rufo Mellado), la sorpresa fue la rápida intervención por parte de algún asistente, curiosamente perteneciente a la Junta de la Hermandad, en aclarar que eso era también la aldea con la consecuente tensión que se generó entre público, grupo, jurado y el propio espontáneo (Francisco Toscano), entre partidarios y detractores del nombre, a lo que habría que añadir que el teatro casi en su totalidad apoyaba el de ermita.
Ello me supuso una rápida reflexión, ¿es momento y lugar para sacar a relucir dicho tema?, desde mi punto de vista fue inapropiada en todos los sentidos, fuera de lugar y tono. Lugar porque el patio de butacas de un teatro, en una final de cante con los nervios lógicos del momento, no es el sitio para traer a colación tal asunto; y tono porque las formas no fueron las apropiadas por parte del ilustrado que sacó a relucir el término ‘aldea’. Es esto último, quizás, lo más grave y lo que motiva estas líneas, la actitud inquisidora que se mostró en recriminar, corregir o denostar el concepto de ermita, la cual parece obligada a estar precedida de la palabra aldea, como si ella por sí misma no tuviera entidad y fuera el apellido de la primera, al no reflejar por lo que se ve, la universalidad que se pretende imprimir a nuestra romería en estos tiempos.
Esta discusión y debate, ermita versus aldea, cada vez más extendida en nuestro pueblo resulta curiosa más aún cuando es el primer concepto el que tiene sentido histórico por sí mismo, de hecho etimológicamente la palabra ermita deriva de eremita (persona que vive solo, apartado) y designa el lugar en el que vive éste, con lo que la existencia del convento o eremitorio franciscano que se ubicó en la falda del cabezo y que albergó a Nuestra Señora de la Bella, germen donde se construiría muy posteriormente la ermita contemporánea para albergar la imagen en la romería, es su mejor antecedente como nombre para este lugar. Además es así como ha pasado generación tras generación en el colectivo común y popular del sentir romero lepero. Pero más aún, por más que se traiga a colación el nombre de aldea éste no dejará de ser algo ficticio, como un pretendido artificio a la realidad lógica del término municipal.
En esta línea la tan recurrente definición de la RAE, expuesta un poco sui generis en el teatro aquel día y alguna que otra red social posteriormente, del concepto de aldea ...pueblo de corto vecindario y, por lo común, sin jurisdicción propia permitiría incluir no solo a la ermita en esta categoría, sino a otros muchos núcleos leperos; ya puestos porqué no una aldea de la Antilla, una aldea de la Barca, o una aldea de Pinares y mejor aún una pedanía de Valsequillo. Con todos, seríamos el término municipal con más aldeas de todo el territorio nacional, porque mire usted así somos los leperos y ya puestos... Además me pregunto ¿porqué aquellas personas que sacan enseguida la definición de la RAE para argumentar su nombre no acuden igualmente al Instituto Nacional de Estadística? En el mismo por más que se busque no aparecen aldeas asociadas a Lepe, los conceptos son simplemente - al seguir la lógica propia - Núcleos de Población y éstos son, Antilla, Barca, Catalán, Lepe, Pinares, Terrón y Diseminado, con poblaciones que oscilan entre las 24.668 y las 15 personas domiciliados en ellos, y como se comprueba en ningún punto aparece la ermita ni tan siquiera como núcleo de población, por más casas que tenga y personas que allí vivan todo el año.
Desde luego este tema concreto es tan sólo uno de tantos otros que a día de hoy vienen siguiéndose en las redes sociales, charlas de mostrador o incluso reuniones de amigos y que están en relación con las modificaciones y cambios que se han desarrollado en los últimos tiempos en nuestra romería, añadir un día más, que la virgen salga por la tarde, exceso de protocolo, etc. Ello ha generado una división en el pueblo bastante caldeada que no tiene visos de enfriarse sino más bien al contrario ir a más, como quedó de manifiesto en el teatro, entre detractores y partidarios de la situación actual. Con todo los respetos a la junta directiva de la hermandad, quizás sea el momento de tomar el pulso a la realidad que impera en el pueblo y escuchar las voces que recuerdan otra romería, la universalidad de la misma no reside en sus protocolos, su crecimiento, aspiraciones futuras, etc. radica en las personas, en la manera de tener presente sus costumbres, raíces y cultos religiosos tanto individuales como colectivos.
Por todo ello y retomando el tema inicial, no alcanzo a comprender los motivos que llevan a determinadas personas a insistir, de un tiempo a esta parte, en ese concepto y denominar a este paraje y en definitiva lugar de culto con el apelativo de aldea y trastocar toda la tradición popular con todo aquello que respecta a su romería y las manifestaciones que la envuelven, como en un intenso afán por huir o relegar al olvido aquello que le es identitario al pretender, quizás, mirarse en el espejo de otras romerías, fiestas religiosas, hermandades, lugares de culto, etc. Creo que es el momento de plantearnos qué celo y cuidado estamos ejerciendo en no modificar, alterar o cambiar las señas de identidad de nuestra romería, la cual es grande por sus gentes y el modo en que la vive y hace suya con todas sus vertientes, religiosa, festiva y lúdica.
Luis Bernal Martín