La Virgen del Rocío regresa tras su restauración entre vivas y tras un emotivo rezo de la Salve

La Virgen del Rocío vuelve a presidir su Santuario. La patrona de Almonte ha sido repuesta al culto en la mañana de hoy tras el proceso de restauración al que ha sido sometida la imagen. Los rocieros ponen fin a una impaciente espera que se ha prolongado durante casi tres meses.

A las diez de la mañana se han abierto las puertas del Santuario marismeño. Desde mucho antes, las puertas del mismo aparecían atestadas de fieles y devotos que esperaban con ilusión el momento de volver a reencontrarse con la Blanca Paloma. Entre vivas a la Virgen y tras un emotivo rezo de la Salve, las puertas se abrían y permitían contemplar a lo lejos, a los pies de su camarín, a la Virgen del Rocío ya restaurada.

Han sido momentos de especial emoción y de sentimientos a flor de pie, de móviles en alto grabando ese reencuentro con la patrona de Almonte y de fotos rápidas para enviar esa estampa de la Virgen del Rocío a los rocieros que no pueden estar junto a ellas. Vivas y palmas se entremezclaban con las campanas que anunciaban por todas las tierras de Doñana que la Virgen había vuelto. Con las manos aferradas a la icónica reja y los ojos clavados en su mirada, se iban sucediendo de manera espontánea rezos, salves, plegarias y sevillanas en honor a la Virgen del Rocío.

La Virgen del Rocío luce radiante tras los trabajos realizados por la restauradora Fuensanta de la Paz, doctora en Bellas Artes y encargada en esta última década del cuidado y seguimiento del estado de la imagen. Aparece entronizada en el plan de altar elevada sobre la peana de su paso pero sin el palio, a fin de que se aprecie mejor el resultado de la intervención. Así permanecerá hasta el próximo mes de enero, cuando se reanude el calendario de peregrinaciones extraordinarias.

Luce la Blanca Paloma el conocido como «traje de los Montpensier» o «de la coronación», recientemente restaurado también por el IAPH. La Virgen y el Pastorcito lucen las coronas de la coronación canónica de 1919 y las ráfagas de punta de martillo, en plata sobredorada. Rosas de cera en varios tonos exornan a la imagen en este reencuentro con sus hijos.