Llegó a la costa onubense en 1943

En recuerdo de William Martin en el 75 aniversario de la aparición de su cadáver

En estos mismos días del mes de abril, pero en el año de 1943, Huelva se preparaba para recibir la visita del Jefe del Estado General Franco, al que se haría entrega de la Espada de la Victoria concedida por el ayuntamiento de la ciudad y costeada por suscripción entre los de las capitales de toda España. Pero para lo que no se había preparado, era para la aparición en la playa de la Mata Negra cerca de Punta Umbría, del cadáver de un marino inglés con una carpeta de cuero atada a su cuerpo.

En recuerdo de William Martin en el 75 aniversario de la aparición de su cadáver

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En recuerdo de William Martin en el 75 aniversario de la aparición de su cadáver

Casualidad o causalidad…  Lo cierto es que la aparición de ese cadáver que respondía a la identidad de mayor William Martin, era el punto final de una operación cuidadosamente preparada desde el MI5, servicio de inteligencia británico, para facilitar el desembarco aliado en Sicilia desde las costas del norte de África.

En recuerdo de William Martin en el 75 aniversario de la aparición de su cadáver

Con estas palabras, sacadas de una novela sobre el mayor Martin escrita por Sir Duff Cooper, comienza mi libro sobre la increíble historia que hace 75 años tomó Huelva como eje central de la Operación Mincemeat.

“Estaba a punto de amanecer cuando el submarino emergió en la superficie. La tripulación se alegró de respirar aire fresco y puro o todavía le satisfizo más librarse de su extraña carga. Quitaron las envolturas y el teniente saludó militarmente mientras colocaba, lo más suavemente posible, el cadáver de aquel oficial, que vestía impecable uniforme, en la superficie del agua. Soplaba una ligera brisa hacia la playa y la marea subió. De modo que Willie fue a la guerra, por fin, con sus galones de mayor en los hombros y una carta de su amada junto a su inmóvil corazón…”.

Sucedió en la madrugada del 30 de abril de 1943 y mientras que el submarino Sheraph, al mando de capitán Norman Jewell, se alejaba en dirección al estrecho de Gibraltar, el cadáver de un marino inglés con una carpeta de documentos atada a su cintura se dirigía a la playa de la Mata Negra. Esa carpeta contenía unas falsas cartas que debían inducir a los alemanes a creer que el desembarco de los aliados desde Túnez se alejaría de la cercana Sicilia para dirigirse a Cerdeña y el Peloponeso.

¿Pero en que consistió una operación tan milimétricamente calculada y que respondía al llamativo nombre de Carne Picada…? Cuando los padres de la idea, Edwen Montagú y Charles Cholmondeley, se enfrentaron, desde el MI5 a la compleja operación de engaño, supieron que necesitarían de varios elementos para configurar la trama: un cadáver con determinadas condiciones, una identidad, una documentación falsa y un lugar donde lanzarlo al mar.

El cadáver debía haber fallecido por pulmonía para presentar similitud con una muerte por sumersión. Como identidad se le adjudicó la del capitán en funciones de mayor William Martin. La documentación iría en forma de cartas de miembros del alto mando aliado que se cruzarían datos falsos sobre los proyectos de desembarco y el lugar donde abandonarlo necesitaba de buena cobertura diplomática, tanto alemana como británica, así como unas determinadas condiciones meteorológicas que facilitasen la arribada del cuerpo a la playa.

En recuerdo de William Martin en el 75 aniversario de la aparición de su cadáver

El cadáver, según manifestaría años más tarde el Gobierno  británico, correspondía a Glyndwr Michael, fallecido en el hospital de Saint Pancras de Londres, y la cobertura en Huelva, como lugar elegido para soltar el cadáver, estaba asegurada por ambos bandos, con la familia Clauss por parte alemana y Francis Haselden por la británica, además de unas favorables condiciones decoeficientes de mareas y de dirección del viento, suma de circunstancias más que suficiente para que el MI5 decidiese, con la autorización del propio Churchill, dar luz verde a la operación.

Resulta difícil entender como la Huelva olvidada de la primera mitad de los años 40, guardara entre sus habitantes las tramas de espionaje, comandos operativos y una amplia red de informadores que se movían por la ciudad, convirtiéndola en una pequeña Casablanca.

Con todo este bagaje, la aparición del cadáver convulsionó la pequeña población que era Huelva. Idas, venidas, múltiples teorías sobre el trasiego de las supuestas cartas que, finalmente, consiguieron el propósito británico delograr que los alemanes reforzasen las zonas de Cerdeña y los Balcanes, abandonando Sicilia, lo que sin duda evitó la muerte de miles de soldados de ambos bandos así como, posiblemente, un adelanto en el final de la guerra.

En recuerdo de William Martin en el 75 aniversario de la aparición de su cadáver

De aquellos días es difícil olvidar los nombres del Dr. Fernández Tormo y su hijo, el Dr. Fernández Contioso, forenses que con su diagnóstico muy bien podían haber tumbado la operación, dados los graves fallos que la documentación que acompañaba al cadáver presentaba en relación a la data de su muerte; José Antonio Rey María, el pescador que descubrió el cadáver flotando o Francisco Morales, mi querido amigo Paco, única persona que vive en la actualidad de las que participaron directamente en aquellos convulsos días, junto a su padre Emilio como responsable de la funeraria La Magdalena. Sin olvidar a familias que aún permanecen en Huelva dos generaciones después: Naylor o Clauss. Todos ellos tienen un hueco en una de las másenigmáticas historias que rodearon el círculo del espionaje en la II Guerra mundial.

En el trabajo de campo de mi libro, se llegó con la colaboración de la Universidad de Huelva, a efectuar una prospección con georradar de la tumba  del cementerio de La Soledad sin que la prueba arrojase luz sobre la certeza de que exista un cadáver en ella.  

He pasado muchas horas ante la tumba número 46 del sector San Marcos de nuestro cementerio, en la solitaria compañía de quien considero mi amigo Willie, un amigo del que se más cosas que el mismo, conozco sus amores, sus aficiones y, sobre todo, conozco lo que hizo aunque el no llegará a conocerlo… Lo he hecho en emocionado silencio junto al enorme ciprés, hoy talado,  que aportaba luces y sombras a la tumba como el subtítulo de una historia de intriga. Yo mismo he buscado múltiples caminos en pos de la verdadera identidad del ocupante de la tumba oculta bajo la leyenda: “Dulce et decorum est pro patria mori”… ¿Quién reposa en ella…? ¿Glyndwr Michael, Reginald Harrison, Evelyn Howells, uno de los 379 marineros muertos en el hundimiento del portaaviones Dasher…? O será realidad aquella llamada telefónica a doña Isabel Naylor… “Señora no ponga más flores en una tumba que está vacía…”

En recuerdo de William Martin en el 75 aniversario de la aparición de su cadáver

Hoy 75 años después, esté o no ocupada, siempre tendrá mi cariño, tanto que prefiero vivir con la leyenda de que ciertamente reposa quién quedó para siempre en el recuerdo de los que seguimos poniéndole flores a miles de kilómetros de su lugar de nacimiento, rodeado por el clima de un rincón lleno de sol y mirando la ría y la marisma.

Descanse en paz…

Diego Lopa, autor del libro ‘Las caras ocultas de Huelva en la II Guerra Mundial. William Martin,

el hombre que nunca existió”.

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