Bonus

Telefónica anuncia que va a despedir a un 20% de su plantilla en España (unos 6.000 trabajadores) al mismo tiempo comunica que va repartir, entre sus directivos, bonus por valor de 450 millones de euros en forma de acciones de la compañía.

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Durante los próximos cinco años (sólo el presidente César Alierta y dos de sus directivos se repartirán unos 50 millones).  Al tiempo, para meterse en el bolsillo a los accionistas que deben aprobar este despropósito, va a repartir entre los mismos 6.900 millones en dividendos (¿dame pan y dime tonto…?).

Mientras, a nivel de calle, vamos ya cerca de los 4,5 millones de parados, multitud de pequeñas empresas siguen cerrando y la morosidad sigue en aumento… y lo que queda.Desde mi ignorancia en asuntos de leyes y mi agnosticismo en materia de política, pregunto: ¿no hay forma de regular esto?, ¿cómo es posible que una empresa que obtiene ese porcentaje de beneficios y que se encuentra entre las más importantes a nivel mundial pueda justificar la necesidad de despedir a ese número de trabajadores al tiempo que sus directivos se autopremian de esa forma tan carente de recato?.

Hace un tiempo saltaba a la palestra la prejubilación millonaria de un consejero de BBVA, después vino la supresión (¡una raya en el agua!) de 25 millones en bonus que se habían concedido los anteriores consejeros de Cajamadrid por parte de los actuales, y ahora esto.  Es un suma y sigue donde, si bien, estamos a lo que la independencia de las empresas marca, quizás convendría aplicar algún criterio de cierta solidaridad en el apriete de cinturones y no sea siempre para los mismos.  Yo propondría un boicot para que dejáramos de hablar por teléfono y navegar por internet pero me temo que sólo serviría para que se despidiera a un 30% de la plantilla, o al 40% o…lo que hiciera falta para que los beneficios se mantuvieran y, por tanto, los bonus.  Al final sólo me queda manifestar mi estupor e impotencia.

En verdad admiro el arte de un tipo como Alierta. Uno repasa su biografía y los premios y reconocimientos se le agolpan en la estantería, sin embargo parece ser que sólo la inoperancia de los procesos judiciales y la prescripción de delitos consiguieron que esquivara la condena por uso de información privilegiada durante la privatización de Tabacalera, de la que también fuera presidente a finales de los 90. Sigo leyendo su currículum y…, ¡ah, espera!, que tiene un máster por la Universidad de Columbia. Bueno, entonces me callo… (Mamá, quiero ser artista…).

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