Seducción
El agua del lago, que parecía líquida, que se sentía líquida y en calma, acogedora, se comportó como un diamante pulido, y duro al contacto con la piedra. “Si vienes con esos modos me encontrarás siempre así”, parecía decirle.
La fuerza de reacción en contra es siempre proporcional a la que se le aplica al elemento, o al ser vivo, o a la persona; incluso al grupo de personas.
En la guerra, en la política o en el deporte, esta época que nos toca vivir es la época de la solidez en la reacción. Se ha defenestrado la seducción. Nadie entra en el seno del lago despacio, dejándose mojar. Ahora salimos rebotados porque empaparse del que tienes enfrente mancilla la victoria. Hay deportes como el rugby que son flexibles a las culturas que lo practican y a las filosofías que lo modifican. Los rocosos y violentos sudafricanos, los mecánicos franceses –hace años que no descorchan el champán-, los tradicionales ingleses y escoceses. Todos ellos y muchos otros se han tenido que enfrentar a sus lagos, uno de ellos el profundo y negro de Nueva Zelanda, y normalmente salían rebotados como piedras rápidas y violentas. Tuvieron que llegar los estrategas del sur para explicarles que para nadar hay que mojarse, y que la seducción no está reñida con la competición. Inglaterra, Irlanda y Sudáfrica decidieron emprender el camino, y en ello siguen. Y en las escuelas de rugby de todo el mundo se enseña que sin flexibilidad no se gana.
De nuevo una importante lección sale de ese laboratorio de experimentos sociales que es el deporte. Una lección que bien nos vendría que nos aplicásemos en nuestro día a día, en las redes sociales, y en lugares tan importantes como parlamentos y salones de plenos. Sí, el que tienes enfrente es un rival, en eso estamos de acuerdo; pero en cada encontronazo con él nos vamos a llevar parte de su alma. Solo se gana siendo flexible y mojándose de la materia de la que está hecho el que está en frente. Lo demás es un teatro histriónico y ridículo, no es ni siquiera competición, porque en realidad esta se rehúye. En el rugby, que es un deporte de evasión y de contacto, cada partido, ganado o perdido, cambia a los equipos y a los jugadores, porque siempre salen del campo maravillosamente contaminados de la filosofía de sus rivales. Ese es el camino.