El pirata se desata… y olé

Huelva se infiltra en el Assassins Creed 4 Black Flag. Se trata de la última entrega de una saga de videojuegos desarrollados por Ubisoft, todo un éxito de ventas a escala mundial. La acción se enmarca en el Caribe del siglo XVIII, en pleno apogeo de la piratería, pillaje y sangrientos abordajes. ¿Que dónde está la vinculación con la provincia onubense?, he ahí la cuestión. “Tenga pena si te veo y si no te veo, doble, no tengo más alegría que cuando nombran tu nombre, se alegran las penas mías”. Este es el fragmento de uno de los dos fandangos choqueros (de Santa Eulalia en este caso y del Cerro del Andévalo el otro) que suenan en una taberna de la Habana en 1715, con su preceptivo acompañamiento de guitarra y palmas con mucho arte y salero. Olé.

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Mientras, estupefacto, el protagonista, Edward Kenway, presencia la peculiar performance en la tasca, con pinta de apetecerle una Cruzcampo (o una caja entera), un rebujito o un fino, con sus aceitunas, su tapa de tortilla y media de chocos, jefe. Dos andrajosos figurantes, hasta arriba de estramonio (o algo por el estilo), agitan y sacuden piernas y brazos como si trataran de ahuyentar a una jauría hambrienta y agresiva de pulgas, garrapatas y/o ladillas que se han cebado con ellos. Ah, no, que están bailando flamenco. La revelación es demoledora. 

¿Eso quiere decir que los cubanos inventaron una de las raíces más distintivas de nuestro folclore? ¿O es que Colón y su séquito (y por ende los posteriores colonizadores) dedicaban sus largas travesías en las carabelas a engendrar los esbozos de esta reliquia cultural? Un ‘tablao’ en la 'Santa María'… que este artículo no llegue a Hollywood o en breve será un estreno en 3D. Posteriormente, intuyo que evangelizaron a los nativos del que sería Nuevo Mundo con ese legado tan castizo, de ibéricas maneras. De ahí la estampa en la taberna habanera. Todo un hallazgo.    

Me siento más confuso que viendo un capítulo de la serie de La 1 ‘Águila Roja’. Me quedo ojiplático e hipnotizado con las peripecias de un ninja justiciero (que además resulta ser padre soltero y profesor, amigo de sus amigos y que ayuda a cruzar la calle a ancianitas en sus ratos libres) que protege a los oprimidos de los abusos cortesanos en la España del siglo XVII. Todo ello con un acompañante que ejerce las veces de lacayo-bufón-escudero. Me siento estafado por mis profesores de Secundaria. Me ocultaron que un saltimbanquis con espada ridiculizaba a la guardia real y burlaba al sistema con pasmosa facilidad. Tengo lagunas históricas. ¿Quién soy, cuáles son mis orígenes? Voy a echar una partida al Assassins Creed 4, a ver si consigo encontrarme a mí mismo. 

Robert Towne, guionista de Misión Imposible II, fue un gran precursor del ‘freestyle’ (estilo libre) histórico, al rodar en Sevilla un gazpacho de tradiciones españolas, con mucho rigor… mortis. Simultaneó a nazarenos hispalenses con falleras valencianas, junto con corredores navarros de Sanfermines (uniformados con su preceptivo pañuelo rojo) aderezando el puré de festejos peninsulares con la ‘cremá’ de un paso. 

Ante estos precedentes, el error de contexto en el videojuego sería casi pecata minuta. Lo estoy visualizando. En la tómbola de las Colombinas de este año,  el Assassins Creed 4, el regalo estrella en las rifas. “El pirata se desata, oiga”.    

@ManuelGGarrido

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