Ahora

A un tonto le das una guita y no veas la que lía. Desconozco la estrategia política que lleva adelante el Partido Popular, pero si tocarle los cataplines al personal es uno de sus capítulos más determinantes, entonces podemos asegurar sin el más mínimo temor a equivocarnos, que con esto de cambiar la ley del aborto y volver a las andadas desde luego lo han clavao.

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Una cosa es que no tengan oposición, que se rían de quienes no tienen otra cosa que decir más que todo está requetemal, y otra muy distinta es que los del Partido Popular piensen que todos somos igual de gilipollas. Una cosa es que hayan ganado las elecciones y que en las próximas vayan a arrasar, y otra muy distinta es o será que los españoles vayamos a confundir el hecho, loable, es cierto, de que nos hayan sacado del marrón en que nos metió el disloque del que no falte de ná zapateril, para que ahora nos vengan con una política propia de la derechona más rancia y casposa. Porque no sé a ciencia cierta si sabrán Rajoy y compañía que en España existe la soberanía nacional, de la que tanto hablan aparentemente sin saber qué es, pero sí, la Constitución establece que la soberanía reside en la nación, en el conjunto de todos los españoles, de ahí que igual que todos deberemos decidir, en su día y si se terciara, sobre la estulticia de la independencia catalana, que todos tenemos en nuestra mano, también y que lo sepan, echar al señor Rajoy y su combo flamenco del gobierno, incluida la señora ministra de Empleo, la que confió su trabajo a la Santísima Virgen del Rocío en lugar de hacerlo ella, que para eso le pagamos con nuestros impuestos un jornal más que decente; e incluido el señor Gallardón, con esa pinta de estirao y de estar por encima del bien y del mal, que del bien no sé, pero del mal fijo. Del mal está muy por encima, viéndole como le vemos hacer barrabasadas como esta de fastidiar la ley del aborto por que sí, porque le sale a él de la bolsita donde guarda los espermatozoides que parece que se le vayan a escapar. Que a lo mejor por eso está tan estira o el hombre. 

Pues no. Se acabó. Que hay que acabar con la crisis, hombre pues claro. Pero una cosa es acabar con el dislate y otra pensar que ya para toda la vida vamos a tener que estar los españoles jodidos, sin un duro y con unos presupuestos esmirriados en conceptos tan esenciales como la educación o la sanidad. Total, para que aumente el número de millonarios en España –un doce y pico por ciento más de millonarios en 2012, en plena crisis– no hace falta que nos bajen los sueldos o que minimicen las prestaciones sociales a quienes menos tienen o a quienes nada tienen, para eso basta con tirar una bomba atómica en el mismísimo palacio de la Moncloa y acaban con el pastel de una vez por todas. Ahora sí, si lo que pretenden es que unos pocos vivan como reyes y los demás no tengamos ni para pipas, entonces rompemos la baraja y los que tiramos la bomba atómica somos nosotros, los desheredados, los parados y los currantes, los que somos pobres sólo en la nómina pero no en el espíritu. Si hay que volver a levantar una bandera roja, no tienen ustedes más que decirlo y empieza la fiesta. Sepan vuesas mercedes que siempre estaremos dispuestos, listos y preparados para cambiar de guitarra.

(A don Mijail Timoféyevich Kaláshnikov, in memoriam)

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