El fotoperiodismo como anclaje ético y de credibilidad
Es imprescindibles seguir contando con profesionales que sustentan sus trabajos en la ética y la credibilidad. Sus narrativas nos sirven de anclajes para los que creemos en el valor del fotoperiodismo y del periodismo como instrumentos necesarios para sostener sociedades con personas libres
¿Imágenes que conciencian o que anestesian?
Ya no valen las palabras
Una libertad de prensa, muy tocada
 
 
Huelva
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Iniciar sesiónFestcomarcasphoto, iniciativa promovida por la entidad We are photo, o mejor dicho por los fotógrafos Juan Luis Rod, Juan Sande y María Clauss, no sólo se ha convertido en una cita obligada para disfrutar de la fotografía, así como del pueblo onubense que anualmente se convierte en su sede, sino también en un espacio para acercarnos a las luces y a la sombras del mundo a través de la creatividad y la mirada de profesionales que dan sentido a salas de exposiciones mundiales o ilustran reportajes en medios nacionales e internacionales.
Este es el caso del fotoperiodista, Alfredo Cáliz (Madrid, 1968), quien ha publicado, desde el 2003, más de 150 reportajes en El País Semanal, y cuyas imágenes me han trasladado a Sudán, a Malawi o lugares de Marruecos en muchas mañanas de domingo. Cáliz suele decir que mirar el mundo te cambia, «pero hay que hacerlo con atención».
Pero además los días que participó en la edición 25 de Festcomarca en la siempre sugerente localidad de Sanlúcar de Guadiana compartió la reflexión que cuando ha realizado algunos de sus reportajes en cualquier país de África (pero entiendo que extensible al resto de esas partes del mundo donde cada día es un acto de lucha, y no sé si de esperanza) siente una inmensa generosidad con las personas que les permiten invadir o apropiarse de sus vidas para que sean expuestas y compartidas a miles de kilómetros, a sabiendas que sus realidades posiblemente no cambien o ¿sí?
 
En las paredes de la sala donde se generaban los distintos diálogos a partir de los trabajos y las propuestas temáticas y creativas de los fotógrafos invitados se encontraba la exposición, que ha contado con la colaboración de Huelva en Red por la Cooperación,'Solo sagrado', del fotógrafo documental portugués Ricardo Lopes. Su trabajo, como él mismo explicó, se basa en que «hago una fotografía de proximidad. Con ella logro una proximidad con las personas y las historias que quiero contar».
Lopes, que publica en medios como el Jornal Público, Expresso o The Guardian, está apostando por proyectos de largo recorrido enfocados en mostrar las condiciones sociales, económicas y ambientales de las personas y comunidades que decide fotografiar. 'Solo sagrado' habla de la extracción artesanal de oro en algunas comunidades de Mozambique, y, especialmente, de sus consecuencias, mayoritariamente negativas, para el territorio y las personas que lo habitan.
Y vuelvo, como hice en el artículo del mes pasado, a cuestionar si en estos tiempos de desinformación mal intencionada, de herramientas de IA que crean imágenes según antojo, al imperio predominante de la cultura de la inmediatez, el fotoperiodismo y el fotodocumentalismo, que representan Cáliz y Lopes, tienen su sentido y su espacio. Necesito creer que sí. Entre otros motivos porque es imprescindibles seguir contando con profesionales que sustentan sus trabajos en la ética y la credibilidad. Sus narrativas nos sirven de anclajes para los que creemos en el valor del fotoperiodismo y del periodismo como instrumentos necesarios para sostener sociedades con personas libres y comprometidas con la idea que debe ser posible la justicia social y en armonía con la naturaleza.
 
A los pocos meses de terminar la guerra en Bosnia (diciembre de 1995), permítanme, esta historia personal, varias organizaciones andaluzas movilizaron un camión con ayuda humanitaria -principalmente comida no perecedera, ropa, medicinas y material escolar-. Ese convoy salió de Chiclana dirección a Sarajevo. La fotógrafa María Clauss y yo decidimos acompañarle para realizar un reportaje de esta acción solidaria y humanitaria de la sociedad andaluza y mostrar que el reparto de la ayuda se realizaba. Ya con el trabajo periodístico terminado, de regreso a nuestras casas, visitamos un campo de refugiados en unas antiguas instalaciones deportivas cercanas al puerto de Split. Una familia numerosa, nos acogió en la habitación de muy pocos metros dónde vivían tras tener que abandonar su pueblo por las bombas y los ataques sistemáticos a la población en aplicación por parte de Milosevic de una estrategia de limpieza étnica y genocidio (¿a qué hoy también les suena esta práctica común entre dictadores y asesinos?).
Nos ofreció de beber y de comer de lo poco que les quedaba del último reparto de ayuda de la Cruz Roja. Hablamos de sus vidas, de cómo se sentían, de qué esperaban ahora que la guerra había terminado. Al despedirnos le preguntamos, ¿si necesitaban dinero?, o que nos dijeran ¿qué podíamos hacer por ellos? , y el padre de la familia nos miró y dijo: Sois periodistas, ¿no? Ir y contar lo que habéis visto.
Mientras que esperan la próxima cita de Festcomarca, les sugiero el libro de Alfredo Cáliz (2025) Fotografía del desastre. Cáliz reflexiona, desde su historia vital, la relación de España y Marruecos.
INvisible, periodismo visible
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