Un año sin estar en peligro: el lince ibérico se consolida como ejemplo de conservación

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza rebajaba el junio de 2024 la clasificación del lince ibérico de «en peligro» a «vulnerable»

El lince ibérico deja de estar en peligro de extinción

Un lince ibérico encuentra refugio en el santuario de animales de Chucena

Ejemplares del programa de conservación ex-situ del lince ibérico antonio rivas
María Carmona

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Hace justo un año, el 20 de junio de 2024, se produjo un hito sin precedentes en la historia de la conservación europea: el lince ibérico dejó de figurar como especie en peligro de extinción. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) reclasificó entonces al felino más amenazado del continente en la categoría de «vulnerable», tras constatar un aumento sostenido de su población, fruto de más de dos décadas de esfuerzos coordinados entre administraciones, organizaciones, científicos y comunidades locales.

El camino hasta ese punto fue largo. A comienzos de siglo, el lince ibérico se encontraba al borde de la desaparición: en 2002, un censo reveló que apenas sobrevivían 94 ejemplares en libertad, arrinconados en dos núcleos aislados de Andalucía. Las causas del colapso eran múltiples: pérdida de hábitat, caza furtiva, atropellos, enfermedades, y sobre todo, el desplome de su presa principal, el conejo.

Pero lo que parecía imposible, ocurrió. Gracias al impulso del programa LIFE, apoyado por la Unión Europea, se puso en marcha una estrategia que ha sido calificada por la propia UICN como la mayor recuperación lograda hasta la fecha para un felino, que en dos décadas ha pasado de considerarse en estado crítico a tener la categoría de «vulnerable».

Hoy, un año después de aquel anuncio histórico, la situación sigue mejorando. El último censo publicado en mayo de 2025 eleva la población de linces ibéricos a 2.401 individuos, de los cuales 1.557 son adultos y 844 cachorros, repartidos entre España y Portugal. Es un 19 % más que el año anterior, y refleja que la especie no solo se mantiene, sino que sigue creciendo.

Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura siguen siendo las comunidades con mayor número de ejemplares, pero nuevos núcleos se están consolidando en Murcia y el norte peninsular.

Según los datos precisos que se recogen en el informe elaborado por el grupo de trabajo del lince ibérico, que coordina la Dirección General de Biodiversidad, Bosques y Desertificación del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), «la población de lince continúa expandiéndose, tanto numérica como territorialmente. Ya son 17 las áreas geográficas distintas donde la especie se reproduce».

Así, «la tendencia de la población es positiva y continua desde 2015, lo que permite afianzar la reducción del riesgo de extinción del lince ibérico. En un período de 23 años, la población ha pasado de menos de 100 ejemplares contabilizados en 2002 a más de 2.400 en 2024. Y en los últimos años el incremento es aún más destacable, puesto que en 2020 la población total era de 1.111 linces y cuatro años más tarde se han añadido casi 1.300 individuos más a la población ibérica a una tasa de crecimiento anual del 29% en promedio».

Una de las novedades más esperanzadoras de este año ha sido la introducción de linces ibéricos en territorios donde no se veían desde hace décadas, como Cuenca o Palencia, enclaves seleccionados por su riqueza en conejo y conectividad potencial. Además, la expansión hacia el norte peninsular también busca refugios climáticos, fundamentales para garantizar su supervivencia a largo plazo en un escenario de calentamiento global.

Crías de lince ibérico en El Acebuche abc

También a nivel local la tendencia del lince es positiva. En el Centro de Cría en Cautividad de El Acebuche de Doñana, en Huelva, la temporada de nacimientos de este 2025 se ha cerrado con 14 nuevos cachorros, nacidos entre febrero y abril de cinco hembras distintas. Se consolida así la buena salud del programa de cría ex situ, considerado esencial para mantener la diversidad genética y reforzar poblaciones en la naturaleza.

Pero pese a que los datos invitan al optimismo respecto a la total recuperación de la emblemática especie, desde sectores como el ecologista alertan de que los peligros no han desaparecido. El cambio climático y las enfermedades infecciosas (como la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica vírica en los conejos) suponen nuevas amenazas a las que los programas de conservación deberán adaptarse y además, en 2024, al menos una quincena de linces murieron atropellados en el entorno de Doñana.

Ante esta realidad, las organizaciones ecologistas y conservacionistas piden aplicar medidas correctoras en las carreteras, controles de velocidad en las zonas sensibles, y «por supuesto crear corredores ecológicos. De lo contrario, estamos despilfarrando dinero público», afirman.

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