LA HUELVA CHOQUERA Y TABERNERA
Escacena, del Campo
Diga Escacena, la pretérita Scatiana, y diga garbanzos suculentos. Los de Rosarito, los de Ascensión... ¡al cielo! mientras esas legumbres, dignas de altar tartesio, se deshacen en nuestra boca. Había que empezar por el principio y hecho está. Luego vendrá lo de después
El Bar Topete fueron Angelita y sus cuatro hijas: «¡A las valientes se les tienen que ver los dientes!»
Pitingo, el vikingo por tierras ignotas
Peña de barrio, garito de autor y chiringuito de playa
Se nos ha ido Antonio Chichaque, alma del Bar Marina
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Iniciar sesiónEscacena del Campo está a caballo entre el Andévalo, la franja pirítica, la costa que antaño llegaba cerca, el Aljarafe. Rica tierra que atrajo a pueblos comerciantes e inevitables migraciones y mescolanzas de gentes. Como hoy día, como será siempre, como marca la naturaleza humana emprendedora, curiosa, superviviente.
Venimos con ocasión de la tercera Feria Tartésica y la asociación cultural Scatiana (ya les suena el nombre, que parecería digno de aparecer en un festival ska junto a los Madness o The Skatalites) nos seduce para visitar el yacimiento arqueológico de Tejada La Vieja. Luis nos lleva, cabalgando a lomos de su pasión y sus profundos conocimientos, hasta una recreación de las moradas de nuestros antepasados y de su día a día. Y, por qué no decirlo, lo que más me engancha y más provoca mi sonrisa maligna es su acendrado espíritu polemista que nos hace replantearnos cuestiones sesudas y hasta el más profundo sentido de la vida.
Su camiseta es ya la antesala de grandes historias. En ella se reproduce el bronce Carriazo que el renombrado arqueólogo Juan de Mata Carriazo y Arroquia halló en un mercadillo de antigüedades de la capital hispalense en los años 50. La Wikipedia omite la denominación de dicho baratillo, pero, por favor quítense el sombrero, se trata del insigne Jueves de la calle de la Feria.
Podemos ver en este bronce una representación de la diosa fenicia Astarté, aunque con el peinado típico de la diosa egipcia Hathor, pero sin las orejas de vaca tan características de esta deidad. Una diosa sin orejas de vaca... en fin, aceptaremos pulpo como animal de compañía.
Encantado por las explicaciones, me voy quedando con datos vitales. Por ejemplo, que los fenicios nos trajeron a unos pequeños seres, una especie de dinosaurios en miniatura, las gallinas, a la sazón. Y también hicieron la ofrenda que más ilu me hace, haciendo que poblara estos campos uno de los animales más listos y cariñosos que existe. Sí, hablo del denostado, sin criterio ni sensatez, burro.
Difícil saber quién salía ganando, porque de aquí se llevaban argénteas riquezas y el inefable mollate de la zona. Eso es mucho decir porque, envasado en limetas, aún lo podemos ver poblar las rústicas mesas de las tabernas del valle del Guadalquivir. Eterno néctar de dioses cuyos lugares naturales para ser degustado están en peligro de extinción, incluso en esta zona vinatera por antonomasia. Sí, pregunto por tabernas en Escacena y ya no las hay. Me hablan de una, de la última, de una que fue y ya no es.
Ahora volveré al principio del día, mientras un buen desayuno en el Hogar del Pensionista nos daba energía para la visita cultural. Nos acogen hombre y mujer que regentan el bar restaurante del lugar. Cartas que anticipan grandes comidas iluminan las paredes. Pero es, sin embargo, un pequeño cartel el que llama mi atención: «Este asiento está reservado para José El Aceituna». La silla vacía amplía mi curiosidad. ¿Es cierto que existe tal hombre? ¿aún ocupa en ratos de observación dicho exclusivo lugar?
Es un detalle de cariño. También una broma familiar. Así se lo toman sus vecinos y compañeros de parroquia. Y con esa intención lo ha hecho ... rememorando además a un amigo fallecido recientemente al que, en un chiringuito de Matalascañas, el dueño le dedicó, en su rincón de la barra, el colocar su foto acompañada de la frase, la coletilla, «¿tú sabes que…?» que era el santo y seña de esta persona.
Acompañados por los dulces sones de 'Paranoid' de los cándidos Black Sabbath echamos una breve, pero intensa parrafada sobre cómo el hombre es un lobo para el hombre, y el ser más dañino sobre la capa terrestre, y de cómo estos detalles y ese cuidarnos entre semejantes palía un poco esa inercia destructora y, paradójicamente, también autodestructiva.
De repente llega José. Ya se le echaba de menos en su vado permanente. Efectivamente procede de escaceneras maneras y se aposenta en el lugar que le corresponde mientras un aguardiente reposa de inmediato en la mesa aledaña. Su cara es de alegría, saludando al día en el lugar privilegiado desde donde contempla, sereno, la vida pasar, el presente dialogando consigo mismo, sin estridencias ni urgencias.
José El Aceituna, en su rincón elegido y merecido
Nos visitaban los fenicios en nuestra acogedora Turdetania y quizá había otro José, quizá esté apodado El Aceitunum, que con su sonrisa recibía a los que iban ad tabernam a degustar un vinum acompañado por fructuosos presentes llegados desde el olivetum.
La Escacena alabada por miembros de Scatiana es la de José, la de Rosarito, la de los burros a la sombra de la encina, la de los dulces de Carmen Calero Castro, la de la cucharada de garbanzos que viaja mecida por una bambera de la Niña de los Peines. Esa de pueblo pueblo, de tranquilidad rota sólo si quiero y porque quiero. Y cuando no el paseo sin ruido, la conversación sin premura, el aire limpio y el gorjeo matinal. Escacena del Campo.
Notas:
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Estas valiosas fotos que nos trasladan a prototípicos momentos tabernarios nos quieren decir muchas cosas: cómo las tascas constituían auténticos lugares de dinamización social, de convivencia y disfrute... en los que la presencia masculina monopolizaba estos espacios públicos tan importantes en la vida social de un pueblo. De forma implícita se excluía a las mujeres y, en cierta medida, sigue pasando.
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Por otra parte, las dificultades para conservar y acceder al patrimonio fotográfico que refleja nuestros modos de vida, nuestra esencia como comunidad.
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Con toda la intención muestro el material como ha podido ser conseguido. Y agradecido infinitamente a quienes me lo ha hecho llegar desde la asociación Scatiana.
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