LA HUELVA CHOQUERA Y TABERNERA
El Bar Topete fueron Angelita y sus cuatro hijas: "¡A las valientes se les tienen que ver los dientes!"
El recuerdo que yo guarda con viveza es el de cuatro mujeres con mucha energía atendiendo con diligencia y buena cara una comida casera para chuparse los dedos
Al ser un bar de precios asequibles que, desde el parámetro euro nos parecería un ser mitológico, fruto de la imaginación más desbordante, la gente joven hizo de El Topete su lugar de quedada y reunión
Pitingo, el vikingo por tierras ignotas
Peña de barrio, garito de autor y chiringuito de playa
Se nos ha ido Antonio Chichaque, alma del Bar Marina
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Iniciar sesiónOkupa el Parque Antonio Machado. Hoy todo el barrio se reúne en su gran tesoro. Este parque es fruto de una lucha vecinal que hizo de los grandes descampados que rodeaban el barrio de El Higueral un lugar magnífico para convivir y disfrutar (1).
Quince años de reivindicaciones y acción social que hoy tienen un fruto tan jugoso como mejorable, porque camarón que se duerme se lo lleva la corriente. Aquí siguen, vecinos y vecinas, alzando la voz sin perder las ganas de estar orgullosos de su conquista. La fiesta 'Okupa tu parque' es el símbolo actual de que hay que renovar la memoria y tener la conciencia de que sin pelea no se consigue casi nada. Las asociaciones y colectivos del barrio se arremangan para hacer de este día una celebración llena de camaradería y de ilusión. Aquí se reúnen todas las generaciones alrededor de actividades lúdicas, solidarias, artísticas… de un ponche y de una doblemente deliciosa tortilla, es un poner, por rica y por compartida.
A las seis de la tarde el veranillo del membrillo cumple con su ritual. El calor húmedo, el recalmón, achucha. Las personas encargadas de la organización, con un buen humor envidiable, están desde muy temprano, como un clavo. El personal se hace de rogar y va llegando con mucha parsimonia. Poco a poco van apareciendo niños y niñas, gritones, saltando, jugando. Las familias con sillas y mesas plegables. Al fondo se escuchan las pruebas de sonido. Una mujer canta de maravilla con su grupo South Corner. La espalda del guitarrista luce un charco de sudor. La que está cayendo, madre mía.
Con mi verde camiseta de la Plataforma Isla Chica, con su lema rampante, 'Lucha por tu parque', me acerco a echar un rato agradable con las gentes del lugar. Ellos lo consiguieron en los años dos mil y, ojalá, ahora es el turno, por justicia, para nuestro barrio y su incontestable parque. Es necesario conocerse, intercambiar ideas y tener muy claro que juntos somos más. Ya lo decía el mismísimo Antonio Machado que da nombre a este lugar: “¡Lo que sabemos entre todos! ¡oh, eso es lo que nadie sabe!”. Entre todos… y todas. Porque aquí abundan mujeres que arriman el hombro, de las que siempre han sido de doble jornada, o triple, de las que tiran pa´lante con todo lo que haga falta y con lo que no queda más remedio.
En medio de la charla resurgen recuerdos del bar Topete, en la calle El Almendro. Inma y Piqueras me cuentan sobre lo que era el barrio y van saliendo detalles entrañables, entre sonrisas y emoción. Inma lo describe muy bien porque el Topete está en su recuerdo y en sus oraciones como ese sitio en el que se reunían, en el patio, a echar las buenas tardes con la pandilla… cuando ya se iban abandonando los descampaos para jugar a ser mayores.
"Allí saqué yo a mis hijas pa'lante"
Me indican que, precisamente, acaba de llegar a la fiesta Angelita y se ha sentado en el corro de mujeres alrededor del croché y la charla. Angelita era el motor y el alma del bar Topete. No puedo dejar escapar la magnífica ocasión y me presento. Angelita enseguida se presta a contarme sobre su transcurrir en la vida. Nos buscamos un aparte más tranquilo, en un banco negro de forja y empieza por el principio.
Angelita Ortega es del barrio, aunque con orígenes moguereños. Del barrio de toda la vida. En la calle Almendro número 4 estaba su casa familiar y después siguió siendo su casa y casi más que su casa. Por las horas pasadas allí, se podría decir, y porque allí se criaron y se curtieron sus cuatro hijas y porque allí hizo de muchos clientes un grupo maravilloso de amistades.
“Mi marido trabajaba y quedó en paro. Trabajaba en don Francisco Ortiz, en aquellos años que tenía la casa Ebro. Él estaba en la oficina y aquello paró cuando los abuelos… cuando los propietarios viejos se van tú sabes que los negocios se suelen quebrar muchas veces. Y pasó eso y se fue al fondo de garantía que había antiguamente, y no el paro, claro. Y entonces po dijimos ¡po mira qué medio de vida!… porque no había donde colocarse. Y entonces el bar era donde yo vivía soltera, y allí me casé yo, donde el bar, y después nos fuimos a la barriada de José Antonio. Quitamos los tabiques e hicimos el bar”.
El bar nació a principios de los ochenta. Las cuentas de la memoria más íntima no fallan: “yo tenía mi niña chiquetita y mi niña tiene ya cuarenta y cinco años. Con un añillo por ahí lo puse, así que fíjate tú… por eso digo, chispa más o menos… porque yo pa los números y los recuerdos esos soy más mala… Y ya está, cariño, y eso, y así llevé la vida”.
“Mira, como yo tenía que estar ayudando a mi marido y ya yo tenía cuatro hembras pues era un poco liao para mí. Pero él dice bueno, vamos a poner como especie una bodega… tú sabes, como una bodega en los pueblos que se beban los hombres por la mañana y eso… pues, bueno, papá, vamo a ponerlo. Así que nos fuimos allí, a una casa de mis suegros, y se abrió el bar”.
Quien no se arriesga no pasa la mar. Angelita y su marido tiraron hacia delante mediados los treinta años, con esa fuerza y esas ganas que sólo se tienen con esa edad. “la verdad que como iba a ir mal, fue bien. Al estar bien, yo tenía a mi hermano pegando a mi casa y él estaba ya jubilao. Mira, hermana… porque era mu cocinero… mira, hermana, pues vamo a poné un potaje. Y al otro día pues dice mira, hermana, ahí en ese patio vamo a abrí y vamo a poné mesas. Y se fue haciendo, hijo, sin pensar como en un bar grande ni na”.
“¿Qué nombre? Pues, mira, vamo a ponerle… no se sabía qué nombre. Como yo tenía un tío mío que a mí me crió porque mis padres murieron… que no me crió, me cogieron ya más grandecita, pero la verdá es que… y a él le decían de chico Er Topete. Y era mu gracioso él. Mira niña ¿por qué no le pones Er Topete? Y se le puso y, mira, tuvo aceptación porque no había cosas así, la verdá. Y allí saqué yo a mis hijas pa´lante”.
El recuerdo que yo guarda con viveza es el de cuatro mujeres con mucha energía atendiendo con diligencia y buena cara una comida casera para chuparse los dedos. “Después se hizo una plancha y se asaban los chorizos, las caballas, to eso en un patio que había. Y funcionó mu bien. Más éxito era lo asao, porque tú sabes que aquí en Huelva gusta mucho el asao. Pero se comía mucho la carne con tomate, la sangre con tomate, que ya esas cosas no se ven en los bares. Tú sabes que las papa aliñá siempre han sido mu nombrá en Huerva. Venía el tiempo de las habas y se hacían, los potaje (2) con garbanzo… que eran comidas, asín, caseras”.
“El hombre mayor se bebía su botellita de vino a media mañana y siempre, pues el hombre era, qué comía, pues una tapita que se echaba en un cuenquito. Una tapita de carne con tomate… ea, pues ya iba el hombre con su tapita pa casa. Y esas comidas… las manitas de cerdo, cosas así, que ya eso tampoco se ve. La que las hace en su casa porque sea su tradición, pero tampoco se ve ya. Y se vendió bien y le funcionó mu bien”.
"Tuve esa mala suerte y a los cuarenta y siete años murió mi marido"
Angelita
Dueña del Bar Topete
Poco a poco el proyecto iba tomando forma, dando esa vitalidad que dan los bares de barrio, donde todos se encuentran y hacen comunidad. Pero la vida sigue dándonos alegrías a la par que disgustos. “Y allí, po cuando ya yo llevé muchos años y él, nosotros dos y mi hermano Juan, que también estaba, mi marido se puso malo. Se puso malo con la enfermedad que tú sabes que no queremos nunca nombrar, pero que está presente en toa las casa. Y tuve esa mala suerte y a los cuarenta y siete años murió mi marido”.
“Entonces yo… me vi mu desarbolá, porque tenía ya hijas ya mayorcitas. Ya una de ellas tenía su medio novio. La otra ya empezaba así con sus dieciocho años. Otra con quince, Virginia, la más chiquetita, con trece. Y digo, pues mira, yo me tengo que echar pa´lante, porque yo ahora no voy a buscar trabajo teniendo yo el negocio hecho. Digo, pues si no funciona tan bien, funcionará un poco. Pero, hijo, no fue… no fue así… me hice cargo del bar con mis cuatro hembras. Las dos más mayorcillas eran las que se liaban… porque tú sabes que la gente más mayores de cuentas no eran tan listas porque antes al colegio se iba menos… las madres pa que aprendiera a cosé, pa que aprendiera a bordá… las quitaban más pronto, sabes. Yo me hice cargo y funcionó bien. Mis niñas me ayudaban y no entró nadie nunca en el bar. Na má que mis cuatro hijas y yo, hasta que me jubilé”.
La clientela, una familia elegida
“De aquí, más del barrio, los hombres de la mañana. Pero después del Centro tenía yo una clientela estupenda. Que venía sólo a esto. Porque allí había unos bancos, los chiquillos jugaban y no tenían problemas porque era un patio y la verdad es que venía mucha gente. Vamo, pero toda la gente de Huerva, como es naturá”.
Me intereso por si esos movimientos migratorios de aluvión que fueron dejando en la capital muchas familias y mucha fuerza de trabajo para el Puerto, el Polo Industrial… afectaron a este barrio de Fuentepiña o Nuevo Higueral. “Pues no, no ha venido a este barrio no, no ha venido mucha gente forastera. Eran más bien de Huerva. Ha venido más gente ahora que en aquellos momentos”. Angelita mira hacia arriba y tras un momento continúa. “Ahí lo que vino mucha gente, que tú has preguntao y llevas toa la razón, ahí está un bloque grande que se llama los de Río Patiño (3). Venían de por ahí, pero porque venían ya a sus pisos. Que la empresa se los hizo y se lo dieron. Ahí había muchos hombres que venían de la Sierra, de Aracena, del Andévalo, de ahí de Valverde…toa esas partes… venían mucha gente… y ya se han muerto muchos. Porque era, fíate tú, en aquel tiempo, vinieron gente joven, parieron sus hijos y la verdá que se crio un barrio muy joven. Y había mucho negocio”.
Al ser un bar de precios asequibles que, desde el parámetro euro nos parecería un ser mitológico, fruto de la imaginación más desbordante, la gente joven hizo de El Topete su lugar de quedada y reunión. Además, el patio facilitaba esa intimidad que también necesitaban para estar a lo suyo, lejos de miradas adultas. “Porque al principio, como tú sabes que los muchachos jóvenes… allí, mi hermano era carpintero, hizo unos bancos de esos largos pa allí, pa´r patio, había un limón allí puesto, en un patio que era mío. Y ya así se fue eso llevando y venía mucha gente joven”.
“Las personas mayores se iban más bien al lao del bar. Y los chiquillos se iban pa´llá. Y en ese momento hubo mucha gente joven. Ya después crecieron, crecieron y, ya tú sabes, los muchachos tiran pa toh laoh, como es natural”.
En sus palabras continuamente aparece la querencia por lo bien hecho. Un bar no tenía que ser un lugar dejado ni desaseado. Para nada, y menos estando Angelita a los mandos. “Yo tenía allí un cuartito y yo tenía todo recogido y no se veían cajas de cerveza ni de na por ningún lao.Puse en mi bar una chimenea, tú te acordarás, y sigue, porque el bar está como estaba. Na ma que está cerrao”. Le pregunto al hilo de esta información si tiene fotos de aquellos tiempos. “Yo fotos no tengo, pero el bar está allí”. Allí siguen los elementos entre los que tantas personas disfrutaron, y aún podrían, si prestáramos atención, escucharse los ecos de risas explotando, de grandes fiestas, de celebraciones familiares, de cuchicheos entre novios amartelados. Toda una vida.
Las herencias también unen familias
La madre de Angelita dejó todo bien atado y el solar lo repartió entre sus vástagos. “Cuando murió, antes de eso, le dio sus escrituras a sus hijos. A cada hijo el pedaso que le tocaba. Ella no lo dejó a herencia de la gente, no. Yo me quedé en mi casa, que estaba hecha. Mi hermana tenía su solar al lao y ella dice mira, hermana, lo mejor que hacemos, hija, pa que tú tengas más sitio para poner mesas, que tú estás criando a tus hijas, po tu coges mi solar y ahí las pones. Entonces fue así. Me abrió las puertas ¿verdad, hijo? Como hermana estupendamente. Ella a mí no me llevó ¡en la viiida nada! Ni me dijo nada nunca. Nunca”.
“Mucho trabajo… porque era una mujer sola, con cuatro mujeres. Yo me quedé viuda con cuarenta y seis, tenía un año menos que mi marido”. El papel de las mujeres en las tabernas aún era muy controvertido. La presencia femenina era vista por muchos como un desvarío, algo que no tenía que ser. Y en este caso esa situación era muy señalada: dueñas del bar y con hijas menores que también arrimaban el hombro. “Los hombres en mi bar se portaron estupendamente. Las personas del pueblo que yo te digo que vinieron de la Sierra y eso, en mi casa eran una… vamos, siempre hay reuniones… una de las reuniones ya llegó la hora que éramos como familia. La verdad es que yo no tengo malos recuerdos, de disgustos.
"Virginia, la más chica, esa me hacía de hombre y de mujer porque tiene un carácter fuerte y, entonces, ella decía aquí de tonterías nada, porque estáis todos en la puerta"
Hombre, siempre había enfados entre los hombres, que si el que bebía más, el que bebía menos. Yo tenía cuatro hembras, pero una de ellas, Virginia, la más chica, esa me hacía de hombre y de mujer porque tiene un carácter fuerte y, entonces, ella decía aquí de tonterías nada, porque estáis todos en la puerta. Era simpatiquísima. Después mi Angelita era muy cariñosa, mi Ana, mi Rosario ella ya estaba empezando a trabajá, que estudió cosas de Enfermería, y de noche iba y estaba conmigo también. Ya nos íbamos cuatro mujeres pa casa, y yo cinco, pues ya estábamos más acompañá. La verdad es que bien”.
Le pido una anécdota que se le haya quedado grabada y, claro que hay muchas, pero el trajín intenso que Angelita llevaba le hacían vivir el negocio con otra perspectiva. Muchas horas de fogones y la satisfacción de haber sacado, más con voluntad que con heroísmo, a toda una familia para adelante no quita el esfuerzo. Mucho tiempo para el trabajo, poco para ella misma.
“No te puedo explicar, porque yo estaba más tiempo en la cocina que fuera, porque era lo naturá. Muchas veces, si venían mis amigas a comé, y entonces yo salía a lo mejor un ratito. O, ya tú sabes, que cuando baja la bulla… porque los bares tienen una bulla grande, pero ya después pa más la noche se queda más tranquilo ya yo salía y conversaba con arguien, los chiquillos jugaban…”.
“Lo más gracioso fue una vez que había en mi calle… un muchacho, que estaba allí con un negocio, y el hombre no era decir borracho, no. Pero sí hablaba mucho, bebía como toah las personas. Tú sabes, ahora la gente se mete en la droga y antes estaban así. Se bebía más vino. Y era gracioso y en mi casa era muy querido… ¡graciosísimo! Y va a comprar huevos, tú sabes que los hombres se dedican en las camionetas a llevarles a los bares los cartones, y dice me voy a llevá un cartón pa mi casa. Y ya empezó como a beber un poco más, y le dice mi chica, la que estamos hablando, te vah a tené que ir porque me parece a mí que se está calentando la cosa. Era muy graciosa. ¡Ah, sí! ...” Angelita no puede reprimir las risas con el recuerdo del desaguisado que se provocó. “… Y tira el cartón de huevos en el bar. ¡Mira!, puso er bar… perdío de huevos rotos. Queriendo, de coraje que le dijo la otra eso. Y en vez de nosotros tomarlo a mal fue una risa pa to´r que estaba allí. Y en vez de decirle ¡que has roto eso!, y reñirle, lo que nos dio por reírnos. Y ella ya no va entrá aquí ma, porque has partío los huevos. Al otro día se presenta por la mañana ¿está aquí Virginia? Digo no está. Digo ven cuando venga ella”.
Y llegaron las disculpas y el perdón, y reírse de nuevo. Porque la sabiduría también está en eso, en sobrellevar tanto que se nos viene encima y en distinguir lo importante de lo que no es. “Cosillas así es lo que pasa, cosas malas nunca han pasao. Peleas grandes tampoco. Por eso hay cosas que están mal, pero te ríes. Porque la vida es llevarla bien, con humildad, con saber estar, con que nadie se meta con tus hijas, con que te respeten… que en mi casa había respeto. Con que las conversaciones de la gente joven con los hombres cada uno en su lao. Sin pasarse, porque pa eso estaba yo. Con mis hijas no se ha metío nadie nunca. Y en mi casa no tuve problemas, hijo”.
“Según las casas, según la enseñanza, que es muy importante… yo siempre decía conversaciones ninguna, eh. Tú a lo tuyo, tú cariñosa, bien. Pero tonterías de tú quedarte en una mesa hablando pamplinas porque tú eres muchacha joven… de eso nada. En casa pa la cocina, a las que están en el mostrador en el mostrador, las que están sirviendo con el respeto. Y allí ¡mi gente! estupendamente y mis hijas gloria bendita”.
"Ahora vienen los
gisaos
, pero antes una olla de diez quilos y tres horas, muy bajito"
“
“Ah, oy, eso se vendía…”. No puedo dejar pasar la ocasión para llevarme a Angelita a mi terreno, caracolero y caracolista acérrimo que soy. “Yo guisaba los caracoles, ahora vienen guisaos. Ahora vas tú al armacén y compras los caracoles, na ma que tiene que calentarlos. Pero antes tú tenías que ponerlos en una olla de diez quilos de caracoles. Eso pa hervir se llevaba… tres horas. Yo las especias se las metía en un trapo amarrao pa que no saliera la chasca. Y el tomillo también lo echaba en un saco pa que el caracol no tuviera. El amargor se suele quitar ya cuando va hirviendo, porque eso se deja muy bajito. Cuando tú empieza a ver que al caracol se le salen los cuernos ¡dale caliente a la candela! Porque entonces ya se mueren porque no les da tiempo a esconderse”. En ese momento a Angelita se le torna la cara y sus gestos mezclan picardía y arrepentimiento. “Somos malas, eh, matamos los caracoles. Yo muchas veces me acordaba, eh, soy mala. Pero era… por el negocio”.
Le pregunto por el truqui que toda veterana buena cocinera tiene. Sin indagar en los detalles, que ya sé yo que ese es terreno resbaladizo. “Verá, yo soy de Moguer y mi tía que fue, diremos, al yo quedarme tan chica sin padres, pues estaba en mi casa conmigo, entonces ella era muy cocinera…”. De ahí le viene esa receta que hacía que la gente peregrinara al Topete por la temporada.
Tras la concienzuda elaboración llega el momento culmen. “Entonces el caracol se queda limpio porque tú con una espumadera le quita toa esa espuma, que echa muchísima. Y ya le echas tus avíos, tu sal… y había un truco, claro. Siempre hay. Porque ella me lo decía y yo en esta muñequilla (4) echaba el truco y lo que le echaba fuera también era de otra manera. La persona que sabe le da el toque suyo”. Me cuenta Angelita que cuando hacen ahora muchas reuniones y se traen los caracoles preparados se prueban antes para poderlo poner fetén. Y se hace la “trampa” y se les añade la magia de esos secretos ancestrales de las viejas cocinas. “Pero tienes la tranquilidad de que el caracol viene limpio y guisao. Pero antes era un incordio”.
Pero como todo tiene su miga, Angelita se acuerda de esos pimientos al horno que tenían a su parroquia encantada de la muerte. “A los pimientos asaos yo les hacía sus tomates, asaos también. Y la cebolla algunas veces. Y era riquísimo. Ahora vienen limpitos y asaos y to en una bandeja, pero en aquel tiempo no, hijo”.
El debate siempre revolotea sobre nuestras cabezas, en las inevitables comparaciones entre los tiempos modernos y aquellos de nuestras abuelas que los que ya peinamos canas tuvimos (¡y aún seguimos en ello, defendiéndolos como un preciado bastión!) la enorme suerte de disfrutar. El cuchareo, el fuego lento, la abundancia en los platos, rebosando, siempre que se podía, los besos al pan (5), el rebañar con un currusco, el que no quede nada en el plato, el y si no, para la cena… y el cariño inmenso entre los fogones. Sacrificado trabajo que nunca se agradecerá lo bastante. “Ahora hacen muchas comidas muy buenas, y preciosas. Sobre to preciosas, en una fuente, que el plato es enorme y en el rinconcito tienes dos cachitos, que te tienes que comer veinte tapas pa poder llenarte el estómago”. Aunque no hay que caer en el fatalismo, que hay barricadas que no ceden: “porque en mi barrio, los bares que hay en el parque La Luz casi que todos tienen comida casera”.
De aquellos tiempos de tanta brega Angelita recuerda otros bares como el Domingo, el Casa Domingo. Precisamente ese era mi otro destino en El Higueral cuando la pandilla de amigos y amigas nos acercábamos a este barrio a por el buen tapeo y las cervezas perfectas. Esta sana costumbre me viene de cuando realicé mi prestación social sustitutoria en el Centro Social Lazareto. Pepe y Andrés atendiendo a todos con su amabilidad, el Boni a cargo del bar de los mayores, José Miguel de Dire, El Piriz y su gente, teatreros de pro, Antonio Bello en el área de Juventud… buenos tiempos.
“Un bar también había en otro lao, que al hombre se le decía Mala Jacha (más que con jota, con una hache aspirada), pero se llamaba Manolo y era un hombre extraordinario, pero tenía ese mote. Tú sabes que, antiguamente, se ponían mucho. Y ya los han ido quitando, quitando, y ya me quedé yo sola, de los antiguos.
El merecido descanso
“Así que así, esa ha sío mi vida. Ya me jubilé en cuanto pude, ya me fui a mi casa, ya mis hijas se fueron casando”. Que ya estaba bien, que si se echan los números y salen hay que darse un respiro. Angelita, con el pragmatismo de toda una generación de luchadoras, es de ese parecer. “Mira, yo con mi jubilación, y que tú sabes que las personas más mayores juntábamos el dinero, no lo tirábamos… porque la gente, hoy, compran que si un coche, que si una moto, que si no sé qué, que si eso… tú sabes. Después esos seguros hay que pagarlos… eso no se alimenta solo”.
Otro hecho que pone de manifiesto los arrestos de Angelita queda bien reflejado en las siguientes palabras. “Mi marido dejó el Patrol y yo no sabía conducir, claro, y cuando ya la pena, tú sabes, que se va pasando digo pues yo tengo que sacar el carné, hija, porque yo aquí no puedo estar sin carné. El vino me lo traía de la Puebla de Sancho Pérez, pero el mosto iba yo a Bonares (6). ¿Qué pasaba? ya el hombre empezó a traérmelo”. Angelita tenía que buscar la fórmula para ahorrar costes y rapidito entendió que o cogía el toro por los cuernos o los números no iban a cuadrar. “Cogí los papeles que mi marido tenía y yo llamaba a las casas que él trabajaba. Y en Sancho Pérez me traían la carga del tinto y la carga del vino blanco. Y yo el coche lo necesitaba. Porque había que ir a la subasta, porque no es lo mismo comprar cuatro sacos de papas, que antes no había papas congelá, ¡eso empezó ya después!, como comprarlas en una tienda normal y corriente. Y yo me eché y me saqué mi carné, ¡había que sacarlo!”. ¡Qué valentía!, se me escapa a mí… “Eso me decía toa la gente, hijo. Y yo decía ¡a las valientes se le tienen que ver los dientes! Y se acababa´r cuento. Y ya está”.
“Y yo, tú sabes, se lleva estudiando más que na, ya venga a estudiar, venga a estudiar y yo casi le echaba los papeles a los caracoles, como yo digo. Tú sabes que se pone un hierrecito pa que pusieran los papeles pa los pedidos y allí ponía las cosas pa ir estudiando. ¿Por dónde se va? ¿qué es esto? ¿qué es la retonda? ¿qué…?... Mira, tenía la cabeza caliente, pero yo lo saque”.
“Yo tenía que ir al Cash Colombino, porque no es como la cerveza que te la traen”. Había que moverse y Angelita tardó nada y menos en ponerse las pilas como la más aguerrida de las taberneras.
Un borrego para el adiós d El Topete
La cronología está clara. A principios de los ochenta nace como taberna. Poco a poco crece y se hace bar. Con cuarenta y seis años, en el 1992, enviuda Angelita y no le queda más remedio que cargar con la pena y también con el negocio. En el año 2011 cierra El Topete por merecida jubilación. Y Angelita cumplirá en febrero del 2026 los ochenta.
“Yo me jubilé con sesenta y cinco y lo cerré. Fui pa San Juan, a los Báñez, esos que tenían la carne, ¿te acuerdas?, los carniceros. Compré un borrego, que el hombre me lo partió, lo guisé y a toh mis clientes, cuando se bebían la botellita de vino, se lo daba de tapita. Y ya mi gente po uno entraba a darme un besito, otro se despedía de mis niñas, otros, que eran del barrio, siempre ¡pa qué te has jubilao! Mi bar fue una institución. Pero institución sin problemas. Estando yo no hay problemas”.
“Ya casi toa la gente de esa edad se han ido muriendo. Pero los que yo me acuerdo, recién yo jubilá, pa qué has cerrao el bar, chiquilla, con lo bien que estabas. Y yo decía porque yo ya me quería quedá en mi casa, hijo. Y ya está, pa está mejó”.
La Virgen me enganchó"
Ahora, realmente hace años, le ha llegado una gran ilusión. “Pero lo más gracioso, que ahora he sido yo hermana mayor de la Virgen del Prado. Aquí se fundó una Virgen estando yo todavía en el bar. Alejandro Parma, que era un chiquillo, con unos pocos de niños, también de la edad, pues fue a Sevilla a comprá una virgen. ¿Qué es lo que pasa? que me lo dijo una de mis niñas que tenía el novio por esa calle… porque está en la calle Costa Rica, la capilla… y yo fui y digo ay, Alejandro, qué bonita la Virgen y ya me enganché. La Virgen me enganchó, de tar manera que he estao quince años de presidenta con mi Virgen y cuatro de hermana mayor en Huerva, ya reconocida por el obispado y por el Consejo de Hermandades. Ahora me he jubilao… vamos, me he jubilao… yo sigo igual, porque estoy de segunda. Porque ya hay mucha gente jovencita, yo me caí un porrazo, después me operé de cadera… y, digo, pues aquí hace falta una savia nueva. Y se ha puesto un muchacho este año. Nosotros la fundamos, ya mi Virgen se ha reconocido, ya yo puedo salir a la calle… bueno, nosotros salimos todos los Viernes de Dolores, ante y to. Pero ahora ya puedo salir al Centro, a hacer Carrera Oficial”.
“Cuando ya tú tienes la hermandad muy adelantada, que tú tengas ya cosas… porque no la vas a llevar a mi Virgen, pobrecita, tan triste, sin cosas bonitas y esas cosas. Y que el barrio la quiera, que la iglesia la quiera, que haya hermanos, que sea una cosa con sus cimientos hechos en el barrio. Cuando ya la Virgen es muy del barrio, diremos, en el sentido de que está asentá y tenemos bastantes hermanos pos ya, el día de mañana, que estemos muy adelantaíta, pues irá pa su Carrera Oficial”. Sin prisa, pero sin pausa, con unas cuantas Angelitas en Fuentepiña, a buen seguro la Virgen del Prado pronto recibirá sus aplausos en la puerta del ayuntamiento. “Yo la he llevao a lo artare con mi reunión de mi gente. Porque la directiva, antes, éramos todas una piña, y había casi to mujere. Y la hicimos ¡que estuviera en el altar! Ahora, otro que venga, como es natural, la llevará a Carrera Oficial. Porque todo tiene su momento”.
Yo marcho al rato y dejo a este personaje entrañable del barrio disfrutando de la actuación de la Peña Flamenca del barrio. La cantaora nos deleita por alegrías y el atardecer decora de gratis el escenario. Se despide Angelita contándome como sus nietos le piden que les cuente y ella, como abuela de libro, les recuerda sobre el abuelito, de cuando iba a pescar y de todas esas cosas que a los nietos nos encantan. “A mí me encantan los varones, pero mis hembras son preciosas, y estoy contentísima con ellas y las quiero mucho. Porque las abuelas no les ven las faltas… yo sí les veo las faltas, eh. Cada uno tiene su tirí, pero, como tu cariño es tanto, para ti son los mejores. Bueno, siempre hay problemas porque una tiene un carácter más fuerte, otra es más dócil, la otra es más contestona, a lo mejó… Eso lo conlleva la vida”.
Con una incontestable declaración de principios, dentro del estoicismo más clásico, Angelita nos ofrece una lección de vida. Personas como ella son el ejemplo de que los valores en positivo se te aparecen en cualquier esquina de la existencia. “Lo bonito en el mundo es pasar siendo buena gente, lo que te ha tocao vivir hacerlo bien, que pa eso te lo dio Dios, pa que tú lo utilizaras a tu manera y hacerlo bien. No tienes que dejar peleas. Dar cariño, que es lo importante, respetá a la gente, no meterse con la gente… que la vida no es tontería. Eso se lo he transmitido yo a mis hijas. Si lo han cogido o no lo han cogido, hasta la fecha son maravillosas”.
Epílogo
“¿Pero cómo he hablao yo tanto? ... si casi te hablo hasta en la caja de madera, por Dios. Madre mía, qué manera de hablar”. Esta frase chispeante de Angelita la recibo con gran gratitud. Para mí el mayor regalo que me han dado estos escritos es haberme encontrado con personas entrañables, con historias necesarias. Haber conseguido generar unos ratitos de conexión para que las palabras fluyan con frescura, incluso cuando narran pasajes duros de nuestra existencia. Rescatarlas y lanzarlas al aire con vida renovada es la razón de ser de estos senderos narrados. Es un orgullo recoger cómo las luchas cotidianas son fuente de conocimiento y aprendizaje. Y que Angelita haya encontrado en mí la confianza para depositar su recorrido vital me conmueve.
Angelita remueve su conciencia y expresa con claridad que… “lo que yo he dicho no es más mi casa, mi vida y mi gente, y con eso no creo molestarle a nadie” … y claro que no, sino todo lo contrario. Recojo por las calles de nuestra Huelva, muchas más veces de lo imaginado, palabras de aliento porque estamos deseosos de que estas vivencias y el reflejo de épocas compartidas reciban el reconocimiento que se merecen.
¡Viva la Huelva choquera y tabernera!
Notas al pie
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(1) En la primavera de 1997, se constituyó la Plataforma “Antonio Machado”, creada por los colectivos Asociación de Vecinos “Nuevo Higueral”, Peña Flamenca “El Higueral”, Asociación Cultural “La Breva”, Asociación Cultural “La Tabarra”, Asociación “Centro Agua Viva”, Club Bike Trial “El Higueral”, Asociación Juvenil “Senderos”, Parroquia “San Pablo”, Asociación Juvenil “Honduras”, Asociación de Padres de Alumnos del C. P. “3 de Agosto”, para que la barriada de El Higueral desarrollara sus potencialidades culturales, deportivas y de ocio. Teóricamente no debía tener problema alguno, ya que la zona estaba perfectamente delimitada en el Plan General de Ordenación Urbana, con una extensión de 40.000 metros cuadrados, de los que la mitad correspondería al Parque, y estaba destinada a convertirse en zona verde. La Asociación “El Nuevo Higueral” comenzó a movilizarse para que “Antonio Machado” se declarara zona verde.
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(3) Río Tinto Patiño (RTP) fue una empresa española de carácter minero, cuya actividad estuvo centrada en la explotación del yacimiento de Cerro Colorado, en la cuenca minera de Riotinto-Nerva (Huelva). La sociedad estuvo activa entre 1966 y 1978, siendo sucedida con posterioridad por Río Tinto Minera.
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(4) Muñequilla: elemento de tela o gasa, un paño a menudo, que se utilizaba para contener los avíos, las especias… todo aquello que queríamos que le diera sabor al guiso, pero que no dejara purrelas ni restos. También se usaba la muñequilla para poner, en el último enjuague, el añil en la colada… y así acababa la ropa con un punto de azulón que daba gusto verla, impecable, con un blanco que saltaba de limpio que estaba. La ropa tendida como los chorros del oro ¿hay alegría más grande?
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(5) 'Los besos al pan' (2015, Tusquets Editores), novela de la escritora madrileña Almudena Grandes, grande como su apellido.
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(6)El escritor de Huelva Juan Antonio Guzmán nos cuenta en el segundo volumen de 'Huelva choquera y tabernera' (editorial Niebla, 2024). "Desde que te vi venir dije por la burra vienes. La burra no te la llevas porque a mí no me conviene". Así la suelta el poeta y maestro. Para abrir boca. Como buen hijo de esas tierras tiene una explicación bien articulada sobre lo del vino. Que es lo que nos trae a este capítulo. Me cuenta que el mosto tiene normalmente 9 grados. El de Bonares, en cambio, por la calidad de las tierras, más de barro y menos de arena a causa de la lejanía de la costa, donde se criaban las vides, tenía 12. Por eso el proceso para tener buen vino se acortaba a dos años, dos años y medio. Era de más calidad y se abarataban los costes.
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