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El runrún: El misterio del Descendimiento
El mundo cofrade onubense se encuentra a estas horas tremendamente apenado con las circunstancias que está viviendo la Hermandad del Descendimiento, que la noche del pasado martes al miércoles tuvo la desgracia de sufrir un accidente que ha dejado bastante maltrecha una parte importante de su patrimonio.

Según hemos podido saber de fuentes de la hermandad, por causas que se desconocen y que se están investigando, la cruz donde se hallaba la imagen de Cristo, que a su vez soportaba la de Nicodemo, se ha desprendido de la pared y en su caída ha sufrido daños muy importantes, hasta el punto que la figura principal tiene rotos un brazo y una pierna. En concreto son tres las figuras que presentan mayores destrozos de este conjunto escultórico realizado por el gran Antonio León Ortega a comienzos de los años 50 del pasado siglo. Las imágenes se encontraban en una hornacina situada al fondo de la iglesia parroquial de San Pedro, lugar que ocupan una vez son desmontadas del paso sobre el que salen en procesión cada Viernes Santo. Los técnicos ya se encuentran evaluando más en profundidad el alcance de los daños y al parecer no se explican cómo ha podido producirse el accidente. Con éste se ha puesto en marcha un protocolo muy riguroso en el que incluso interviene el propio obispado, que tiene que dar su autorización para moverlas del lugar; de hecho es necesaria una orden expresa firmada por el obispo para permitir su traslado a un taller de restauración, un traslado además que se realiza bajo condiciones muy estrictas de seguridad para evitar daños añadidos a estas valiosas —por irremplazables— esculturas. Las muestras de pesar y solidaridad tanto de hermandades de la capital y el resto de la provincia, así como de instituciones de todo tipo, se han multiplicado a lo largo del día, aunque sobre el asunto reina cierto secretismo, ya que la Hermandad no ha querido concretar lo sucedido. La fatalidad ha querido cebarse además con una de las cofradías más humildes de cuantas conforman la Semana Santa onubense, puesto que con sus aproximadamente dos centenares de hermanos difícilmente podrán afrontar el coste que implica una restauración de este calibre. El alcalde de la capital, apelando precisamente a los orígenes de la hermandad, fundada a iniciativa de los funcionarios del Consistorio, ya se ha ofrecido a ayudar «en lo que sea necesario», palabras que serán tenidas muy en cuenta por los miembros de la junta directiva.

Un ‘tigre’ en el centro de la capital. A menudo hemos contado en estas mismas líneas cómo determinados negocios echaban el cierre a causa de la crisis. Firmas, en muchos casos de renombre, que bien por estrategia comercial o bien por la caída del consumo, no consiguieron superar estos años tan complicados. Por eso, cuando damos con el fenómeno contrario no podemos sino hacernos eco, por si cunde el ejemplo. Además, hablamos de un establecimiento que implica la existencia de una confianza exterior, ya que se trata de una marca con presencia en otros puntos de España que considera que establecerse en la capital onubenses puede ser un buen negocio, lo cual ya es una buena noticia en sí misma. Hablamos de la firma danesa Tiger, dueña de una cadena de tiendas dedicada a la venta de juguetes y accesorios de todo tipo, una especie de bazar con objetos originales de uso cotidiano: utensilios de cocina, equipos de oficina, artesanía, productos para fiestas, alimentos, artículos de papelería, electrónica, deportes, aparatos o accesorios de moda. Abrirá próximamente en la calle Vázquez López, entre la calle Concepción y el Gran Teatro y desde aquí les deseamos suerte confiando en que en su aventura onubense sea prolongada.

El Hermida más juanramoniano. Tras el reciente fallecimiento de Jesús Hermida, muchas son las vivencias y anécdotas que se están recordando del periodista onubense. Hoy nos hemos encontrado con una imagen de hace ya unos cuantos años, pero que tuvo algo muy especial para Hermida, que recordaba con emoción el ser una de las personas que pudo llevar el féretro de Juan Ramón Jiménez en su funeral por las calles de Moguer en 1958. “Siempre va conmigo un ‘Platero y yo’, un burro, un Platero y un recordatorio de los que antes se hacía de las muertes, de la de Juan Ramón Jiménez”. Estas son palabras de un Jesús Hermida que a lo largo de su vida siempre guardó con cariño el recuerdo de la despedida de otro gran onubense.
