SEMANA SANTA

Reluciente anhelo tornado en melancolía en el Viernes Santo 

20.28 h. (19.15) Un Viernes Santo lleno de luz vistió la despedida de las cofradías que pasan por carrera oficial de la Semana Santa onubense. La Fe, Sagrado Descendimiento, Silencio y Santo Entierro, pusieron diferentes notas de color y recogimiento a la jornada. En el anhelo por repetir su tradicional estampa fue surgiendo la melancolía de los días santos que se van y tras los que solo resta el procesionar del Resucitado este domingo. 

Reluciente anhelo tornado en melancolía en el Viernes Santo 

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Reluciente anhelo tornado en melancolía en el Viernes Santo 

Otra jornada completa de sabor cofrade recobrado. El Viernes Santo de 2022 tuvo la fortuna de poder anclarse al recuerdo reciente, aunque distante por la pandemia, de las anteriores salidas procesionales en un día luminoso, con todas las hermandades en la calle antes del atardecer. Huelva pudo disfrutar de las Hermandades de La Fe, Sagrado Descendimiento, Silencio y Santo Entierro, cada una con su luz, con su tono, con su esencia, compartidas en su caminar. 

Como manda los cánones el Viernes Santo fue de recogimiento, pero era innegable la alegría que se palpaba en la calle un día más, pues no decae la sorpresa de que las cofradías proclaman su misión por las calles de la capital onubense. La primera en hacerlo fue desde la parroquia de Santa María de la Iglesia la Hermandad de la Fe, con un ambiente festivo. 

Repleto de ganas, el barrio de Viaplana estaba poblado de fieles apostados en aceras, esquinas y balcones. Las primeras miradas, tras los tramos iniciales de nazarenos, fueron para el Santísimo Cristo de la Fe, obra de Antonio León Ortega, que con dificultad se abría paso entre la multitud. Después fue el turno de su reina, Nuestra Señora de la Caridad, que también sintió encima el fervor de los suyos y también la cercanía de los móviles elevados para captar una imagen de su semblante. 

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Especial fue el encuentro de la cofradía con las Hermanas de la Cruz. Como ocurría tradicionalmente, el sonido del canto junto a la imagen de los sagrados titulares conformaron una estampa de emoción indescriptible. Gustó tanto el capataz de la Caridad insistió en que cantaran “una coplilla más”. 

Más adelante, con una salida más temprana de lo habitual, con la plena claridad de la tarde, emergía el impresionante misterio de la Hermandad del Descendimiento. Las miradas recorrían el sabor castellano de la obra que tanto orgullo despertó en Antonio León Ortega, con su ropaje tallado, en una escena de impronta seria pero tan expresiva tan icónica del pasaje bíblico que representa.

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Todo un ejercicio de maestría el maniobrar en el limitado espacio que se despliega delante de la puerta lateral del tempo de San Pedro antes de los primeros escalones, que conducen al porche central, donde se encontraba una gran multitud. La Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de la Expiración ‘Salud y Esperanza’ vistió de sones cada giro y mecida. El mismo recorrido realizó el paso de palio de María Santísima de la Resignación en sus Dolores, con su dolor encogido en el rostro y la música de cola de la Banda del Liceo de la Música de Moguer. 

Reluciente anhelo tornado en melancolía en el Viernes Santo 

Pasadas las 19.30 horas se echó a la calle con su característico silencio, de ese que aprieta el corazón, Nuestra Señora en su Soledad, cortejo en el que sólo emitía sonidos el roce de las zapatillas de los costaleros sobre los adoquines de la calle Méndez Núñez y la voz rotunda del capataz. La Virgen, que estrenaba peana, imponía silencio, empatía ante su callado dolor, una resignada esperanza. 

En turno simultáneo desde la iglesia de la Concepción inició su procesión la hermandad oficial de la Semana Santa de Huelva, la del Santo Entierro, que congregó en torno a la ermita de la Soledad un destacado gentío acalorado, esperando para ver a los representantes de todas las hermandades y a los tres pasos que la forman. Nuestra Señora de las Angustias, el Santo Entierro de Cristo, con su capataz y cuadrilla femenina, que tienen su sello propio, y el palio enlutado de Soledad de María fueron al encuentro de la Huelva que anhelaba su caminar y en la que se asomaba un poco ese pellizco de pena porque se acaba la Semana Santa. A pesar de eso, reina el sentimiento de que si se pudo recuperar esta vez, permanecerá siempre. 

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