carta al director
La degradación progresiva del ambiente tranquilo de La Antilla
Soy asiduo veraneante en Lepe desde 1995, hace casi veinte años. Siempre me he alojado en régimen de alquiler en la playa de La Antilla y mi estancia ha sido satisfactoria y por eso todos los veranos he regresado. No obstante he podido percibir desde 2013 una degradación progresiva del ambiente tranquilo de esta localidad.
El municipio ha sido invadido por bandas de vendedores ambulantes subsaharianos que de forma sistemática hostigan y acosan a los veraneantes para que les compren sus baratijas. Recorren todos los bares, restaurantes, cafeterías y playas de la localidad y acosan de forma insistente a los visitantes. Sentarse en una terraza es un auténtico martirio y comprarles una vez es aún peor pues no se dan por satisfechos y continúan insistiendo. Se ceban especialmente con mi mujer, a la que tienen martirizada. Las calles principales están tomadas y ocupadas por manteros que cuentan con un eficaz sistema de vigilancia y se las arreglan para burlar a la policía. Todo esto se añade a las nubes de mendigos y músicos ambulantes que desde años realizaban la misma actividad.Los comerciantes, a excepción del Centro Comercial de Isla Antilla donde existe vigilancia privada, se lavan las manos, dejando circular a esta horda con entera libertad por el interior de sus establecimientos y terrazas. Los últimos días de septiembre son aún peores, pues la misma gente se lanza con más saña sobre los cada vez más escasos turistas.A pesar de que su localidad siempre me ha agradado, dado el ambiente tercermundista que se ha instalado en ella, estoy cada vez más tentado de no volver. Ni por los numerosos pinares que rodean la localidad se puede ya pasear tranquilo por temor a encontrarse con un campamento de esos parásitos. Los asaltos continuos a las fronteras de Ceuta y Melilla, la continua llegada de embarcaciones y la debilidad del Gobierno de la Nación me hacen temer lo peor. Disfruto de un mes de vacaciones para descansar y relajarme, no para estar continuamente a la defensiva y discutiendo. Si este próximo verano sufro algo parecido lamentablemente me veré obligado en lo sucesivo a acudir al vecino Portugal, donde aún no han llegado esas avalanchas.Este problema no solo me afecta a mí, sino a las miles de personas que visitan este municipio. De ustedes depende aliviar esta situación y al menos lograr que esta gente los evite. Serán los primeros beneficiados. Lamentaría después de veinte años tener que ir a otro lugar.
Ángel Ayala Egea (Móstoles)