ENTRE PUCHEROS

Rosendo

Hace casi medio siglo que Rosendo fue a instalar una cocina en un antiguo lagar y se dispuso a hacer disfrutar a sus paisanos, también a aquellos que paraban por el pueblo debido a cualquier circunstancia, ya fuera laboral, las más, o vacacional, en aquellos tiempos, como ahora sigue ocurriendo, las menos.

Rosendo

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Mesón el Tamborilero

Avda. Juventud, 2. 21730 Almonte

Hacía de comer Rosendo entonces tal como le había enseñado su madre, que ofició de cocinera en las principales casas de aquellos tiempos salvados del olvido por la exquisita literatura de Juan Villa, almonteño como este cocinero honesto y ejemplar. Tiempos en los que Doñana era aún un lugar salvaje y apartado, un coto de caza y una despensa de la que ya no quedan ni las sombras. Era entonces Almonte un pueblo que se esforzaba por salir adelante, como todos en unos tiempos no demasiado boyantes. Pero en aquellas soledades de unos tiempos grises, la idea de Rosendo funcionó. El público empezó a frecuentar el mesón que él llamó del Tamborilero, aunque más que tamboril él utilizó la flauta encantada de la mejor cocina y algo que aún hoy no pasa por alto, la dignificación de los productos más humildes, que en absoluto tienen por qué ser los de menor calidad, sino todo lo contrario. Ahí están el modo de trabajar la caballa, o la berenjena, o el pisto al que lo coloca un huevo frito en todo lo alto y al comensal solo le falta decir ole. Ole al maestro que sido fiel a la más pura tradición culinaria bajo andaluza, con la almendra como protagonista de las salsas o ese meter pescados en tomate que Rosendo lo hace como nadie.

Así inició su andadura Rosendo en el Tamborilero y así continúan relatando esta historia sus hijos en el moderno Tamborilero, mucho más amplio, con una buena carta de vinos y con algunas leves modificaciones realizadas a las lecciones del patriarca que permiten la visión de esa saber hacer en una cocina que se fundamenta en ofrecer lo  mejor y con la elaboración justa. En todo esto, Rosendo ha visto como en esos cincuenta años que lleva trabajando en una cocina, las modas han vuelto y ahora resulta que lo que él hace en El Tamborilero es lo más moderno del mundo. Buenos productos, independientemente del precio que tengan en el mercado, y sentido común. Esa es su verdad y de paso la razón de su éxito.

El nuevo mesón está instalado casi a las afueras del pueblo, con facilidad de aparcamiento y un salón muchísimo más grande que el del antiguo lagar de la calle Unamuno. Ahora incluso se puede tomar café. Antes, no. Porque el sistema consistía en entrar, esperar a que hubiera una mesa libre y pasar por la cocina para ver lo que tenía Rosendo en los fogones, maravillarte con ese equilibrio imposible de ollas amontonadas en un reducido espacio, dejarte embriagar por el delicioso aroma de ollas y pucheros en los que se cocía lo mejor de la tradición gastronómica andaluza, después sentarte a comer, disfrutar y luego dejar la mesa libre para que otros, porque siempre había alguien esperando, tomara tú lugar, reiniciándose de esta manera el rito de visitar a la cocina, charlar con Rosendo y a la mesa. Ahora ya no hay tanta prisa porque hay más espacio, de modo que los postres, las tartas de Rosendo, que siguen siendo prácticamente las mismas de siempre, se pueden disfrutar más tranquilamente, incluso con un café al lado y tertulia en ese templo del buen comer que es El Tamborilero de Rosendo o Rosendo el del Tamborilero, como prefieran.

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