Otros jóvenes muy preparados
Hace unos días se hizo pública la decisión del rey de abdicar en su hijo Felipe, el hasta entonces príncipe de Asturias. Desde ese día se han sucedido los análisis y comentarios de todo tipo en los medios de comunicación, desatando un debate sobre la conveniencia de continuar con el actual modelo de estado o someter a referéndum la continuidad de la monarquía en nuestro país. En estos análisis, se han repetido dos frases con especial insistencia: en primer lugar, que Juan Carlos I ha sido garante de la democracia en España; y, en segundo lugar, que el príncipe está muy preparado para el cargo que va a ocupar.
No voy a centrarme en la veracidad de estas afirmaciones ni en el debate monarquía-república que tanto está dando que hablar. En esta ocasión quisiera llamar la atención sobre otros españoles, más jóvenes que el príncipe, pero igual o más preparados. La generación que actualmente ronda la franja de edad situada entre los 25 y los 35 años, y que se ha hecho tristemente famosa en el resto de Europa por su escandalosa tasa de paro. Quiero hablar de las oportunidades que nuestra sociedad ofrece a estos jóvenes que, como el príncipe, también están bastante preparados.
Se decía que ésta era la generación más preparada de la historia de España y seguramente lo sea. Desde pequeños oyeron de sus padres y sus profesores que había que estudiar y formarse para poder conseguir un buen trabajo y un futuro, y muchos de ellos lo hicieron. Terminaron el instituto y la selectividad, y estudiaron una carrera universitaria, en muchos casos gracias a becas, lo que suponía aprobar todas o casi todas las asignaturas cada año. La carrera no era suficiente, y también hacía falta hablar bien inglés y estudiar un máster. Algunos incluso estudiaron un doctorado, con la esperanza de convertirse en investigadores o dar clase en la universidad. Mientras tanto, los compañeros de clase que abandonaron los estudios en el instituto ganaban el dinero a espuertas trabajando en la construcción. Pero la sociedad seguía transmitiendo el mensaje de que estudiar era la mejor opción a largo plazo y que tendrían un buen futuro garantizado.
Desde que comenzó la crisis económica, el futuro que garantizaban los estudios se ha esfumado. Los jóvenes y sus padres, que tanto se han esforzado para que sus hijos estudiaran, han visto con estupor cómo estudiar ya no garantiza nada. Ni un trabajo, ni la independencia económica, ni siquiera poder plantearse tener hijos. Los jóvenes españoles en la actualidad tienen tres opciones: trabajar en cualquier cosa y de cualquier modo, seguir estudiando, o irse de España. Si no aceptas estas opciones o te quejas, se te acusa de estar acomodado o ser un ni-ni (ni estudia ni trabaja).
La sociedad española ha vuelto la espalda a sus jóvenes. Si optan por la primera opción, encuentran que la mayor parte de los puestos de trabajo que se ofrecen para ellos rayan la explotación laboral, con sueldos que rondan los 600 euros al mes, en muchos casos trabajando más horas de las que se cotizan y realizando tareas por debajo de su preparación. Gracias a la reforma laboral está permitido casi todo, y si no quieren aceptar las condiciones laborales propuestas, siempre hay otra persona más desesperada que quiera coger el trabajo. Si deciden estudiar, para tener una mejor preparación, que no cuenten con las becas, porque el ministerio que encabeza nuestro querido Wert las ha dificultado tanto que conseguirlas cada vez se parece más a ganar una lotería. Y si deciden irse de España, nuestro gobierno seguramente espera que no vuelvan, porque sólo espera tres meses para quitarles el derecho a la sanidad pública. Por este motivo muchos de ellos no han podido votar en las últimas elecciones, ya que para ello es necesario registrarse en los consulados y hacer público que ya no residen en España.
Como dije antes, mi objetivo no es entrar en el debate monarquía-república ni discutir si el príncipe está o no preparado para llevar a cabo sus tareas. Lo que quiero denunciar es que además del príncipe Felipe, en este país hay otros muchos jóvenes que también están muy preparados y para los que no se abren perspectivas tan halagüeñas. Nuestra sociedad debería tomar conciencia de que está perdiendo a una generación que a lo largo de su vida se han dedicado a hacer todo lo que se les pedía, ya fuera terminar una carrera, aprender inglés o estudiar un máster. Nuestro país les ha vuelto la espalda y puede ser que en el futuro sean ellos quienes les vuelvan la espalda a España.