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Diluvio de amor y flores para la reina de San Francisco

22.11 h. A cada poco todo tipo de manifestaciones de devoción y cariño recibieron el Santísimo Cristo de la Expiración y Nuestra Señora de la Espranza en una procesión de viva emoción de principio a fin, donde no cesaban los vivas y piropos, los aplausos, petaladas y saetas. Especialmente en el Hotel Tartessos con los antiguos vecinos del Brasil, antes en su salida, ante las Hermanas de la Cruz, por las calles del casco antiguo y entre sus calles con más sabor e intimidad.

Diluvio de amor y flores para la reina de San Francisco

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Esperanza en Huelva es sinónimo de tantas cosas dignas de vivir y contar… Todo un universo de sentimientos y manifestaciones con una fuerza tremenda que se disparan desde los corazones de tantos onubenses y que tienen una profunda devoción como origen, que se desborda cada Miércoles Santo de un modo especial y desmedido, como insondable, como incalculable, es el valor que tiene para cada una de esas personas vivir y revivir el instante en el que se tiene de frente y lo más cerca posible al Santísimo Cristo de la Expiración y a Nuestra Señora de la Esperanza, fuentes inagotables de emociones únicas. Y a cambio todo lo imaginable que se puede hacer con cariño, amor, fe y respeto por estos sagrados titulares, que se llevaron piropos a cada metro, aplausos en cada levantá, petaladas en cada esquina, lluvias de flores que siembran alfombras, tantos vivas, tantos rezos y suspiros, saetas cantadas con las entrañas, miradas en las que se pone el alma en los ojos, y todo resonando en la tarde y la noche de Huelva, dejando huella, impregnando la ciudad de un sabor especial, una marca para el espíritu que exalta y reconforma.

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Y es que la Hermandad de la Esperanza es muy grande más allá de lo numeroso de su cuerpo de nazarenos, más allá de su historia y tradición, del arte y fervor que atesoran todos sus elemento, más allá de que el Cristo de la Expiración sea único y también Nuestra Señora de la Esperanza, primera dolorosa de Huelva coronada hace 15 años. Pero es que la corona que le pone Huelva cada Miércoles Santo no tiene comparación, porque su arquitectura la conforman el contenido de los corazones y almas de los que están y los que se fueron, porque su brillo es el de las miradas de su gente, sus lágrimas sus joyas, sus palabras detalles de orfebrería y el conjunto tiene un peso que sólo ella puede llevar como lo lleva, para el deleite colectivo.

Todo comienza en la cuenta atrás de los días y empieza a terminar en la iglesia de San Francisco, el reino de tantos devotos que fueron poblando la calle Esperanza Coronada para arropar a su cofradía desde el primer metro hasta el último de su recorrido. No hacía tanto calor como en la jornada anterior, pero la impaciencia y las ganas hacían incómoda la espera a la multitud congregada, que ocupaba cualquier espacio.

En el interior del templo realizó la primera levantá del paso de misterio del Santísimo Cristo de la Expiración, Inmaculada González directora Canal Sur, con motivo del 25 aniversario del programa el Llamador. Antes de hacer sonar el martillo dedicó la levantá “a esta cuadrilla en nombre de todos los que hacemos el Llamador. Os queremos decir que no habrá privilegio mayor que esta levantá que damos en nombre de todo el equipo y de miles de oyentes. Gracias a vosotros van a disfrutar de cómo van a pasear a Señor de la Expiración. Muchas gracias por dejarnos formar parte de su familia, estar en vuestras trabajaderas y dejarnos meter el micrófono”.

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A las 17.15 horas se abrían las puertas y la cruz de guía iniciaba la estación de penitencia por delante de los numerosísimos nazarenos que forman la cofradía. Después, enterrado en claveles rojos aparecía el Santísimo Cristo de la Expiración, que fue emergiendo y creciendo, distanciándose de las miradas, ganando altura y siguiendo la dirección de su mirada lanzada al cielo con su último suspiro. Se había hecho el silencio y brotaron tambores lentos a los que se sumaron suaves tonos de cornetas, que fueron ganando intensidad y volumen hasta que casi tan alto como el sol quedó el Señor, solo en su madero ante la mirada de todos y los sones de la Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de la Expiración.

La siguiente levantá vino cargada de emoción dolorosa al recordar a Antonio Martin infante, fallecido hace sólo un mes. Su hijo, que es costalero, y el capataz de la Virgen, Pedro Olivares, en representación de las cuadrillas, se abrazaban con fuerza con lágrimas en los ojos. José Antonio Tellado Fernández decía “ya está en el balcón cielo, ¿dónde mejor se puede ver una hermandad? Vamos a llevarle el Cristo”.

El paso de misterio caminó hacia la plaza Niña y ante el majestuoso paso de palio de Nuestra Señora de la Esperanza se situaba el concejal y senador Curro Moro, que donó su medalla de senador por Huelva a la Virgen, que la llevaba consigo, “qué mejor regalo que lo lleve la señora, un vinculo que jamás se podrá olvidar y el la mirará con otros ojos”, decía el capataz Pedro José Olivares Asensio. Moro dedicó la levantá a la cuadrilla, a la que dedicó una buen estación de penitencia, y a la que agradeció por adelantado “la esperanza que vais a repartir por toda Huelva”.

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Y eso decía después Olivares, “vamos a seguir repartiendo esperanza por las calles de Huelva”, mientras conducía al paso al dintel. Mientras seguían saliendo tramos y tramos de nazarenos con capas color verde. En el silencio sostenido sus órdenes son el único sonido pero irrumpen con fuerza entre las maniobras vivas para “la Reina de Huelva”, piropos para una “Esperanza Guapa”, griterío sentido. Y una vez el paso fuera le llovieron flores con una gran petalada y una sonora ovación a la Esperanza. Nadie quiere callarse ni parar de manifestar sus sentimientos, entregados a la contemplación de su madre, a la que deben tanto y anhelan.

Poco después, siguiendo los pasos del Cristo, también la Esperanza se detuvo ante el convento de las Hermanas de la Cruz, cuyo paso besó la fachada y casi quiso penetrar sus puertas. Los susurros cantados por sus hermanas, ese rezo dulce, fue recogido con emoción y el capataz les dio una rosa blanca del exorno, más que justo regalo para las madrinas de su coronación, antes las que el paso se meció con gracias adelante y atrás en un momento de mucho disfrute.

Sin recuperarse de un momento de emoción fue llegando otro y así fue durante gran parte de su recorrido, pero quizás pocos tan especiales y con tanta historia como el encuentro con la Huelva del pasado en el Hotel Tartessos, donde se erigían las construcciones de la casa de vecinos del Brasil.

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Allí el Santísimo Cristo de la Expiración encontró a mujeres que fueron niñas allí, que llevan el peso sentimental de madres y abuelos que sembraron la tradición, y que como cada Miércoles Santo esperan y disfrutan. Extendiendo los brazos y exhibiendo los ramos se les reconocía, con el rostro repleto de emoción a estas personas que no podían contenerse y soltaban “oles” sin cesar, aplausos, exclamaban “qué bonito”, rodeados por balcones con proclamas como “La más bella del mundo”, “Hija de Sion” o “Rosa Mística”.

Desde uno de ellos Manuel Encuentro dedicaba al Señor, que miraba al cielo, una saeta que infundió silencio y puso los pelos de punta a los presentes. “Aquí están las tradiciones que no se pueden perder nunca y aquí están todos por sus antepasados, que están en el cielo y Manoli en representación de toda la gente del Brasil va a hacer la levantá, para que tengan mucha salud toda su familia”, decía el capataz.

Recreándose tras recibir en la calle Santa Ángela de la Cruz otra petalada abundante más que fue alfombrado su camino llegó Nuestra Señora de la Esperanza a un mar de almas que no dejaban espacio para nada más, que bañaban y arropaban a su madre, a la que le lanzaron más  piropos y alabanzas desde los balcones, declaraciones de amor  y devoción.

“Esperanza, Esperanza”, la llamaban como para atraer su atención y tenerla más cerca,. “Esperanza guapa, guapa y guapa”,  “Viva la señora de Huelva, la reina de San Francisco”, una secuencia interminable que exaltaba a todos, entre los que no se cansaban de piropearla hasta que apareció de nuevo la voz emocionada de Manuel Encuentro, otra vuelta de tuerca de más a la emoción. “Es el norte y la guía, la Virgen de la Esperanza, lo más grande que tenéis ustedes y la vamos a llevar al cielo por toda la gente del Brasil”, exclamaba Pedro Olivares entre más aplausos y ole. Banda Sinfónica del Liceo de la Música de Moguer completaba el cuadro interpretando ‘Campanilleros’. Y caía una nueva petalada tremenda más, como un diluvio, desde los balcones del Hotel Tartessos, y brotaban más aplausos y olés. Nada faltaba para ser más felices, no cabía más gozo para los presentes y los del “balcón celestial”.

Tras la impaciencia de vivir todo eso surgía la sensación de que la tarde se iba volando ante la intensidad de momentos que superaban el tiempo y su percepción, confundidos por la locura de amor, un estado de felicidad que se apreciaba en cada rostro, una cura milagrosa que se siguió escanciando por una Gran Vía repleta. Los palcos que ya tendrían su momento de disfrutarla en el sentido contrario, estaban atestados para ver a la Reina de San Francisco. Se cumplen 15 años desde que el 3 de junio del año 2000 se convirtió en la primera imagen de Virgen dolorosa coronada  de Huelva. Casi nada.

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Como no podía ser de otra forma hacia Arquitecto Pérez Carasa, Rábida, Murillo, Vázquez López, Gobernador Alonso, Hernán Cortés y Bocas, la hermandad camino con estreches y hubo intimidad en cada revirá, algo tan bonito que paladearon muchos cofrades, pues para todos había un instante de cercanía con el Santísimo Cristo de la Expiración y Nuestra Señora de la Esperanza, que triunfalmente recorrieron la carrera oficial para luego adentrarse de nuevo en las calles de su feligresía, donde llegaron más saetas y petaladas para completar ese universo infinito que gira alrededor de la Hermandad de la Esperanza, ese que tanto contiene.

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