carta al director

La vida hoy no vale nada

He visto en numerosas ocasiones el vídeo filmado la semana pasada a pocos kilómetros de Johannesburgo, en el que la policía sudafricana descerraja cientos de tiros contra los manifestantes de la mina de platino. En una primera ocasión me pareció que las personas armadas disparaban contra una manada de reses, debido a la polvareda que levantaban.

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Una  vez averiguado que eran hombres matando hombres, he pensado “menuda panda de malnacidos los policías”. Más tarde he reflexionado y al ver los machetes que portaban los huelguistas, mineros  representados por la Asociación de Mineros y Trabajadores de la Construcción, me ha parecido normal que el miedo a que te seccionen la yugular aquel que viene en tropel, te haga perder la noción de humanidad. Descartado el apartheid, ya que en los dos bandos aparecían personas de color y entrar en tema de tribus sería por mi parte querer saber demasiado.Indudablemente, la empresa minera tiene la culpa de casi todo. Solo son personas que intentan exigir mejoras, tanto económicas como laborales, digamos seguridad e higiene y más dinero a fin de mes. Pero cuando digo casi todo, no olvido que existe un gobierno que debería al menos intentar mediar.Desde luego me rindo ante quien da la vida por algo y pierdo un poco el criterio ante quien mata por miedo. Espero que aquí no lleguemos a tales extremos, pero la necesidad,  cada vez va yendo a más, y no parará de hacerlo; tonterías como robos en supermercados con bastantes tintes mediáticos y amparados en la impunidad parlamentaría podrían acabar en ríos de sangre.Confío en equivocarme, pero si tienes que dar de comer a tus hijos o a tu gente, cuando te han quitado lo poco que tenías los que ahora tienen más que nunca, la cuestión puede acabar como el Rosario de la Aurora, que como ustedes sabrán fue un suceso cofrade de Cádiz, en el que los devotos se cruzaron con un grupo que los provocó de tal manera que la cosa acabó a hostias, con perdón.Cuánta sangre se ha derramado a lo largo de la historia en pro de mejoras para los oprimidos y  ahora los gobiernos que aplican políticas neoliberales de un solo plumazo consiguen que las muertes y el sufrimiento no haya servido absolutamente para nada, en un denodado esfuerzo por aumentar la brecha entre clases sociales reduciéndolas a dos, la del antiguo señorito, que preñaba a la sirvienta y la del jornalero que no tenía ni comida ni medicinas con las que mitigar su maltrecha subsistencia. Estos ciclos se repiten e irremisiblemente parece que vamos camino de que nos quieran preñar, afortunadamente hoy hay más medios para evitar el embarazo, pero a la vista está que  nos quieren seguir jodiendo.Federico Soubrier García

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