CARTAS AL DIRECTOR
Sigan jugando… señores
Sigan jugando, señores políticos, al Monopoly del Estado. Sigan tirando los dados, con un buen puro cubano entre las manos. Arruinando Cajas y adquiriendo Bancos. Encerrando parias e indultando “santos”. Hagan juego, señores. Es adictivo ¿verdad?
Manejando los hilos del poder. Marcando los tiempos de latirada. Con un periodista al lado, comentando la jugada.
Creyéndose los “reyes del mambo”, y sonriendo malévolamentecuando el adversario, va mermando su montoncito de billetes de quinientos.
¡ Qué bien se ve la vida, con un traje de diputado, o desenador, o de Conseller !
¿Crisis? Sí, pero yo tengo el sueldo asegurado. Nadairreparable.
Lo bueno de este juego es que la casilla de la cárcel, estestimonial. Puro trámite, antes de volver a la partida.
Es adictivo ¿verdad?
En vuestro templado salón, con un buen vaso de “güisqui onthe rock” y con la guardia pretoriana, custodiando el edificio.
Joder, ¡qué lujo de vida!
Mientras, en la calle, en este frio invierno, el resto delos mortales, vuestros súbditos, ya no juegan a nada.
Sobreviven.
Ni siquiera contemplan la partida. Están hastiados de ver alos mismos jugadores, intercambiando papeles. Hartos de este juego implacable,que tanto entusiasma a sus señorías.
Comienzan a ser conscientes, que vuestro juego – en realidad– es un divertimento para vosotros, pero una desgracia para ellos.
Que cada vez que los dados revolotean sobre el tapete,cientos de miles de personas, pierden su trabajo, se quedan sin vivienda odesaparecen los ahorros de toda una vida.
Y ya no observan la partida con los mismos ojos. Sobre todo,porque se les van inyectando de sangre. Porque el estómago, su estómago, tieneeco y sus hijos, aquellos a los que engañaréis una vez más, viven en casa de laabuela.
Yo os maldigo, aprendices de Dios. Proxenetas de lalibertad. Ludópatas de la dignidad.
Os maldigo, porque en este país que, alguna vez creyó en laDemocracia, la habéis bastardeado de tal forma, que sigo oliendo a Dictadura.
Una dictadura de mediocres, jugando al Monopoly del Estado.
Y maldigo a vuestros voceros, a vuestros mentores, avuestros “líderes” y a todo aquél que os aficionó a este juego macabro en elque los edificios, los Bancos y el Cash, son más importantes que losciudadanos.
A este diabólico juego, del que tarde o temprano, osquedaréis sin tablero.
No queda mucho.
Ernesto Oyonarte