Presentación de la obra, ya a la venta

‘La memoria varada’ zarpa contra el olvido

23.56 h. Multitudinaria presentación en la Universidad de Huelva de la obra del periodista Rafael Adamuz, quien se mostró “encantado” de que ya le insultaran en twitter por su obra, pues “lo que se hizo fue una mierda muy gorda, cuyo hedor perdura, y bendita la hora en la que comencé a remover ese trozo de mierda”, que es de lo que le han acusado. Baltasar Garzón apoya la novela “con toda la energía de quien cree que la memoria de las víctimas dignifica a todos”. Juan Cobos Wilkins afirma que “la memoria no es humo y no debe serlo y tú lo has conseguido con este libro”. Luis Casá ensalza que Adamuz ha logrado “rehabilitar la memoria de todos los mineros de la Cuenca. Nos ha dejado un gran legado”.

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‘La memoria varada’ zarpa contra el olvido

Cuenta la calidad y la cantidad para valorar acontecimientos  y el salón de actos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Huelva puede dar cuenta de ello, pues  la presentación de la novela ya a la venta ‘La memoria varada’ del periodista de Canal Sur Radio Rafael Adamuz concitó en un espacio donde no quedó un sitio libre a destacados representantes de la sociedad onubense. Había autoridades de todas las administraciones y partidos políticos, juristas, compañeros del gremio, amigos y familiares del autor, por su puesto, pero sobre todo personas de diferentes pueblos de la Cuenca Minera y otras localidades onubenses que guardan una estrecha vinculación con la historia que cuenta la obra, algunos de ellos descendientes y conocedores de una historia con lagunas y que ahora luce ante la opinión pública para combatir el olvido. Los 70 mineros sentenciados a muerte tras un macrojuicio en el verano de 1936, su calvario como prisioneros en la bodega del barco Cabo Carvoeiro,  las cartas de Luis Martín Bermejo que sobrevivieron a este drama humano, lo que pasaba en la Huelva de la época tras el alzamiento, el proceso de investigación… son las piezas del puzzle recogidas por Rafael Adamuz, que dio gracias por contar esta historia y que recibió muchas más de quienes aprecian su más que meritorio trabajo, que cuenta con la rúbrica del juez Baltasar Garzón.

El jurista intervino en la presentación a través de un mensaje grabado en video en el que afirma que aunque se ha escrito mucho sobre la Guerra Civil, los sucesos de la Pañoleta el 19 de julio de 1936 y los acontecimientos posteriores “son impresionantes y nos duelen todavía como si fueran hoy mismo” por representar “la injusticia de la justicia arbitraria” de quienes apoyaron el golpe militar y consumaron unas “acciones ilícitas contra trabajadores mineros y favorecieron a otros que con la traición se instauraron en el poder”.

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Garzón ha calificado como “inmensa” la novela y el trabajo de su autor, que con este libro ha conseguido “traernos al presente lo que nunca debe estar ausente en la vida de una sociedad y que es la memoria de un pueblo, que es con la que construimos y en España todavía se sigue sufriendo por el desconocimiento y el olvido de las víctimas del franquismo y como sociedad fuerte no podemos permitirlo”. Además ha resaltado que la obra “no va a dejar indiferente a nadie” y que “se te pone la piel de gallina cuando lees ese juicio sin juicio, esas personas hacinadas en el barco, una tragedia”. Por último ha animado a leer la novela, a la que apoya “con toda la energía de quien cree que la memoria de las víctimas dignifica a todos”.

El escritor Juan Cobos ha ejercido de conductor del acto y ha asegurado que ‘La memoria varada’ es “uno de esos libros necesarios e imprescindibles y por el que todos te estamos agradecidos, traer este niño al  mundo te tiene que hacer sentirte muy feliz”, ha dicho a Adamuz.

Uno de los momentos especiales ha sido la intervención inicial de Luis Casá Marín, nieto de Luis Martín Bermejo, uno de los mineros condenados y cuyas cartas a su familia son el punto de apoyo de toda la novela, su corazón. Según ha relatado, en su casa siempre le dijeron que el abuelo murió porque “lo cogió un tren” y que ya en los años 70 la versión fue que “Franco lo mató” y ya entonces supo de unas cartas con “la ternura y el dolor del que ha sido condenado a muerte”, que guardó un tío suyo y que nadie entre los suyos había visto ni leído, pero que iban dirigidas a su abuela y sus seis hijos. Tras la muerte de su tío halló as cartas y tuvo la motivación de “demostrar que los condenados no eran criminales sino héroes” que fueron a ayudar a la República democráticamente elegida contra el golpe militar.

“Soy de los que han esperado un resquicio para con la Ley de la Memoria Histórica enterrarlos dignamente”, ha expresado Casá, que recordó que su madre e hijos han vivido con la marca de ser “hijos de vencidos y con el miedo a cuestas”. Ha expuesto que su familia acabó entendiendo su reivindicación y que como parte de ella intervino en la sección de la memoria histórica del magacín radiofónico de Rafael Adamuz en Canal Sur. “Mi madre, que entonces tenía 80 años y vivía conmigo me decía llorando muerta de miedo que ahora qué nos iba a pasar por contar eso”, a lo que le respondió que “Nada mamá, los malos ya están muertos”.

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Tras la llamada colaboró en la novela con Adamuz, al que ha ensalzado por “trabajar por escribir nuestra memoria” y por “rehabilitar la memoria de todos los mineros de la Cuenca. Nos ha dejado un gran legado”. “El libro le otorga a mi abuelo y a todos el reconocimiento social que merecen para que nunca más queden en el olvido”. Es por ello que ha dicho sentirse “orgulloso” de su abuelo y más tras conseguir que se hiciera efectivo su derecho a una reparación moral por parte del Ministerio de Justicia el 30 de agosto de 2011, documento que ha leído.

Fueron instantes intensos y sentidos, como ha reconocido Cobos Wilkins, que ha calificado ese momento como “histórico” y que ha mostrado que “la emoción va de la mano de la justicia”. En lo personal el escritor de Riotinto ha comentado que el libro logra “poner en su lugar la dignidad de unas personas a las que se había borrado y ocultado”. Ha reconocido que había oído hablar de los acontecimientos de la novela de manera parcial, de “las camionetas que salieron con mineros hacia la Pañoleta con gente muy joven y que no volvieron, que les había tendido una trampa, poco más”. Es por ello que “quedaba una nueve que confundía la historia y la difuminaba y como el mineral quedaba subterránea” y ha valorado el trabajo de Adamuz para poner “ante los ojos de los lectores algo que no se debe olvidar, como la memoria de los que fueron masacrados”. “La memoria no es humo y no debe serlo y tú lo has conseguido con este libro”, ha afirmado.

Haciendo de entrevistador, pues también estudió periodismo, el escritor ha entrevistado al periodista que está en calidad de escritor y al preguntarle por cómo llega a esta historia ha aclarado que “esta historia no es mía, es vuestra. Muchos que habéis venido de Rintinto, Nerva, El Campillo… es una historia de Huelva, pero a la vez traspasa fronteras” y ha relatado que “le debo a Luis que me llamara un día a la radio” para participar en la sección que habilitó, que “funcionó increíble”, y que le hizo ver que  había “mucha gente en Huelva que quería contar su historia y necesitaba saber más”.

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Adamuz puso a Luis en contacto con investigadores para que encontrara el certificado de defunción de su abuelo y después cuando tuvo conocimiento de las cartas que les legó su antepasado, pidió usarlas, porque con ellas “tiré del hilo y encontré elementos valiosos”. Dio con el expediente 85/36, que contiene de los 70 sentenciados “sus rasgos físicos, lo que declararon y la sentencia”, aspecto este último con el que le dio “un vuelco el corazón”. Fue tal el “impacto y me generó tanta indignidad” por la “mezquindad” de su argumentación, que se decidió a “llegar al mayor número posible de personas” con su obra.

Cobos Wilkins también se interesó por el juego temporal que hay en la obra, con capítulos y páginas que retrotrae al lector a 1936, intercalándose con el desarrollo del juicio, con el interior del barco, con la narración de la investigación en un tiempo más presente. “Lo tuve claro des de un primer momento. Me planteo la novela como un puzzle, que es como yo estaba ante todo eso, ante Luis y sus cartas, lo que sucedía en Huelva y el comandante que traiciona a la columna… voy creando capítulos independientes y rápidos y la novela avanza con distintas tramas, cartas, Luis, juicio, mi investigación, Haro Lumbreras y la reconstrucción de los hechos. Es el elemento perfecto para ir picando la curiosidad, como me pasó a mi, y creo que el lector va a ir atando cabos”.  Asimismo ha comentado que aunque sabía que era “poco literario”, ha puesto “todo el esfuerzo para hacerlo llevadero pero era importante que estuvieran los nombres de todos los mineros y sus declaraciones”. Al final “creo que toco encaja y cobra sentido. Esos caminos que se recorren van convergiendo y confluyen en el desenlace”.

Otro punto puesto en alza es la escena en la que amanece sobre Sevilla y aparecen esos mineros que dicen que van “a volar con dinamita la Giralda y a violar a las sevillanas” y son traicionados por la Guardia Civil que debía apoyarles y como un caballo de Troya les atacan desde dentro y hay muertos y detenidos. “Hay quien sostiene que el propio Haro Lumbreras dispara contra el camión de dinamita, que deja nueve cadáveres, cuyos restos están en Camas”, ha expuesto Adamuz, que ha puntualizado que el atestado habla de nueve muertos, aunque en el juicio se habla de 25 y que los cuerpos estaban carbonizados y apenas pudieron identificarse.

El autor de la novela también ha resaltado que de los detenidos, la mitad trabajaba en la Riotinto Company Limited y que los ingleses “espiaban a sus trabajadores y hay dossiers con todos su movimientos, afiliación política y sindical, las letras de lo que cantaban en carnavales, los hijos que tenía, etc”.

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Éstos fueron acusados del delito de “rebelión y condenados a muerte”. Jóvenes muchos de ellos de 18, 19 y 20 años que acabaron en un barco en el Guadalquiver en el verano del 36, que como ha expresado Wilkins permanecerían “sin verla luz y escuchando el golpeteo de las olas contra la madera o los pasos en cubierta sin saber cuando saldrían, calor, humedad y angustia”. Como bien ha explicado el autor de la obra el barco es “un protagonista más” y de hecho la novela se iba a titular Cabo Carvoeiro, pues durante mes y medio fue “un ataúd que da cobijo a esos mineros”. Ha explicado que su suegro arregla barcos y que como conocedor de la materia trataron de reconstruir como serían las condiciones que soportaron esos presos, que ha definido como “un infierno”, pues “más que la muerte eso fue el peor de los castigos”.

Una cuestión muy relevante es el consejo de guerra y el proceso judicial, la “columna de la novela” según su autor, un juicio que Wilkins ha calificado como “una gran farsa”. “Aquí hay jueces y abogados y podrán poner terminología a lo que sucedió allí”, pues, entre otras cosas “no tuvieron abogado defensor hasta el final del proceso”.  Ha resaltado que “la aportación que hago a los hechos al final va a remover conciencia y estómagos. Ya me insultaban por twitter y estoy encantado. Me acusaban de remover la mierda y efectivamente lo que se hizo fue una mierda muy gorda, cuyo hedor perdura, y bendita la hora en la que comencé a remover ese trozo de mierda”.

La última pregunta dirigida al autor fue acerca de si las personas que iban en los camiones iban obligados por quienes los reclutaron y les mintieron y no sabía a lo que iban o conocían que el objetivo era “liberar Sevilla del cerco fascista que se había declarado”. Al respecto Adamuz ha manifestado que eso “debería decidirlo cada lector cuando lo lea”, pues se ha limitado a “contar lo que sucedió”, por lo que espera que “cada lector tenga una opinión diferente, porque hay elementos para que así sea”. Pero puesto a ‘mojarse’ ha expresado que “yo francamente creo que algunas personas pasaba por ahí, otras sabían a lo que iban pero ninguna sabía a lo que se exponía realmente.  Alguno de los mineros iba porque tenía una hermana monja en Sevilla, otros creían que iba a una huelga o algo así, pero no tenían un conocimiento real asumido. A los mineros y campesinos, que no tenían formación militar,  si se les dice que iban a una batalla en las tricheras de Triana irían muy pocos”.

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El jurista de Valverde del Camino Ramón Membrillo,  patrono de la Fundación Baltasar Garzón, ha destacado en su intervención que en el ideario de la  institución están “la defensa de los derechos humanos y el no olvido de las víctimas”. Como ha recordado en el caso que se relata en la novela, “su sufrimiento no solo acaba con sus ejecuciones, porque ese daño también se produce en sus descendientes y cuantas infancias y juventudes y proyectos de familia fueron quitados de en medio. No es justo que una sociedad como la española de hoy olvide esto. Es una forma devolver la dignidad a los que tenían la voluntad defender la libertad que tenemos ahora y que se quedaron en el camino y fueron vilmente asesinadas”.

Como valverdeño ha indicado que “siempre se ha hablado de esta historia” y que lo acontecido en la Pañoleta “ha pasado en más sitios”. Como letrado se ha referido al macrojuicio y ha dicho que “no tuvieron derecho a defensa, sólo había acusación y fueron sentenciados a muerte por pedir libertad o pensar algo distinto. No eran delincuentes”.

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“Desde la fundación compartimos que lo que hay aquí no nos podemos permitir olvidarlo. Habrá quien no lo comparta, pero la memoria histórica no implica venganza o alentar el enfrentamiento sino reconocer qué ocurrió para que nunca más lo veamos”, ha afirmado Membrillo, que ha añadido que “se pueden tener ideas distintas, eso es democracia, pero no debemos permitir la razón de la fuerza sino la fuerza de la razón”.

Por última ha expresado que “leyendo este libro estoy viendo a esas personas, que nos están diciendo mirad lo que han hecho con nosotros, su único delito pensar diferente”. Asimismo ha recordado que el presidente de la Fundación, Baltasar Garzón, es un “gran defensor de la memoria histórica y de las victimas y que sean reparadas. Él ha pagado muy alto ese precio”.

El broche de oro, antes de la multitudinaria firma de ejemplares, ha sido la lectura, con la característica voz de Rafa Adamuz de un primer capítulo que fue el último en escribirse y que parte de una foto con Luis y Ángela, el autor de las famosas cartas y su mujer, un aperitivo que dejó una buena muestra de la pasión literaria puesta en la obra por su autor, por el esmero y dedicación en construir una novela que desde hoy ya está a la venta.

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