crítica 'la violación de lucrecia'
Shakespeare despellejado
Alfonso Zurro toma tal como le parece un poema de Shakespeare, atraído más por el título que por sus verdaderas entrañas, adobándolo con un tono de mitin que conecta con el público al que va dirigido, tal como debe ser su intención
Actrices iluminando la escena
Ay zarzuela de mi vida
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Iniciar sesiónTomar un texto clásico para armar un discurso sencillo que alcance a un segmento amplio de la población no es asunto que se deba tomar a la ligera, y más si se trata de un asunto terrible que sobrevuela programas electorales y acciones no muy exitosas de gobiernos e instituciones, y a las estadísticas me remito. Zurro toma tal como le parece un poema de Shakespeare, atraído más por el título que por sus verdaderas entrañas, adobándolo con un tono de mitin que conecta con el público al que va dirigido, tal como debe ser su intención. La función, el texto pergeñado por el director teatral, es desarrollado en un interminable monólogo con un solo tema, la violencia machista, a favor de la corriente lógica y general de rechazo de una lacra a la que sin ir más lejos se ha denunciado este mismo fin de semana en todos los campos de fútbol españoles, con lazos de color violeta en los videomarcadores y minutos de silencio en recuerdo de las víctimas.
En la perversión de La violación de Lucrecia que pudimos presenciar en Punta el pasado sábado, Zurro alcanza a señalar al público, usando el índice de la actriz única, asegurando que todos los presentes conocen a algún violador. Sinceramente no creo que sea el caso, y si él está en esa situación debería acudir de inmediato a un juzgado e interponer la correspondiente denuncia de semejante acto criminal, pero a mí, como puede que le haya ocurrido a otros espectadores, que no me señale. También y ya puesto, Zurro lanza una lógica diatriba contra la violación como arma de guerra, en la cual no duda en citar al azar un manojo de ejércitos que han desarrollado esta infame estrategia, aunque curiosamente no llega a nombrar siquiera de pasada horrores de tan tremenda actualidad como los que están perpetrando grupos extremadamente violentos, como Boko Haram en Nigeria, los paramilitares de las llamadas Fuerzas de Apoyo Rápido en Darfur, o el ataque a civiles en Israel ejecutado por los terroristas de Hamás, en el trascurso del cual las violaciones, torturas y asesinatos continuaron entre los secuestrados, tal como han desvelado imágenes que muchos no han querido ver o testimonios que tampoco quieren escuchar aquellos que han establecido un relato al que Zurro se une con esta pieza teatral muy mal pespunteada.
Una escenografía mínima, compuesta fundamentalmente de bolsas de basura sobre las que huelga realizar un comentario fácil, una iluminación al compás de la actuación o a la sobreactuación por mejor decir, armada por lo demás con una linterna moderna de molesta bombilla led y un vestuario mínimo para una sola actriz que se pasa, y eso es digno de elogio, algo así como hora y media repitiendo hasta la extenuación los mismos argumentos, tan conocidos como asumidos por todos. El público, escaso pero fiel, aplaudió el tremendo ejercicio, el monólogo interminable de Rebeca Torre, así como el mensaje o finalidad, queremos suponer, de este despellejado poema de Shakespeare, tan erróneamente versionado como mal conocida parece ser la obra del bardo de Avon como la mitohistoria de Roma, a la que el autor podría haberse acercado como hiciera el inglés hace cuatro siglos, con la Ab Vrbe Condita de Tito Livio, o desde Dionisio de Halicarnaso y por supuesto desde los Fastos de Ovidio que trata en su segundo libro este episodio que sirviera para justificar el golpe que acabó con una rama de los tarquinios, la del Soberbio y su hijo y heredero Sexto, para encumbrar a otra, la del traicionado colata Lucio Tarquinio, su hermosa y fiel Lucrecia Tarquinia y por supuesto la de quien a la postre sería el heredero, Bruto, el sobrino de Tarquinio el Soberbio y por lo tanto primo hermano de Sexto Tarquinio, un personaje este Bruto que dio inicio a un periodo que terminaría cinco siglos después con otro Bruto y otro puñal ensangrentado.
-LA VIOLACIÓN DE LUCRECIA, Texto de Alfonso Zurro alrededor de la homónima obra de Shakespeare. Dirección: Alfonso Zurro. Escenografía y vestuario: Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán. Iluminación: Florencio Ortiz. Música y espacio sonoro: Elena Córdoba. Actriz: Rebeca Torre
Teatro del Mar. Aforo: 478 localidades (Muy floja entrada); 22 de noviembre, 2025. Ambiente frío en el bonito y cuidado teatro puntaumbrieño, como la noche de este pasado sábado. En contraste con la temporada estival una agradecida facilidad de aparcamiento y como siempre la excelente oferta gastronómica de la ciudad costera.
El caso es que bucear en esa auténtica telenovela que fue la protagonizada por la etrusca saga de los tarquinios, tan mal avenidos y siempre con la espada desenvainada, sería además de trabajoso probablemente de más escuálido resultado entre un público que obviamente navega, como el autor, a favor de corriente y sin necesidad de mirar a las procelosas márgenes del tranquilo río. A las dos orillas, que sería trasunto más conveniente y ajustado a la realidad que este apresurado despellejamiento perpetrado por Zurro de un autor, William Shakespeare, que en La violación de Lucrecia compone un exacto poema trágico para narrar la historia de una perversa acción finalizada con un trágico resultado.
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