¿Quiénes maltratan?

Servida la polémica sobre los malos tratos, tercio en ella tras el largo período en el que me he mantenido silente. Si lo hago ahora es más por un deseo de autoafirmarme en sentido vital que por la opinión que se pueda formar a partir de mis comentarios.

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Soy consciente de que son muchos los pensamientos ya expresados respecto de este asunto como para pretender decir algo diferente a que yo también estoy vivo y concernido por el tema, seguramente más que otros y otras que ya se han pronunciado.

La violencia de género existe, hombre contra mujer, mujer contra hombre, hombre contra hombre y mujer contra mujer. Es decir, la violencia existe dentro de las parejas más allá del hecho de la vinculación con una u otra sexualidad. ·Es verdad que la mayor parte de las denuncias  y suponemos que es la realidad, se materializa en los casos hombre mujer, al menos en lo que respecta al ejercicio de superioridad física y así, es la única violencia denominada de género que admiten los tribunales. Si la fuerza es ejercida al revés, se considera familiar (¡!). No obstante, no podemos abstraernos al ingente número de mujeres muertas a manos de sus maridos, parejas o exparejas.

Pero habríamos de ser ecuánimes y reconocer el hecho de que la violencia y la crueldad se extienden mucho más allá de estos ámbitos familiares. Ejemplo paradigmático es el de los hijos e hijas de familias o parejas separadas a los que no se permite el acceso, generalmente, a sus padres de género masculino. No niego que no pueda suceder al contrario, pero no es lo habitual dado que por lo general el administrador de justicia lo hace a favor de la madre porque la ley se inclina en apoyo de la mujer en cuanto a la custodia y otros beneficios. En lo que respecta a las visitas, ya sabemos que los niños pueden tener fiebre, haber ido a un cumpleaños y el sin fin de excusas que se pueden fabricar en venganza (¿?) contra el progenitor. Lo mismo sucede si hablamos de puntos de encuentro. Por supuesto, no todas las madres son así pero existe, así se narra, una amplia casuística que permite defender estos hechos como ciertos y, naturalmente, revestidos de crueldad y violentos en sí aunque no medie fuerza física.

Otra violencia de extrema crueldad es la de los niños y niñas privados de uno de sus abuelos. Esta carencia del infante pasa factura y futuras preguntas del más perjudicado, el niño –aunque no sea el único–, recibirán sorprendentes respuestas, si no por parte del ascendente o de la ascendente, sí de otras personas que queden en el lugar y conozcan los acontecimientos y a los protagonistas. Esta privación del derecho del propio hijo, al que se le está fabricando una triste sombra interior y un ego de odio y rencor, suele venir de problemas personales no resueltos por parte del padre o madre del niño, de la influencia de la esposa o esposo de los primeros y/o ex-esposas o ex-esposos (abuelos o abuelas beneficiados), que no han superado  sus separaciones ni sus egos invasivos.

Estas realidades están contempladas en la ley y permiten el acceso a los tribunales por parte de los abuelos y abuelas que pueden reclamar el derecho de sus nietos o nietas. Existe jurisprudencia, pero la mayor dificultad estriba en el conocimiento público que se podría tener de circunstancias que es preferible mantener en el ámbito de la privacidad. En verdad, los abuelos, llegados a sus estados de vida en el tiempo, nada temen en general y el abuelo o abuela, aunque perjudicados, siguen protegiendo a su hijo o hija aun dentro de la injusticia y el dolor, porque el amor es incondicional. Todos cometemos errores y quien no puede perdonar los ajenos es porque viven en culpabilidad consigo mismos, negándose la paz interior. Donde se contempla conflicto fuera solo hay proyección de la vivencia interior y solucionar eso es fundamental antes de avanzar en madurez y amor hacia los otros.

@olbianis

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