Tomar partido

Nos hemos robado el derecho a equivocarnos. Nos lo hemos amputado. Ejercemos una presión sobre todo lo que nos rodea que, a base de evaluar cada movimiento, cada palabra y cada gesto, nos obliga primero a estar alerta, como si fuésemos herbívoros de la sabana; y más tarde a no tomar partido por nada ni por nadie, a mantener nuestras opiniones y nuestras ideas guardadas bajo llave por miedo a descubrir que erramos, y a que se den cuenta otros.

Huelva24

Huelva

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Hace poco escuché hablar sobre este tema a una escritora de voz dulce y atronadora llamada Txani Rodríguez cuando la entrevistaba la maravillosa Laura Barrachina en el programa de Radio 3 llamado Efecto Doppler (se lo recomiendo). Rodríguez presentaba en el programa su libro ‘Los últimos románticos’, y con su disertación sobre esta sociedad que ha desembocado en el individualismo, en el miedo a posicionarse y a involucrarse, me hizo pensar que quizá sea ahí donde reside gran parte del éxito del deporte. Una simulación de la vida en la que tomar partido por algo, por obligatorio, es casi inofensivo. En el que descomprimimos nuestro cerebro tribal eligiendo una causa, o un trampantojo de una causa, para después poder volver a nuestro día a día neutral e inofensivo.

Aún quedan románticos. Gente a la que no le da miedo ni el error ni el fracaso. Gente que se manifiesta para apoyar a compañeros de trabajo más desafortunados; que se la juega para conseguir que mujeres marroquíes puedan volver a casa después de meses atrapadas en un país extranjero; que sería capaz de abandonar su vida durante un tiempo para viajar a donde sea necesario y ayudar a otras vidas a salir adelante. Gente sin miedo a comprometerse. Estoy rodeado de ellos (curiosamente más “ellas” que “ellos”, aunque hay de todo), y yo, desde mi parapeto, al resguardo de las flechas y las lanzas de otros, también parapetados, no puedo más que admirarlos y estar orgulloso de que me tengan entre sus amigos.

Creo que ha llegado la hora de que hagamos un esfuerzo; y que, de eso tan trivial como es asistir a ver un partido de nuestro equipo favorito para poyarlo simplemente porque son “los nuestros”, aislemos el componente esencial para llevarlo fuera de los campos y de los estadios, a la vida real. No sé si se llama solidaridad, o valentía, o arrojo. Puede que ni siquiera tenga nombre, como todas las cosas importantes. Pero si algo nos debe enseñar el deporte es a eso, a no temer al error. A tomar partido. 

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia