Comité: las sanciones y la injusticia

Vaya por delante mi respeto a la labor arbitral, mi admiración en muchas de sus facetas. Tienen una labor tan importante como compleja, en determinaciones en décimas de segundo que muchas veces nos llevamos pleiteando horas a pesar de ver jugadas repetidas. Por ahí, cero dudas.

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Otra cosa es la integridad. En todas las profesiones hay gente cualificada y gente no preparada. En todas. Y luego está la carga de mala leche. Que también existe. Luego aquel colegiado que obre bajo ese prisma, no merece respeto alguno. Afortunadamente son los de menos.

Viene esto al caso porque tras el colegiado actúa el Comité de Competición, que esa es otra. Resulta que dicen, desde el organismo, que no se puede rearbitrar un partido. Y resulta, también, que vemos cada jornada, en Primera y Segunda división, que los partidos se rearbitran sobre la marcha, por aquello del VAR. Y resulta, que un árbitro redacta un acta, el club que se siente perjudicado emite una reclamación, acompañada de video y todo eso no sirve de nada. Hay hechos fehacientes de las demostraciones, que, además, cuestan un dinero a los clubes.

Así las cosas, uno se hace mil preguntas sin respuestas. Si el video demuestra que la redacción del acta es errónea, ¿por qué el Comité no rectifica al árbitro y a jugadores amater les cae cinco partidos de sanción cuando en Primera División por una acción semejante le cae uno? ¿Influye en las decisiones el entorno mediático? ¿Es igual la justicia para todos independientemente de que sea profesional o amater?

El caso es que hay agravio comparativo y a las pruebas nos remitimos. Baste mirar al Cartaya, con dos sanciones desproporcionadas que determinan que la justicia carece de valor cuando se aplica de esa forma. Debería hacérselo mirar el que decide en el Comité de Competición de la Andaluza, que es donde se posa la mirada en los últimos tiempos. Porque no puede ser que haya fútbol y justicia de dos velocidades. Una para los profesionales y otra para las categorías amater. A los clubes de toda la vida, esos que cuentan con directivas que hacen encaje de bolillos para que el fútbol no desaparezca en los pueblos, les cuesta la misma vida mantenerlos. Y esos jugadores que trabajan durante toda la semana, entrenan por la noche, y juegan por placer, merecen otro respeto. El que la haga, que la pague. Lo que no puede ser es que haya acciones que en un fútbol le meten un partido, y otras, exactamente igual, le caiga cinco.

La justicia debe ser igual para todos sin excepción alguna. Aunque claro, hay árbitros y miembros de los comités que no se han puesto unas calzonas ni para ir a la playa. Y así nos va.

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