Carta a un recién nacido

Querido Enrique: Poco después de que nacieras desapareció el invierno. A decir verdad no desapareció, sino que fue finalizando poco a poco. Has de saber que en un tiempo vendrá otro invierno y después otro, siempre detrás del otoño y justo antes de la primavera, que de suerte será la primera estación que te acoja en la tierra.

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Volverá a llover y volverá a hacer frío y volveremos a ponerte tu gorro de lana cuando el frío arrecie. Y cuando la gente te diga que nunca ha hecho tanto frío como ahora, no la creas. Siempre ha hecho este frío y otros mayores y menores, y el planeta que pisas fue en su tiempo una bola entera de fuego y fue después una bola congelada… ya ha sufrido todos los rigores del universo en tanto se preparaba para recibirte. Hubo un rey muy antiguo que dijo “nada nuevo bajo el sol”, hace ya muchos, muchos años, y por entonces tenía la misma razón que si lo dijera ahora. Nunca hay nada nuevo bajo el sol salvo tú, que en este instante, eres lo más nuevo del mundo. 

Pero tampoco, Enrique, eres nada nuevo. Cuando seas mayor y te interese, tal vez, la materia, la química, descubrirás que no eres nada nuevo, sino que por el contrario eres algo muy pero que muy antiguo. Eres polvo de estrellas. Eres, como todos, una mezcla muy bien ordenada de sustancias, que tu madre, valiéndose de sus atributos naturales, reorganizó en su vientre para dibujarte tal como eres ahora. Lo que tú eres físicamente ya estaba aquí, y ha pasado por todos los intestinos y los labrantíos, por todas las manos de los jornaleros y jornaleras, de los envasadores, de los transportistas, hasta dar con la boca de tu madre después de dar con todas las bocas anteriores y así siempre. Somos básicamente lo que comemos y en esencia nos componemos de lo mismo que un cerdo, que un perro o que un protozoo y a su manera se comportan igual que tú y que yo todos los organismos vivos. Tanto te pertenece el mundo a ti como les pertenece a ellos. Eso es algo que debes comprender. Cuando aprendas a hablar, debutarás con adjetivos posesivos. Dirás, esto es mío, como si lo fuese, mas no lo será, por lo que acabamos de decir. Algunas personas nunca culminan esa fase que tú principiarás pronto y siguen pensando que todo lo que les rodea es suyo, y declaran “Es mío, es mío” como cuando nacieron, para con todo lo que pueden ver. Son los llamados patriotas. Tú serás mejor que ellos, Enrique, porque entenderás que poseer la tierra es un concepto imposible y que tenía razón Antonio Gala al escribir “Cuando decís Dios o cuando decís patria es que vais a pedir algo terrible. ... Y sin la vida no hay ni Dios ni patria”.

Ese al que llaman dios sí que es antiguo, Enrique, tanto como el primer hombre que lo inventó a su imagen y semejanza, igual a él e igual a ti. Afortunadamente has nacido en una época en que el dios clásico, que  para nuestra sociedad es el dios de los cristianos católicos, está de capa caída. No te matarán por negar su existencia, pero hasta hace poco así era. Hoy hay otros dioses diferentes y si los niegas y peleas por desterrarlos de las imaginaciones, también hallarás la incomprensión y la violencia de tu pueblo, incoada por los amos de tu pueblo en las cabezas de tus hermanos. A los razonamientos que avalan la existencia de dioses los llamamos dogmas. “Yo no pongo mi ignorancia en un altar y la llamo Dios” dijo Mijail Bakunin. Para ti, Enrique, no existirán los dogmas; existirá la duda. Después de la duda, como una consecuencia evidente de su formulación, te llegará el conocimiento. Acógelo y dale rienda suelta. Conoce sin descanso y duda siempre. Lee, lee, lee, porque mientras más leas y más dudes y más conozcas, menos necesitarás a dios y serás tú mismo, pequeña abreviatura de dios, quien dicte los valores que habrán de regir tu vida, que para algo tienes cara de Niño Jesús. 

Antes que tú ha vivido y ha muerto mucha gente. A sus hazañas, a sus guerras, decesos, revoluciones, formas de gobierno, de comunicarse, de entender el arte, la ciencia etc. las llamamos Historia. No te asustes de la Historia, Enrique: hay mucha sangre. También hay sangre en los presentes de los pueblos, que luego será Historia, pero que hoy es sangre y duele. “Generales, traidores: mirad mi casa muerta, mirad España rota: pero de cada casa muerta sale metal ardiendo, en vez de flores, pero de cada hueco de España, sale España, pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos, pero de cada crimen nacen balas, que os hallarán un día el sitio del corazón (…) ¡Venid a ver la sangre por las calles, venid a ver la sangre por las calles, venid a ver la sangre por las calles!”  (Pablo Neruda). Como comprobarás, Enrique, una vez corrió sangre por las calles que ahora pisas, no hace tanto tiempo. Es por eso que debes huir de todas las armas, de todos los generales y de todas las medallas. Aquí ya hemos tenido suficiente sangre. Lucha por todo cuanto consideres injusto, pero jamás a costa de tu sangre ni de la sangre de otros, si no a costa de tu empeño y de la ignorancia de otros. Los discursos sí, Las palabras sí, puedes usarlas como armas, puedes colgártelas como medallas o ejercerlas con la autoridad de un general.  El conocimiento te facultará para ello. 

Debes agradecer a algunas personas, Enrique, tu presencia en la tierra. Naciste en un hospital público, recuérdalo siempre.  Los profesionales que te extrajeron del vientre de tu madre trataban a cada cual por igual, sin importar su dinero o su clase social. Cuando tengas uso de razón, tal vez haya cambiado todo eso. No lo permitas, pues les debes la vida.  Hoy día somos pocos quienes luchamos por tu futuro y es por eso que te corresponde una herencia injusta.  Para devolver ese gran favor que te hicieron al nacer cuentas con un recurso indispensable: el estudio. No toda la gente puede estudiar y mucho menos ahora que las universidades, como los hospitales, distinguen a la gente en función de su dinero, de su clase social. Y qué injusto, verdad Enrique, que tú puedas estudiar y otros no, por circunstancias tan ajenas a tus decisiones. Mas por eso, Enrique, se te dice que estudies, por ti mismo y también porque tienes algunos favores que devolver. Cuando crezcas  lo apreciarás y cuando conozcas la Historia sabrás qué cosas debes hacer por mejorar la vida de la gente y para imponer la justicia social, porque mientras más conozcas y más estudies más cerca estarás de la verdad y la verdad es siempre revolucionaria. Tienes mucho por hacer y yo no tengo más que decirte, hijo, salvo prometerte que serás libre, a diferencia de tantos, mientras esté en mi mano. 

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