En el ecuador de la equidad

Las efemérides son esos pequeños apuntes a pie de página del calendario a los que veneramos cuando el rojo es indicativo de remanso vacacional o ilustre homenaje a la capea y el rebujito, quedando reducido el almanaque a un catálogo de fiestas, ferias y romerías. En las catacumbas de celebraciones patronales y el farragoso santoral se arrinconan, bajo la apatía e indiferencia, fechas cruciales para la evolución social y política

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El Día de la Mujer Trabajadora, que se conmemoró hace unos días, es un ejemplo preceptivo de un delito contra la memoria pública enquistado en el sistema educativo (dentro y fuera de las aulas), que vilipendia el incansable trabajo de los arquitectos/as que trazaron los esbozos del sistema de derecho. Rescatar de la amnesia colectiva a figuras como Magdalena García Hierro, María José Zafra, Encarna Gómez, Carmen Iglesias… garantes  de la igualdad de género y el desarrollo democrático de Huelva en la Transición, es el mínimo ejercicio de decoro. 

Todas ellas dieron un puñetazo en la mesa necesario que rompió monóculos de rancios ediles y en general de todo el sector masculino reaccionario. Marcaron distancia con la herencia retrógrada de valores arcaicos, acosadas por un entorno hostil poco propicio para revoluciones. 

El yugo franquista, ya en decadencia, se aflojaba con cada acometida de estas mujeres obstinadas. Las armas de Magdalena García, abogada laborista, fueron sus conocimientos juristas y su anhelo por derribar obstáculos del camino de generaciones femeninas venideras. Con 22 años y embarazada era ferviente impulsora de la firma de convenios colectivos que garantizasen condiciones dignas para los trabajadores. Aunque su mayor cruzada fue contra la violencia de género. Puso el foco en la gravedad de una lacra que apenas era considerada como falta por la legislación. Alumbró un concepto aletargado, casi extinguido, el de la concienciación. 

María José Zafra fue la ‘madre’ de la librería Saltés, el refugio de la cultura y el librepensamiento en tiempos convulsos. Fue el horno del intelectualismo onubense, donde se cocía la disensión bajo el abrigo de la clandestinidad. Se maceraban ideas y modelos para suceder al gigante de pies de barro, la España de la dictadura, cuyas horas estaban contadas. Pintores, escritores, poetas, políticos, psiquiatras, docentes, alumnos… todos ellos acudían a una confortable guarida que ejercía de trinchera contra la censura más pertinaz. Era la trastienda ideológica de Huelva, su filtro y canalizador. Un respirador que le insuflaba aire renovado a los paradigmas de una ciudad acostumbrada al anacronismo del conformismo. Inés Romero, componente del grupo musical Jarcha y por entonces estudiante, definía los debates de Saltés como “un módulo de actividades extraescolares”, una escapatoria liberadora de la arbitraria estructura pedagógica deficiente en la labor de formar ciudadanos comprometidos y con juicios independientes. María José Zafra habilitaba un espacio propicio para el ejercicio de la reflexión combatiendo la atrofia doctrinaria de años de pensamiento único. Una cantera formativa para los jóvenes en criterios de la razón. Sin olvidar el coraje de centenares de mujeres anónimas que se despojaron de los grilletes machistas para lanzarse a la calle desafiando al miedo y silenciando la resignación, con el objetivo del reconocimiento de su capital humano.  

Hoy brotan nuevas dictaduras cuyos caudillos aparecen en forma de discursos simplistas (TV, publicidad, política, marketing, moda…), que aletargan la crítica y el análisis amenazando con devastar los cruciales éxitos en materia de género. Los valores patriarcales continúan imperando camuflados bajo máscaras de discriminación positiva. El Día de la Mujer Trabajadora conmemora el triunfo parcial en una batalla de una exigente guerra que se libra en 365 nuevos escenarios actualmente. Decenas de organizaciones y asociaciones prosiguen en Huelva esa herencia reivindicativa y ejercen de vigilantes contra cualquier menoscabo de la paridad; un reto vitalicio y un examen permanente de la madurez social onubense. 

Huelva partió de las profundas antípodas de la igualdad y en pleno siglo XXI transita por el ecuador tras un complejo y duro periplo plagado de trabas y vicisitudes. Quedan aún kilómetros de ascensión, aunque no caminan solas.   

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