Patriotismo de quita y pon

El día después de que el CIS revelara que en España 6.202.700 personas carecíamos de empleo, algo raro ocurrió en las portadas de dos diarios de tirada nacional. Tanto ABC como La Razón habían descubierto, después de 5 años de crisis, a la única responsable de tan dramática situación: Ángela Merkel.

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Se venía a decir más o menos que su falta de políticas de estímulo era la causa del paro tan elevado en España. A pocos se les escapó que este ataque a la canciller respondía a la intención de exonerar de culpa a nuestro gobierno, tan alabado en estos dos pasquines. Sin embargo, esta torpe estratagema no parece haber ayudado en gran cosa para exculpar al gobierno de Rajoy de la mala gestión económica. Más bien al contrario, no ha hecho más que alimentar las dudas sobre la capacidad del gobierno, no ya de tomar medidas eficaces contra la crisis, sino de tomar medidas propias, que no les sean impuestas por otros. Cada vez son más los que se preguntan que si Alemania es la que conduce el autobús hacia el precipicio, por qué nuestro gobierno no intenta poner el freno de mano.

La falta de respuesta de nuestro gobierno ante decisiones tan injustas como las que se nos han venido imponiendo desde Europa-Alemania, solo ha tenido por respuesta el más absoluto servilismo. Seríamos unos hipócritas si creyéramos que dicho servilismo es un fenómeno nuevo, que solo puede achacarse al PP (recordemos las medidas tomadas por Zapatero al comienzo de la crisis). La lista de actuaciones en este sentido es larga, desde nuestra entrada en la UE de la mano del PSOE en la que Felipe González sacrificó la ya de por sí pobre industria española en arras de los fondos europeos, hasta los recortes presupuestarios llevados a cabo por ZP y Rajoy, pasando por la desastrosa entrada en el euro durante el gobierno de Aznar, por la que los españoles pasamos de pagar veinte duros a 1 euro por un café, mientras que en Alemania los precios solo subieron algo en comparación a los tiempos del marco. Hasta el día de hoy parecía que como socialistas, el PSOE era el más fariseo al plegarse ante las exigencias de una Europa que ha abrazado tan abiertamente las doctrinas neoliberales, sin embargo hay muchos a los que no se les escapa la ironía de que el PP, tan dado a las exaltaciones patrióticas, carezca de la más mínima capacidad de reivindicación de los intereses nacionales ante el resto de países. 

Toda esta exaltación de España ha ido encaminada a veces a menoscabar la reputación de segundos que se han visto etiquetados como de poco patriotas. Los antitaurinos, por no defender una fiesta tan típicamente española, los sindicalistas, por perjudicar la imagen de España ante los mercados financieros, los indignados, por ensuciar la Puerta del Sol causando una mala imagen a los turistas, y así un largo etcétera. La lista de traidores a la patria es larga y variopinta pero todos tienen un rasgo común, y éste es que cualquiera que se haya visto etiquetado como antipatriota carece del más mínimo poder político, económico o mediático. Parece evidente que las disposiciones del PP a la hora de señalar a los enemigos de España no son las mismas dentro que fuera de nuestras fronteras, no es lo mismo decirle a Ángela Merkel que nos está haciendo mucho mal que decírselo al muerto de hambre de la pancarta. Cabe decir en defensa del gobierno que es lícito guardar las formas en las relaciones internacionales, pero hay una gran diferencia entre ser diplomático y ser un juguete roto en manos de otro país. 

Parece evidente que es tiempo de replantearse nuestra actitud hacia Europa, por lo menos en tanto que Bruselas y Berlín entiendan que la salida a la crisis solo pase por austeridad. Sin embargo, una revisión de las relaciones con Europa será imposible si no dejamos de colocar en el gobierno a vende-patrias como los que hace décadas que tenemos en el poder. Si aquellos en quien depositamos nuestra confianza son aquellos que confunden al conjunto del país con los resultados del IBEX o con la prima de riesgo, que no nos extrañe que a las primeras de cambio se plieguen a las exigencias de la Troika, de hecho, lo hacen de mil amores. Los mismos que han presumido de socialismo o de patriotismo han sido a la vez los más neoliberales y antipatriotas. Lo del socialismo descafeinado del PSOE ya se sabía desde hace tiempo, y ahora ya sabemos lo del patriotismo de quita y pon de Rajoy. No cabe duda de que ha sido un craso error dejar que el Partido Popular decidiera por nosotros qué es patriótico y qué no. Tal vez ahora sea el momento de redefinir el concepto. 

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