Déjennos ‘Recrearnos’
3993. Tranquilos, no soy un mentalista desvelando la combinación ganadora de la Lotería. No es precisamente una cifra para la esperanza ni los buenos augurios. De hecho, de momento es el número maldito y de la mala suerte para el Recreativo de Huelva. Es la cantidad de almas blanquiazules que combatieron hace un par de semanas a un inquilino especialmente habitual últimamente en las entrañas del Nuevo Colombino, el eco y el silencio. Se trata de los peores registros de afluencia de espectadores de toda la campaña. Paupérrimos.
El encuentro Bayern-Dortmund de la Bundesliga, 20 euros, un Recre-Numancia, 25 la más barata en goles (detrás de las porterías). Inasumible, inadmisible, inaudito, intolerable, indecente. No dudamos de que el juego de alta escuela que destila el Decano es de quilates suficientes como para fijar unos precios tan aristocráticos, pero las comparaciones sonrojan. Esto es balompié, señores directivos recreativistas, no la ópera. No hay butacas mullidas con cojines de terciopelo, es plástico sintético. Y en su verde escenario se canta Paquito el Chocolatero (siendo generosos) y con frecuentes desafines, no La Traviata de Verdi.
Sus protagonistas ‘lucen’ un traje de faralaes con calzonas, no atuendos de época con encajes y chaqués de alta costura. Además, el director de orquesta suele errar en la elección de instrumentos, más proclive a la preponderancia de la percusión sobre las armónicas melodías de cuerda, resintiendo la pieza y la estética de la obra, abocándola a un tono tosco y vulgar. Abundan los coristas y escasean tenores, sopranos y mezzo sopranos, de manera que el concierto suele ser aburrido, plano, monótono y sin clímax.
Ni lámparas de araña, ni esculturas neoclásicas, ni pinturas de Gauguin, Monet o Caravaggio. Lo más parecido a arte son las láminas y placas metálicas con anagramas de las marcas patrocinadoras, que rodean el rectángulo de juego dotándola de un crisol cromático y de diseño muy ecléctico. Los completos folletos que se reparten en los aledaños del ‘Gran Teatro’ futbolístico, nada tienen que envidiar a un detallado programa de mano, eso sí.
Sin olvidar, que Violetta Valery y Alfredo Germont son interpretados cada temporada por actores diferentes, que desaparecen del cartel a los pocos meses, seducidos por producciones más prestigiosas. La última voz brillante expoliada es la de Chuli, que deslumbrará en los escenarios del Benito Villamarín. Otra fuga de talento. A una por año (como mínimo). No en vano, Fidel entona con excelsa técnica y timbre peculiar en las tablas ilicitanas.
El afán recaudatorio aleja al Recre de unos onubenses azotados económicamente y sin fuelle para soportar tarifas desorbitadas. Incluso los poseedores de pases de temporada renuncian a las funciones albiazules. Conocen de memoria el principio, desenlace y final de la pieza, y ni siquiera la puesta en escena proporciona un aliciente. Artificios en los primeros compases, intercalando linealidad y sopor, finalizando la temporada con un generalizado sonido de viento.
El balón gástrico en forma de mal juego ha provocado una sensible pérdida de peso específico en las gradas. Y la directiva permanece ajena. Hoy, ni una cuarta parte de los socios desempolvan su carné. Motivos sobran. La metamorfosis de Sergi y su apuesta, navegar sin rumbo en la mitad de tabla (sin metas ambiciosas ni temores estimulantes), nihilismo deportivo, bostezos crónicos y añoranzas insatisfechas. Visto el panorama, Pablo Comas, presidente de la entidad, se ha apresurado a adelantar la campaña de abonos prometiendo fichajes para subir a Primera. Y vuelta a empezar. Círculo vicioso eterno: ilusión-decepción-resignación.
A la estrechez de miras de los mandamases, la anemia que sufre el coliseo recreativista respecto a asistencia de público cuenta con el agravante de los intempestivos horarios. Una eutanasia para el fútbol doméstico (inducida desde las altas esferas) con el pretexto de potenciar su seguimiento en el mercado oriental. Otro cuento chino. Los partidos de Segunda División no son castañuelas y olé, que tanto enamoran en el mercado asiático.
Los hilos yacen en los dominios del dictador televisivo que a golpe de talonario convierte a los clubs en meras marionetas. Lunes, 21.00 horas, con cámaras retransmitiendo el evento gratuitamente, no hay que ser un lumbreras para averiguar el resultado de la ecuación.
¿Solución? Ofertas especiales, descuentos puntuales, rebajas para acompañantes de socios. No. La LFP debe dar un paso al frente. La autorregulación ha fracasado (ver al Real Oviedo en Segunda B cuesta 25 euros) deteriorando la imagen del fútbol español, incapaz de llenar estadios. Es hora de consensuar un precio unitario (moderado pero suficiente) en función de la categoría que se dispute para frenar el libertinaje tarifario y los desmanes de las entidades, que desdeñan a sus incondicionales al farolillo rojo de sus prioridades. Un crimen cotidiano y permitido.
Existen puntos intermedios bilateralmente beneficiosos. Unos precios rentables para las entidades y asumibles para los espectadores. Así, los seguidores podrían contribuir a la sostenibilidad económica de su equipo sin comprometer la propia y el decorado de los campos volvería a engalanarse con su ornamentación más valiosa, la afición. Que no nos priven de ‘Recrearnos’.