Frente republicano
Se quiera o no, guste a unos más y a otros menos, el debate república monarquía está abierto. Lo que sucede es que el miedo a la inestabilidad que podría producirse está dejando la cuestión más en la noticia que en la batalla por las ideas. El conocimiento de la personalidad del rey, que no es ni mucho menos el mirlo blanco que el régimen habría pretendido hacer de él por medio del culto a la personalidad y el silencio absoluto sobre qué pasaba intramuros la Zarzuela, ha llevado a muchos ciudadanos a cuestionarse la institución.
Es verdad que la veda la abrió las noticias sobre los turbios negocios de su yerno, quien escudándose en su parentesco con el monarca, habría realizado operaciones con pingües beneficios con dinero público. El descubrimiento de su viaje a la caza del elefante emponzoñó más la imagen del monarca y el hecho de que viajase con la princesa Corinna, quien estaría viviendo del erario público cerca de la Zarzuela y con acceso directo a la vivienda de Su Majestad, puso en duda la credibilidad de su vida familiar. Ésto en virtud de lo que se ha dado en llamar “íntima amistad” entre la aristócrata alemana y el Borbón. Y todo con el silencio de la reina quien, ausente de la Zarzuela, consentiría, lo que tampoco la deja en muy buen lugar.
La opacidad de los gastos de la Casa del Rey, la imputación de su hija, la infanta Cristina, en dos ocasiones en las que el fiscal ha actuado como defensa; el que uno de sus abogados la disculpe porque es una mujer enamorada –insulto espetado a la cara de todas las mujeres- y que el príncipe de Asturias, heredero del rey tenga una esposa que no goza de la simpatía general por sus actitudes, han hecho de Juan Carlos I una figura caída y de la institución algo en lo que se confía poco.
El republicanismo en España encuentra auténticos escollos en la falta de unidad y de organización. Es un duro óbice para la causa republicana el hecho de que los tradicionalmente republicanos, PCE y PSOE, tengan serias dificultades en ese sentido. La primera quiere una reedición de la fracasada II República y así se ha apoderado de los símbolos de la misma. Ni que decir tiene que los ciudadanos españoles no quieren ni oír hablar de aquel sistema. Por otro lado, los socialistas apoyan a la monarquía por lo que ellos llaman estabilidad, pero la verdad es que aunque las bases siempre han sido profundamente republicanas, poco podrán hacer contra el todopoderoso aparato del partido. Y el resto de republicanos no cuentas con los medios para hacer valer su razón. Sólo la creación de un frente republicano podría hacer valer las ideas de una plena democratización del régimen español, lo que nunca se conseguirá sin la elección directa por medio del voto libre y secreto de la máxima representación del Estado, a saber, el presidente de una república en la que quepan todos los ciudadanos y los territorios que la conformen.